Thursday, July 26, 2012

Mis cartas


No entristezcas, ahora tendré el buen sentido de no esperar una contestación instantánea, pues me basta con que mis cartas no sean devueltas. Quiero que sepas que mis cartas tienen cierta continuidad. Cuando comencé a escribirte estaba dispuesto a someter mi paciencia a una prueba mayor, al menos hasta no tener una evidencia de que estaba perdiendo tiempo con el único método con que logro que siempre me tengas en mente.

Te confieso que siempre esperaba, al comienzo con quebrantos de toda índole que causan las esperas de la juventud, pero ahora espero con la tozudez de un anciano de cemento sin nada más que pensar, sin nada más que hacer. Estoy convencido que estaré vivo y en perfecto dominio de mis facultades el día de mañana, de más tarde o de siempre en que tú te convencerás al fin y me contestarás.

Seguiré escribiéndote.

Tuesday, July 24, 2012

Cuando ya no pueda mantenerme en pie...


El día de ayer  pasé nuevamente por tu casa, y vi a una pareja de ancianos que se ayudaban a atravesar la calle, y me fue una lección de vida. Porque me enseñaron una cosa que creía nunca pensaría.

Me he visto tantas veces en el espejo, y no le tengo tanto miedo a la muerte como a la edad infame en que tendré que ser llevado del brazo por una mujer. Aquellos ancianos, me enseñaron que llegará el día en que tendré que renunciar a la posibilidad de amarte, ese día será cuando ya no pueda mantenerme en pie por mis propios medios.

Me espanta que llegue ese día.





Sunday, July 15, 2012

Le dijo no a Mario


Ella se acostumbró a mirarlo todos los sábados, estando aún en la plenitud de su vida, Mario se dejaba ver en diversas ocasiones, y con tanta más frecuencia. Pero ella aprendió a verlo con tanta naturalidad que más de una vez se olvidó de saludarlo. Oía hablar de él a menudo, porque en su mundo religioso Mario era un tema que aún persistía en la memoria de algunos cuantos. Lo veía mejorar en modales, más seguro de sí mismo, más simpático que nunca, con nuevos lentes porque los primeros ella los había estropeado.

Lo único que siguió desafiando hasta siempre el tiempo y a la moda fueron sus atuendos sencillos, la corbata pequeña y oscura, la chompa de un solo color y delgada bien tallada, los pantalones oscuros y el cabello bien recortado. Así ella se fue acostumbrando a verlo de otro modo, y terminó por no relacionarlo con el adolescente lánguido que se sentaba a suspirar en la avenida en frente de su casa. En todo caso, nunca lo vio con indiferencia, y siempre se alegró con las buenas noticias que le daban sobre él, porque poco a poco la iban aliviando de su culpa por haberlo abandonado.

Sin embargo, cuando ya lo creía borrado por completo de la memoria, reapareció por donde menos lo esperaba convertido en un fantasma de sus nostalgias. Ella lo amaba, pero había aceptado el convencionalismo de un matrimonio y rechazado la aventura que significaba Mario. Solo en la vejez, cuando empezó a sentir que algo irreparable había ocurrido en su vida se dio cuenta que había cometido un gran error. Se arrepintió de haberle dicho NO a Mario.