Las doce, la boda comienza en una hora y Sebastián recién se
levanta. Ayer estuvo pensando en el poema para Mónica y aunque ya lo tiene casi
listo, no le sale la última parte, aquella en que la chica recibe un beso,
piensa que le sería más fácil escribir esa partecita si es que él fuera quien la
hubiese besado.
Alista lo que se pondrá, lustra sus zapatos, escoge las
medias azules Hush Puppies, bóxer, bivirí, camisa crema – recuerda que su amigo
es hincha de la “U” -, corbata azul con rayas blancas, chompa delgada y terno
impecable.
Se desnuda, se ve en el espejo, le agrada verse delgado. Se
sirve un vaso con agua, lo toma y se da valor para ir a la ducha, está haciendo
mucho frío, no tiene terma, tiene que aguantar.
Se seca y tira a la cama, tiene pereza y no quiere salir de
su habitación. Piensa en Elizabeth, que le gustaría que ella le acompañe; piensa,
también, en Elena y recuerda el día de su matrimonio, matrimonio que no pudo
asistir y que gustoso hubiese ido a pesar que no fue el novio.
Es la una y él sigue desnudo en su cama, da un brinco y se
va al baño para lavar los dientes. Pone la radio y suena una balada que le
recuerda el tiempo en que estaba enamorado de Elena. Se viste y sale sin apuro.
Toma un taxi, el taxista es un joven.
¿Cuánto se demora al Convento Santo Domingo? No sé, quizás
treinta minutos. ¡Oh Dios!, mi amigo se va molestar, su boda ya ha comenzado y
yo estoy aquí. Pues si yo fuera su amigo y fuera mi boda, estaría más pendiente
en otras cosas. ¡Claro!, como por ejemplo que llegue el testigo. Por supuesto,
es más importante el testigo. Yo soy el testigo.
El taxista pone música y acelera.
Sebastián mira por el espejo a la gente y recuerda que Elizabeth
quedó en que le llamaría, quizás llame y pueda darle el alcance para el
almuerzo. Se le va la esperanza, si ella quisiera, ya hubiese llamado o escrito
algún mensaje en facebook, pero no escribió nada, seguro que no quiere verlo.
Ese es el Santo Domingo, me bajo aquí, ¡gracias! ¡Gracias a
usted señor! – Se despide amable el taxista.
Sebastián tiene ganas de ir al baño, pero en esta
circunstancias cree que puede sufrir el ardor el tanto que ha de sobrar de la
ceremonia. Se calma al ver a Richard esperando a fuera.
¡Richard!, ¡Sebastián! – se saludan. ¿La novia todavía no
llega? No, se ha retrasado un poquito. ¿Estás seguro que vendrá? Por supuesto,
la acabo de llamar. Yo que tú, me hubiese venido con ella, ya son las dos, la
ceremonia tuvo que haber comenzado una hora antes. Sí pues, es que Liliana
siempre ha sido así de tardona. ¿Nos tomamos una foto? Claro.
Le piden a un invitado que les tome la fotografía.
Acércate un poco más y abrázame para que piensen que me quieres
– Sebastián molesta a Richard que siempre ha sido muy serio.
¿Se van a casar? - un turista les pregunta. Nos gustaría,
pero en el Perú todavía no se puede – Sebastián le responde graciosamente.
De pronto viene el tío de Richard con su enamorada.
¿Ese es Eddy? Sí, y ella es su novia, se van a casar pronto.
Pues dile que se apresure porque si no se va casar calvo – Eddy tiene menos
cabello que Richard.
La novia no llega, Richard se pone nervioso, Sebastián
aprovecha en ir al baño.
Liliana llegó virginalmente vestida, y de pronto un enjambre
de paparazis improvisados disparan sus cámaras, Sebastián es uno de ellos.
Una señorita pide a Sebastián que le tome una fotografía con
los novios, él es cortés.
¿Eres familiar de la novia? No, soy su amiga, ¿tú eres familiar
del novio? Soy su amigo.
Después de un largo discurso del representante de la municipalidad,
se dirigen a la recepción, Sebastián sigue acompañado de la amiga de Liliana.
Estuvo muy bonita la ceremonia, ¿tú tienes novia? No, ¿tú?
Tampoco, pero sí me gustaría casarme. A mí no, creo que el matrimonio es algo
antinatural. ¿Por qué? Pues el hombre, antes de la existencia de la cultura, ha
sido polígamo; la monogamia es una creación reciente y el matrimonio es algo
moderno para la existencia del hombre; ¿cuánto puede durar una pasión?, que en
algunos casos dure un poco más es como una enfermedad crónica, no es normal.
Les sirven unas copas para brindar. Richard mira a su amigo y le levanta la copa. Sebastián se contenta por el gesto de atención.
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