Sunday, July 31, 2016

La bella durmiente

Si hacía esto, era por vanidad. ¿Vanidad? Sí, porque yo pensaba que soy lo suficientemente bueno como para poder lograr que te enamores de mí. ¿Y ahora? Ahora es por amor, porque ahora me doy cuenta que eres lo suficientemente buena como para haber logrado que me enamore de ti. ¿Pero ya sabes que no te amo?, ¿dimitirás?, ¿me abandonarás ahora que sabes que no podrás lograr nada conmigo? No, ¿sabes?, el día que me dijiste que nunca podrías amarme, ese día en la noche me la pasé llorando, pero sabes no me importa que ahora no me ames, yo confío en mis fuerzas, en mis argumentos, confió en mi capacidad de amarte y que con eso tú te enamoraras de mí.

Sebastián acomoda a Alejandra en su cama, ella mantiene los ojos cerrados y a penas se mueve para acomodar sus pies.

¿Qué haces Sebastián? Estoy analizando mis sentimientos. Intentas hacer un análisis de tus sentimientos, ¿tú que me dices que cuando el objeto de estudio es subjetivo, nada objetivo se puede lograr? Es que los sentimientos son una realidad concreta, aunque sean difíciles de analizar.

Sebastián se admira del brío de cera que tiene el rostro de Alejandra, se enfoca en sus labios rojitos, que parecen dibujar un corazón. Con su mano – despacio y suave – toca las piernas de su amada, las recorre hasta llegar a sus pies, donde se detiene para oler su humor.

Alejandra, te amo; y haberte escuchado hoy, haber escuchado lo clarito que dijiste fue lo más bonito que hiciste por mí. Que me hayas dicho que no me dejarás y que tu indiferencia y mal trato no han sido producto de tus deseos, sino de tus miedos; que confesarás todo, no solo es confianza; con eso cumpliste con la sinceridad que tanto te he demandado, por lo que me enamoré de ti.

Sebastián, besa a Alejandra; ella está profundamente dormida, pero responde ese beso.






Thursday, July 14, 2016

En Todos Mis Instantes

El Guernica, de Pablo Picasso
Hace mucho que Elena no le visita, piensa que está curado de su recuerdo; pero seguro que le hace falta en este momento que lucha para no tirar todo por la borda a pesar del desamor de Alejandra.

Se ha refugiado en las novelas, la de turno: LA TÍA Y JULIA Y EL ESCRIBIDOR; creyendo que algún día sus encuentros con Alejandra terminarán con final novelesco: ella confesándole que siempre le amó y echándosele a sus brazos. Pero en esos momentos que la literatura le dice que todo puede suceder, que la inflexible Alejandra puede aceptar ser su mujer; vuelve su pesimismo que le dice que eso nunca sucederá, que es mejor alejarse, que poco a poco terminará por olvidarse de la veinteañera.

Ya es de madrugada, Sebastián escribe un post pensando en ella - ¿qué post ha hecho sin pensar en ella? -, un post - ¿éste post? – donde expresa sus muchos cuestionamientos por su mentirosa amistad con la salerosa morena. Toma una copa del vino que no terminaron, lo siente con buen sabor, busca la fotografía desnuda de su musa, se embriaga de pura psicología.

Apaga la pantalla de su ordenador, se pone en la mesa para lectura – un lugar que especialmente ha condicionado, alejado de la computadora -, se quita los zapatos y desea tocar los pies de Alejandra con los suyos. Coge la novela del Nobel, recuerda que prometió a su amigo prestárselo una vez terminado su lectura y decide terminarla, solo le faltan doscientos cincuenta páginas, el formato es mediano, puede hacerlo, se trasnochará no estudiando para el examen final de una farsa cátedra, sino leyendo una novela. Suena su celular.

Hola Sebastián. Hola Alejandra. ¿Estás bien? Sí, gracias a ti estoy bien; si no fueras como eres, si no fueras gestual, me sería insoportable… gracias Alejandra, muchas gracias. Sebastián, estás en mis días y te extraño siempre. Tú estás en todos mis instantes, siempre me despiertas y contigo duermo; yo no te extraño, porque contigo vivo – a Sebastián se le cae una lágrima que Alejandra no imagina. 




Tuesday, July 12, 2016

Discípulo de Onán

La Maja vestida
Francisco de Goya
Keni se levanta, son las once; hoy no tiene ganas de nada. Tenía examen final, pero decidió no ir; está renegando por haberse matriculado en la mañana y no en la noche, lo hizo a insistencia de Sebastián. Se quita el bóxer, ya lo usó tres días, debe cambiarlos; mira en su ropero, busca el negro que marca mejor las letras de Calvin Klein.

No quiere bañarse, así que decide hacer un lavado menudencia: cabeza, cuello, alas y patas con trapo. Hace mucho frío.

Mierda, pero qué frío hace. Si no tendría que estudiar, ahora mismo me iría a buscar solcito a cualquier parte del mundo – recuerda su viaje a Barcelona con su amigo Cristoni -; pero esos días con Cristoni, sí que eran días de relajo, lástima que Cristoni ya no está. Si Cristoni estuviera ahora, otro sería el asunto, no tendría que estar en esa universidad, no hubiese conocido a Yovana y no estaría aguantando tantos caprichitos… tampoco habría conocido a Sebastián – hace una pausa, marca el número de su amigo.

Hola Keni, ¿qué fue niñato? Hola papi, cómo hacemos para la publicidad. Ya te dije, no hay problema, solo que tengo que tener libre para ir al banco. Pero date tiempo, así como me pides tiempo, ya pues – grita – ¡ya pues hijito! Ese Keni, no te preocupes cholito, fácil el jueves después del examen. Ya papi, voy hacer una entrega que te va gustar, te lo paso en la noche. Muy bien cholito, ya quiero leer tu creatividad. Ya papi, me despido. Estamos en contacto.

Se sienta a la mesa, que ya Teresa ha servido para el príncipe. Keni se coloca graciosamente una servilleta a manera de babero, pronuncia sus labios y le manda un beso a Teresa, quien ríe.

Esa mi Teresita, tú debiste haber sido mi madre Teresita; si tú hubieses sido mi madre, hubiese pasado necesidad y no sería el vago que soy. Ay joven, cómo dice eso. Caracho mi Teresita, además me hubieses hecho un hombre de bien, no digo que ahora no lo sea, pero me hubieses hecho un hombre de bien y de trabajo. Jajajaja, ay joven Keni, usted sí que es bien gracioso. Pero dime pues Teresita, qué me harías si fuera tu hijo y ves que estoy tirado en la cama hasta el mediodía. Pues de las orejas te sacaría de la cama. Allí está, yo necesito alguien así Teresita, necesito alguien que me jale las orejas. Si usted gusta le puedo levantar temprano. Ni se te ocurra Teresita – Keni agranda los ojos -, mi sueño es sagrado.

Teresa se va – cojeando – a continuar con la limpieza de la casa. Keni termina su desayuno almuerzo y se encierra en su habitación. Se sienta frente a su ordenador, quería jugar Tekken, pero se anima por ver pornografía, reflexiona mientras se ejercita.

Sexualmente no he progresado mucho, sigo siendo discípulo de Onán, a pesar de estar con Yovana casi tres veces a la semana – me cuesta en promedio cincuenta nuevos soles cada encuentro, a veces el doble -, no me sacio con esos tres días; además que la práctica manual es algo que en cierta medida me hace sentir mejor que estar con Yovana, en el aspecto que soy yo quien controla todo.

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Ella muestra el vello púbico, invitando a que él introduzca su mano, él se sorprende – piensa que disimula bien; pero sus ojos ingenuos y mordida de labios poco naturales delatan su sorpresa. Yovana toma una postura provocativa de una prostituta de alto postín. Él se acelera – no quiere quedarse corto delante de su maja -, pero ella es acaparadora, domina la situación. El placer que ella misma se procura utilizando el cuerpo del pobre Keni, la hace soltar alaridos como los de una gata en celo – y en verdad es una gata, puesto que le araña hasta marcarle la espalda, haciéndole sangrar.

Keni no se siente feliz haciendo el amor con ella, al menos no terminando; y no es porque no quisiera terminar, sino que se sabe torpe en el momento del clímax; se sabe dominado, como una marioneta que cuelga – no de cuerdas sino de largas uñas. Además está otra cosa, su debilidad frente a ella, es a que es la única mujer a quien ha poseído; en cambio ella, amó a más de uno, para ser más exactos amó a tres antes que a Keni.

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¿Cuántos enamorados has tenido antes? Dos – Yovana sonríe huecamente poniendo el dedo entre los dientes, cosa que para Keni le sugería que también ella había experimentado el sexo oral. ¿Y con los dos has hecho el amor? La verdad sí, pero con el primero solo he estado una vez, fue una cosa extraña, no me gustó. ¿Y la segunda? Fue con mi último enamorado, con Paul; ¿te importa mucho eso? No, pero yo no lo he hecho con nadie, y pienso que esto es muy importante. Yo también pienso que el sexo es importante y que debo hacerlo con alguien a quien amo y así ha sido – Yovana recuerda la tercera persona con quien tuvo sexo, definitivamente ese desliz no le contará a Keni -, te amo y sé que me amas, por eso quiero hacerlo contigo. Podemos esperar – Keni se porta como la dama, pero no es una dama, solo es un tipo con principios, su virginidad la pierde con alguien que vale la pena, no con una puta; piensa. 




Monday, July 11, 2016

¿Para qué soy bueno?

Impresión, sol naciente
Cuadro del pintor francés Claude Monet
Para Sebastián no simulo bien, él sabe lo inseguro que soy, que podré tener un auto y vivir en un distrito acomodado, pero sigo siendo – como él lo dice – un niñato. Él sabe lo perdido que estoy con Yovana.


Keni se levanta, son las once, puede marmotear hasta el medio día. El príncipe de la tribu, segundo en la línea de sucesión del imperio de los interiores, no puede levantarse más temprano, lo intenta, pero no puede; debe ser porque se las pasa las noches jugando con su playstation 4, que pronto abandonará cuando su padre – uno de los reyes de Gamarra – le compre el playstation 5 que según las noticias, Sony lanzará este año. Se acomoda su Calvin Klein – curioso detalle, Keni no usa las trusas que producen su fábrica -, coge su cobertor atigrado y se va a su baño.

Qué rico es cagar – habla para sus adentros -, pero hasta me canso de hacer cosas como esta. ¿Para qué he nacido?, ¿para qué soy bueno? No me va bien en el futbol, tampoco soy bueno con… – puja, expulsa su excremento y huele –, pero qué feo huele esta mierda, eso me pasa por comer tanta basura – se limpia y observa sus heces -, esta mierda es KFC.

Lava sus manos, se seca con papel higiénico y coge su cobertor atigrado para volver a tirarse a su cama. Sigue pensando.

¿Para qué soy bueno? – está excitado y se responde -, ya sé, soy bueno para cachar - recuerda sus intimas acrobacias con Yovana.


Sunday, July 10, 2016

El Enfermo

Parte de la "Balsa de Medusa" del pintor
litógrafo francés del Romanticismo
Théodore Géricault.
La habitación es blanca; el piso es de mayólicas grandes y blancas, las paredes blancas y no cuelgan de ellas cuadros ni estantes como antes los tenía; la biblioteca fue sacada al igual que el escritorio; solo quedaron los muebles para la ropa y la mesa para comer; su cama fue cambiada por un catre de metal sin espaldar, cubierto por sábanas y cobertor blancos.


Me parece incierto mi futuro, ya son 3 años que vengo escribiendo de una tal Alejandra que no existe; a veces pienso que es alguna de mis hermanas, que me ha engañado con llamadas. Lo que me sorprende es que los números son distintos y cuando los marco nadie me contesta. Cuando me llama Alejandra, escucho música, parece que toca el piano.

Sebastián está acostado en la cama y lee un libro de Sartre – El Ser y la Nada -, se esfuerza en entenderlo, piensa en que ese mismo libro debe estar leyéndolo la morena pesadilla. Recuerda de su infidelidad a la incógnita Alejandra y le confiesa a la nada.

Alejandra, si vivo es por ti; si hago el amor, también es por ti. Hace quince días atrás me encontré con una trujillana que vive en Miraflores, es economista, debe tener sus cuarenta años, es una buena amante. He tenido dos encuentros con ella, la segunda vez fue hoy en la mañana. Gozamos mucho, creo que ella goza más que yo, porque cuando le hago el amor solo pienso en ti y darme cuenta que a quien poseo es a otra me hace sentir mal; lo hemos hecho en su cuarto, después de eso solo nos hemos despedido. Perdóname por esta infidelidad. 



Saturday, July 9, 2016

Sábado

Sebastián terminó de lavar sus medias e interiores, los tiende en la azotea. Mira el parque y piensa en los mejores momentos que  pasó con Alejandra.


Fueron los mejores, caminar por el cercado, llevarla a la Plaza San Martín para ver la llamita posada en la cabeza de la madre patria, contarle el mito del escultor Benlliure.

Vamos almorzar al Centro. ¿Al Centro? – Pregunta curiosa Alejandra. Sí, allí hay un buen restaurante, y quiero enseñarte algo. Está bien – Alejandra tiene tiempo, y piensa algo interesante le puede ensañar su amigo.

Caminan hasta Malecón y toman un carro que va Abancay. Bajan a la altura de la Biblioteca y caminan por Jirón de la Unión hasta llegar a la Plaza Mayor, Alejandra no quiere entrar en ninguno de los restaurantes de allí. Sebastián no tenía ningún problema con los precios, está dispuesto a gastar con ella en un sábado frío de Lima como este.

Pero el otro día vine aquí y me gustó mucho. Ay Sebastián, tú no sabes de comida, yo he comido aquí y nada bueno me ha parecido. Bueno, entonces vamos a la Plaza San Martín, quizás allí encontremos algo. Está bien.

Alejandra va sencilla, lo más sencilla que se puede imaginar una mujercita así podría estar, pero camina como si fuera una artista. Sebastián la mira – aunque más la admira -, y sonríe por lo coqueta que se pone; le sugiere para caminar por una calle paralela a Jirón de la Unión, pero ella insistió en ir en medio de la gente, no lo hizo porque quería sentirse como Sebastián piensa que ella se siente al lado de tanta gente: una princesita que se extraña de estar cerca a la plebe; ella pidió pasar por allí porque sabía que se encontraría con las miserias, con la gente mutilada, con los mendigos de ojos reventados y otros seres humanos dañados; no lo hizo por curiosidad de verlos, lo hizo porque al pasar junto a ellos es como hacerse fuerte de lo que no le gusta de su sociedad, como comulgar con el sufrimiento de esa Lima tan miserable.

Sabes Sebastián, esto es lo que no me gusta de mi patria, creo que si tú fueras político, te pediría que hagas algo por ellos. ¿Y qué crees que se puede hacer? – Sebastián la escucha tan inocente, ingenua, pero muy noble. No sé, quizás las llevaría a su casa. Pero de allá vienen, creo que lo más conveniente es llevarlos a un centro de cuidado, donde se les pueda dar calidad de vida. Sí Sebastián, pero no pueden estar así mendigando, exponiendo sus miserias; por estas cosas es que me doy cuenta que esos políticos son unos corruptos.

Llegan a la Plaza San Martín y se acercan al primer restaurante que encontraron. Ella pide de entrada una papa a la huancaína y él un caldo de dieta; de comida, ella se sirve un bistec a lo pobre – Sebastián se da cuenta de lo contradictorio de su elección siendo que hace poco nomas se quejaba de la miseria de nuestra sociedad -, él pide un pollo saltado. 


Thursday, July 7, 2016

Feliz día profesor Rivas

El profesor entra a su salón, todos sus estudiantes gritan y le tiran picapica que hicieron con papel periódico, la brigadier le abraza y da un beso e improvisa un discurso.


Profesor Rivas, tenga usted buenas tardes, el día de hoy mis compañeros y yo queremos hacerle un homenaje por su día, por ser un buen profesor, aunque un poco estricto... – la estudiante hace sonar su garganta -, la verdad es que usted es muy estricto, pero sabemos que lo hace por nuestro bien. Estamos muy agradecidos por lo que nos enseña y porque es nuestro tutor. Feliz día profesor Sebastián.

Otra estudiante se le acerca con una bolsa negra, el profesor Rivas recibe el obsequio y un abrazo. Le toca hablar, qué decir, en realidad no se siente un buen maestro, siente que siempre para estresado y cansado y que seguro que no lo hace también como tutor como para merecerse nada. Igual tiene que decir algo.

Muchas gracias jóvenes, no puedo decir que me han impresionado porque eso sería mentirles, desde la mañana ya tenía entendido que las clases se suspenderían y que tendríamos esta celebración después del recreo, sin embargo veo que se han esforzado bastante en traer su equipo, ordenar y decorar el salón, así como traer estos bocaditos y regalo, muchas gracias.

Así de corto, Sebastián se siente incómodo porque no sabe qué hacer, prefiere dictar clases a estar a la merced de lo que se les ocurra a sus estudiantes. Ellos ríen, gritan, bailan – pocos -, no hay organización y es lo que más le incomoda. Karla se aprovecha y sale del salón junto con su enamoradito, Julio y Jason se la paran molestado a las chicas, mientras el grupo de Patricia está comiéndose todos los bocaditos. Todo es una desorganización, así que el festejado decide hacer un juego para celebrar mejor, pero los varones no quieren jugar así como algunas chicas tampoco.
Sebastián se molesta y decide acabar con la seudocelebración. Pide que se limpie el piso y que vuelvan las carpetas a su lugar. Ordena que lean el texto escolar que tomará examen.

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Revisa Facebook para ver si Alejandra le respondió el mensaje. No lo hizo, aunque vio su mensaje, ella no le ha escrito. Sebastián piensa que quizás le escribirá más rato o le llamará. Espera toda la noche para saber algo de ella, pero nada, ni siquiera una preocupación como sí lo hacía Elizabeth para esta fecha. Sebastián se va a la cama.

Suena el celular.

Feliz día cholito, seguro estás festejando. No, estoy en mi habitación, tuve problemas con mis lentes y tengo gripe. Ay que penita cholito, yo estaba pensando que estarías festejándolo con tus colegas. Muchas gracias por el saludo Elizabeth, ahora dormiré.

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Son las diez, el celular suena.

Feliz día maestro. Muchas gracias Luiz, muchas gracias amigo. Seguro soy el primero en saludarte. No, ayer antes de acostarme me saludó Elizabeth y claro, en la tarde de ayer me saludaron mis estudiantes. Pero yo soy tu primer amigo que te saludó. Eso sí. ¿Y qué fue ayer? Nada, tranquilo todo en calma, tengo gripe. Asu, qué mal. Sí, ¿quién crees que me lo pegó? No me imagino. Alejandra. Asu, todo lo malo viene de esa mujer, no solo te deja con muchos trabajos sino que hasta te pega enfermedades. Jajajaja.

Sebastián se levanta, se cambia de ropa, lava la cara y sale al mercado a desayunar. En el mercado, pide un jugo de papaya y dos panes con palta. Suena nuevamente el teléfono, se emociona porque de seguro que es Alejandra.

Hola maestro – es characato -, ¿qué tal la estás pasando? Bien cholo, aquí; estoy pensando hacer un video para reflexionar por este día. A qué bueno, si gustas te apoyo. No, lo haré con Keni, he quedado con él. Ya cholito, más bien quería aprovechar que hoy estoy libre para invitarte un caldo por tu día. Muchas gracias, pero estaré haciendo el video con Keni me supongo en la tarde y parte de la noche. Ya cholo, pero igual queda en pie mi oferta de caldo. Muchas gracias.

Sebastián termina su desayuno, paga y se despide. La señora – que es su casera – le saluda con un, feliz día profesor Rivas; él sonríe y agradece.

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En su habitación se pone a redactar el ensayo para el video sobre el día del maestro. Le escribe a Keni, pero él no contesta. Sus ojos le molestan porque no está usando lentes. Recuerda que debe recoger sus lentes, quisiera que le acompañe Keni, pero seguro que estará en otra el muchacho. Termina con el ensayo. Así que se pone limpiar su habitación.

Otra llamada. Si no es la de Alejandra, sencillamente no le importas, se dice.

Hola, coleguita, quería saludarte por nuestro día. Muchas gracias profesora, de igual menera tenga usted un feliz día del maestro, ¿cómo lo está pasando? Bien, aquí con mis hijos y nietos, ¿y usted coleguita?, ¿cómo lo está pasando? Bien, solo un poco resfriado, pero descansando. Ay que bueno – lo dice tan pausada -, qué bueno coleguita, espero que tenga un bonito día y se recupere de su resfriado. Gracias, hasta mañana. Hasta mañana.


Definitivamente a Alejandra no le importas, esperas mucho de ella, tontamente esperas un gesto que jamás tendrá contigo.

Tuesday, July 5, 2016

Ombligo

Se quita los pantalones, ella le mira las piernas velludas, él le sonríe, él se quita las graciosas medias verdes, ella pasa vista por los pies de su amante y los ve perfectos. Hacen el amor, y se quedan pegados tratando de abrigar sus cuerpos con el del otro, igual sienten frio por las aristas de sus delgadas anatomías.

Sebastián piensa en que debió tocar el ombligo de Alejandra cuando ella le mostraba el abdomen rollizo con afán de molestarle. ¿Tendrá otra oportunidad?, ¿Alejandra será así de complaciente otro día?, ¿algún día permitirá que la vuelva abrazar por detrás?, ¿podrá besar suavecito los pechos de su amada como ahora roza sus labios en los de su amante?

Camila mira los ojos de Sebastián y se da cuenta que son pardos, las pupilas aún las tiene agudas, está excitado, pero no es por ella; es por aquella chiquilla de su universidad. Le acaricia, es un buen domingo; el otro se la pasó sola en su habitación leyendo sobre corresponsalía.

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Suena el celular, es Alejandra.

No podré ir ahora Sebastián. No te preocupes, yo igual estoy por salir.

Sebastián toma una ducha, se pone los mejores jeans que tiene, medias azules, zapatos marrones, tres polos, una casaca y un chullo. Abre su puerta y encuentra a la dueña.

Joven Sebastián buenas tardes – la señora es muy educada. Señora, buenas tardes. Joven, quería pedirle un favor, no sé si podrá adelantarme el mes, tengo que hacer unos pagos atrasados. Bueno, ahora no tengo dinero – Sebastián no tiene dinero en su habitación, normalmente todo lo tiene en sus tarjetas -, pero le puedo alcanzar en la noche. Por favor joven, me haría un gran favor. No se preocupe señora… espere. Dígame joven. No, nada – Sebastián pensó que sería una impertinencia preguntarle por los llantos que últimamente escucha todas las noches, sabiendo que son los de ella -, solo quería decirle llego a las once, ¿habrá algún problema? Ninguno joven.


Baja las escaleras deprisa, encuentra una cucaracha y la pisa, recuerda el miedo de Henry por las cucarachas.