Thursday, July 27, 2017

Elena, el joven y el anciano

Me rehúso,

Suena, la historia romántica de un reguetonero. El Caballero Blanco trata de identificar de dónde viene. Qué tontería, cómo es posible que en una biblioteca se escuche música, quién es el antropoide que escucha música aquí, para colmo esa tontería de reguetón. Se da cuenta de su soledad, está en el medio de la sala de lectura y no hay nadie, la música viene de afuera, de un grupo de jóvenes, tan jóvenes como él. Ella voltea, allí está, es ella nuevamente.

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Nos vamos a las seis y media – amenaza Sebastián. Pero tu amigo se levanta tarde – se preocupa Cristel. ¿Quién te dijo eso? – sonríe Sebastián. Me lo dijo Estrellita, ella dice que Keni es un dormilón. Jajajaja… ¿tú le has dicho eso Estrellita? Tú me lo dijiste una vez – responde pícara la flaquita. Tío, ¿pero no será muy temprano? – pregunta Diego. Viajaremos por lo menos dos horas, así que es mejor salir temprano para poder hacer el recorrido completo. ¿Dónde está Lachay, tío? Al norte, pasando Huaral.

Nella sirve el almuerzo para todos, se alegra contemplando a sus nietos y a su hijo.

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Ella no es Elena. Esta jovencita debe ser de la edad del Caballero Blanco, aunque Elena no parece ser mucho mayor, por sus ademanes se le nota madura. Él no sabe que Elena le lleva 15 años, no se nota, Elena es hermosa y tiene la maldición de no envejecer.

Cierra el libro, lo coloca en su mochila y sale lentamente para poder ver a la hermosa señorita de piel canela. Pero sus ademanes la delatan, no es la mujer que vio en el restaurante, la forma torpe en que se para, lo escandalosa que ríe, claro que no es, aunque se parecen, se descubre al acercársele que no es la mística mujer.

Cruza al grupo de pigmeos oscuros, y se cuestiona porqué está tan preocupado en volver a ver a esa mujer. ¿Me sonrió?, ¿o fue un tic nervioso? Ella sabía que le estaba mirando y por eso me sonrió, pero cómo hacer para volver a verla, quizás coincida en el mismo restaurante, eso  haré, iré a almorzar allí hasta encontrarla otra vez y me le acercaré.

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Hola Elena. ¿Cómo estás Sebastián? – Elena sonríe como la primera vez. Bien, aunque con un dolor de espalda, que me está preocupando porque justo fue con un dolor de espalda con que nos enteramos del cáncer de mi madre. No te preocupes, tú vivirás cien años. Y eso me preocupa, cuando tenga cien ya no parecerás mi hija, dirán que ando con mi nieta.

Elena le besa la frente, a él le cae una lágrima. El mozo se acerca y  le da la carta.

Por favor un cappuccino – mira que cuesta quince soles y se dice para sus adentros que no importa, ya para qué ahorrar a esta edad, al menos que piense que llegará a los cien. ¿Algo más señor? Para la dama, una manzanilla. ¿Cómo dijo señor? – el mozo se contraria. Sí, me trae también una manzanilla. Muy bien señor.

Te ves hermoso, pareces un oso a quien da ganas de apapachar – Elena sonríe como la primera vez. No sonrías así, así enamoras. No, ya no puedo enamorar. Elena, pronto cumpliré setenta años. ¿Y recuerdas que habías muerto a los treinta y cinco? Sí, lo recuerdo, y no entiendo quién es el que está vivo, ¿tú o yo?

Entra el Caballero Blanco, y ve a un anciano que parece un maestro de universidad. Tiene dos tazas, su compañía debe estar en el servicio, piensa. Se sienta en la mesa de al lado, y se sorprende al escuchar que el anciano está conversando con una mujer que no se ve. 




Thursday, July 6, 2017

Natus Vincere en el Apu Cristóbal

El profesor Rivas asciende con sus estudiantes, antes quería subir acompañado de ella, ahora le remplazan diecisiete chiquillos desinteresados. En ese cerro de historia y religión, de cultura y basura, de una muestra más de la cruz de la conquista; allá va, a recordar una historia personal fallida.

Alicia mira al profesor, él mueve las cejas, ella esquiva su mirada. Es un profesor complicado, pero nos trajo aquí, y no está nada mal. ¿Falta mucho?, tanta cruz… - Soraya es interrumpida por un empujón de Derek, ella corre para hacerle pagar su insolencia, y Alicia aprovecha para gritar eufórica. ¡Maldito!, por qué  no te metes con una de tu tamaño – no se sabe si lo dice porque Soraya es la más pequeña del grupo o porque Derek es el más alto.

Derek ríe, y se notan sus dientes blancos, corre, corre, corre como Forrest Gump, saca la lengua y ríe porque la pobre Soraya no le alcanzará, pero luego piensa que sería mejor que le alcance, la pobre merece vengarse; para en seco y Soraya le ametralla con unos golpecitos de puño que hacen que Derek ría más.

A ver jóvenes, vamos a parar aquí – el profesor Rivas quiere hacer un comentario -, allá pueden ver el Presbítero Maestro, un cementerio museo, que tiene el plano de una acrópolis – los jóvenes no saben que es una acrópolis. ¿Y se puede todavía enterrarse allí? – pregunta Ariana. Entiendo que sí, aunque no muchos se animan. ¿Y se puede ir de noche? – Derek salta apoyándose en los hombros de Bryan. Sí, pero esos tours son en fechas específicas y es muy caro. ¿Por qué no vamos profesor? – Bryan se emociona. No creo que podamos ir, sus padres no estarían de acuerdo; avancemos.

El profesor Rivas mira a sus estudiantes. Rocío se toma una foto en cada cruz que va encontrando, la misma posición, con la v de vengadora, con una sonrisa de selfie. Derek y Bryan se adelantan, corren, ríen, molestan a Soraya, son felices. Andy camina solo, aprovecha en pensar, en pensar como parece – para el profesor Rivas – que no lo hace, pero Andy piensa, es oportuno, no vino Israel, su fiel amigo como un perro. Alicia conversa con Sofía sobre la camiseta del salón. Tomás y Carlos están contentos, a pesar que ellos no son del aula del profesor Rivas, él les invitó. Las chicas saludan a los turistas que suben con el mirabus gritando, hello, good morning; pero no se dan cuenta que esos son turistas peruanos.