Quería saber si el profesor colgó la separata en el campus. ¿Pero
no lo has visto en tu campus? No, no lo veo. Entonces no debe estar. ¿Y qué
haciendo? – Adelaida quiere continuar conversando con Antonio -. Nada, aprovechando
en limpiar mi cuarto y luego me pongo a leer el libro de Roxin – Antonio
miente, porque en realidad está escuchando música viendo las fotos de
Elizabeth. ¿Te puedo visitar? – Adelaida quiere verlo y se arriesga. No, lo
siento, pero voy a salir más rato a comer en la casa de mi tía – no tiene
planes de salir, pero tampoco quiere ver a nadie, salvo sea Elizabeth. Bueno –
Adelaida pone su voz seca -, entonces nos vemos en la universidad.
Antonio se siente mal porque no puede corresponder a
Adelaida. Baja a comprar agua mineral. Camina hacia la avenida Chimú porque no
quiere comprarle a la señora de la esquina, se encuentra con Carmen quien le
hace el habla.
¡Antonio! – Carmen se emociona -, ¿y ese milagro que se te
vea? Es que hoy no tuve clases. Habías quedado en venir a visitarme, qué
ingrato te has vuelto. Perdóname, pero he estado muy ocupado, igual sé que te
debo un chaufa. Ya pues entonces aprovechamos. Ahora no tengo hambre – piensa
que sería mejor pagarle ahora la deuda -, está bien; te invito el chaufa, pero
yo no comeré. No, mejor vamos a mi casa, hoy he cocinado, te invito lomo. Pero
no tengo hambre. Vamos, solo un rato; ¿no quieres ver el partido conmigo? –
Carmen le pone una cara de niña. Está bien, tú invitas el lomo y yo la
Inka Cola.
Carmen se pone muy contenta, le coge del brazo, y le comenta
lo frío que está el día. Antonio, se pone pensativo porque Carmen es tan
cariñosa como Elizabeth; nada más que Carmen quiere algo más que amistad. Llegan
a la casa que está en el parque de la Iglesia. Cuando se limpian los zapatos
para entrar, Carmen nota que Antonio lleva yanquis. ¿Y por qué estás con
yanquis? Ayer estuve conversando con un compañero sobre mi estilo huachafo de
vestir y me recordé que tenía estos yanquis. Sí pues, recuerdo lo lacra que
ibas a la universidad – ríe -, a parte de los yanquis llevabas una camisa roja
a cuadros y todos pensaban que eras socialista. Pero se equivocaban porque no
podía ver un estudiante más liberal que yo.
Antonio quiere que triunfe Holanda para que su amigo de la
universidad – que ha apostado por ese equipo – gane. De pronto le llama Arturo,
su ex compañero de trabajo.
Hola Arturo, ¿estás viendo el partido? Claro, hoy la Naranja
Mecánica nos va dar jugo, he apostado cien soles. Yo también espero que gane
los holandeses. Ah y por cierto, ¿vas a Cusco? No cholo, no puedo porque tengo
que pagar en agosto la universidad y quiero cumplir con un proyecto. Pero, ¿cuánto
te puedes gastar en Cusco? Estaba pensando en ochocientos, viajando como
mochilero. Mínimo si te vas de mochilero; pero la grati pues. No tengo grati,
solo un bono. Asu qué feo, en cambio a mí me dan grati, encima me van a dar en
agosto utilidades. Qué bien por ti. Además, como terminó mi contrato me dan liquidación
y luego un bono por nuevo contrato; así que voy a estar bien cargado.
Arturo es ingeniero y desde que se graduó le ha ido muy bien, pero también ha cambiado. Ahora siempre está comentando del poco tiempo que tiene para gastar el tanto dinero que gana.
Yo que tú me voy a Cusco como sea, yo sí voy a Cusco para ver a Elena, tengo que aprovechar las fiestas, ¿no quieres que la salude de tu parte? No hace falta cholo, yo converso con ella casi todos los días – Antonio se incomoda por lo superficial que es Arturo, pero igual quiere ser amable con él. Ah ya, bueno, voy a un chaufa para ver el partido, tú lo ves por Internet, ¿verdad?. No lo voy a ver en un plasma de veinte pulgadas – Antonio mira el televisor que tiene enfrente. Con razón paras misio, ya te compraste un plasma y no tienes para pagar la universidad. No nada, estoy en la casa de una amiga y ella tiene un plasma aquí en su sala. Ya, entonces apretar que hoy tiene que ganar los Naranja. Eso espero. ¡Qué!, ¿también has apostado? No. Ya decía yo, no debes arriesgarte, porque si apuestas seguro que apostarías tu comida del mes. No me gusta apostar Arturo – Antonio se incomoda. Hoy se incrementa mi patrimonio, jajajaja… nos vemos en Cusco, ha perdón, no irás, ya nos vemos cuando vuelva a Lima. Chao.
Arturo es ingeniero y desde que se graduó le ha ido muy bien, pero también ha cambiado. Ahora siempre está comentando del poco tiempo que tiene para gastar el tanto dinero que gana.
Yo que tú me voy a Cusco como sea, yo sí voy a Cusco para ver a Elena, tengo que aprovechar las fiestas, ¿no quieres que la salude de tu parte? No hace falta cholo, yo converso con ella casi todos los días – Antonio se incomoda por lo superficial que es Arturo, pero igual quiere ser amable con él. Ah ya, bueno, voy a un chaufa para ver el partido, tú lo ves por Internet, ¿verdad?. No lo voy a ver en un plasma de veinte pulgadas – Antonio mira el televisor que tiene enfrente. Con razón paras misio, ya te compraste un plasma y no tienes para pagar la universidad. No nada, estoy en la casa de una amiga y ella tiene un plasma aquí en su sala. Ya, entonces apretar que hoy tiene que ganar los Naranja. Eso espero. ¡Qué!, ¿también has apostado? No. Ya decía yo, no debes arriesgarte, porque si apuestas seguro que apostarías tu comida del mes. No me gusta apostar Arturo – Antonio se incomoda. Hoy se incrementa mi patrimonio, jajajaja… nos vemos en Cusco, ha perdón, no irás, ya nos vemos cuando vuelva a Lima. Chao.
jajajjaajajaj
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