Sebastián llamó ayer a Elena y para disculparse le escribe
un mail:
Perdóname por molestarte... solo quería saludarte. A veces estoy haciendo
mis cosas - estudiando o trabajando - y de pronto me da ganas de saludarte, entiéndeme
que necesito escucharte. Sé que te incomoda, pero necesito dirigirme a ti, no te molestes.
Tengo ahora dos pequeños compromisos contigo, no quieras
desconsiderarlos por esta muestra de debilidad mía. Te digo que no estoy
triste, estoy tranquilo pero tengo la necesidad de escribirte.
Tengo miedo que pronto lograrás tu objetivo y ya no te veré
con la misma frecuencia. Quiero que lo logres; mereces que tus objetivos se
cumplan porque eres tenaz e inteligente.
Me nace un cierto temor que las cosas que haga me demande
usar más tiempo y no poder prestarte atención como te mereces. Pero lo haré
porque eres un impulso para cada día mejorar ya que te admiro y te amo. Sabes, quiero ser como tú en la medida de tu buen carácter y tus ganas de luchar, te
admiro porque en estas nuevas circunstancias estás demostrando el valor
que tienes.
He escrito mucho y he buscado a mucha gente para saciar la
necesidad que no he logrado satisfacer; esto con la finalidad de no cometer
errores y honrar a mis padres y también honrarte.
Gracias, por leer esto y no tomarme a la ligera.
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