Con bastante claridad veo que tienes
perturbado tu cerebro y te has privado de la razón y de la memoria, como
también de la facultad de pensar en otra cosa que no sea amor.
Por las conversaciones que sostenemos y lo que veo en tu muro, me doy cuenta cuán
indiferente se encuentra tu espíritu a todo lo que no sea Ernesto, cuán exclusivamente
se halla ocupado en él, cómo a él vuelve siempre y se mantiene voltejeando
sobre él como un halcón sobre la presa que ha elegido.
Querida Sofía, recuerdo aquella vez que nos encontramos por
primera vez en el bus y me simpatizó tu causa. Pero luego me di cuenta que tu
causa es un absurdo, pues no te conviene.
Un hombre que considera que lo poco que has vivido es
suficiente para descalificarte, que te trata como una tonta al pretender exclusividad
de atención y que la atención que te da es mínima, ¿qué amor puede tener para
ti?
Dices que has vivido situaciones muy íntimas con él y que la
naturaleza de esas experiencias es lo que los mantiene juntos, pues no es así;
lo que los mantiene juntos es tu idea que algún día cambiará. Pero si razonas
tantito, te darás cuenta que no cambiará – cosa que será muy bueno porque gente
como Ernesto no solo no mejora, sino que no merece mejorar -. En cambio tú, tú
que eres una mujer simpática, linda y joven; que te has ilusionado y no quieres
faltar ninguno de los valores en este sentimiento que llamas amor, tú mereces
cambiar, dar un salto en tu vida y seguir adelante sin un estorbo – entiende como
estorbo, Ernesto.
He llegado a Lima hace poco, cuando gustes nos podemos
encontrar; me quedaré hasta el martes.
Se te quiere mucho,
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