Wednesday, October 27, 2021

El Principito

Sebastián se levanta tarde, mira la hora en el reloj de pulsera que tiene en la mesita de noche, son las diez. Pisa el suelo para sentir el frío de las mayólicas, se alegra que su habitación esté limpia. Se quita el pijama y la pone en el cesto de la ropa sucia, ya era hora de cambiarla; se va a la ducha y hace caer el agua rápidamente, quiere sentir el frío, quizás eso le quite los dolores de cabeza. Cinco minutos es sufiente, piensa. Toma la toalla blanca, se le cae la toalla de cara, no se da cuenta.

Se vuelve a la cama, coge el principito y lee. Se mira en el espejo, está panzón, como no quiere. Pero se anima, mira que tiene más cabello que antes, quizás la loción esa sirvió, Manuel le aconsejó que compre una loción para el cabello.

Lee la parte en que el Principito se siente miserable por sufrir por una rosa, una rosa que creía que era única en el universo, a la cual había dado su tiempo para regarla todas las mañanas, y resulta que era una rosa común y corriente como las otras que encontró en la Tierra, piensa que es así lo que le pasó con Azul. Seguro ella pensará que es única, que es la más bella entre todas las mujeres, que es especial, pero así como ella, muchas mujeres hay, en verdad lo único de peculiar y extraordinadio que ella tiene es que precisamente él se fijó en ella. Porque el valor lo da uno, o como diría el zorro, el hecho es que alguien te domestica, y ya está, ahora tienes que llorar cuando ese alguien se va.

Se pone la ropa, decide por unos shorts y se abrica, es una locura, va con zapatillas, shorts y chompa, seguro que la gente le mirará como diciendo, y este loco. Pero espera eso, quisiera que la gente se dé cuenta de su existencia. Desayuna en el mercado, conversa con su amiga del desayuno, ella le hace el habla y él le responde amablemente con una ingenuidad. Estaba olvidando el Principito en el mesa, su amiga le recuerda.

En el parque se sienta y decide terminar la obra, es pequeña y es buena, en un momento crucial, como cuando el Principito se despide del narrador, le salen lágrimas, recuerda a su amigo que murió, recuerda a los amigos que perdió, recuerda a Nella en su cama con los dolores de la enfermedad, se recuerda de sus propios dolores caprichosos.

Unos jóvenes sucios, parecen ser venezolanos, le saludan como queriéndole pedir algo, pero no se atreven. Él les hace el habla:

(-) Hola, ¿te podría regalar algo sin que pienses mal ni te enojes?

(-) Lo que sea papi, bienvenido sea.

(-) Esperame aquí.

Sebastián va a la esquina y compra medias, tres pares por cinco. Se acerca al muchacho y se los da. Él está andando con sandalias y unas medias que están muy sucias. Sebastián quería colaborarle con algo a la señora que vende en la esquina, y al ver al joven tuvo la oportunidad de ayudar a dos personas, cree que su compra valió doblemente la pena.

(-) Gracias pana, pero nosotros tenemos hambre.

(-) Ok, ¿les invito tequeños?

(-) Muchas gracias.

(-) Tomen – Sebastián les da tres soles -, con esto podrán comprar, serían muy gentiles de comprarle al señor de la esquina, él es mi amigo.

(-) Gracias pana, que dios te lo bendiga.

(-) De nada.

Sebastián camina regreso a casa leyendo las últimas páginas del libro. Se siente bien, el sol ha salido. Sonríe.