¿Por qué no llevas el mismo apellido de tu madre? Porque
ella no es mi madre, mi madre me abandonó cuando era un bebé, pero mi madre
adoptiva me quiere como si fuera su hijo de sangre. ¿Y cómo sabes si no tienes
hermanos? No lo sé, le pregunté a mi padre y me dijo que no.
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El Sr. Rivas se separó de su mujer para los años ochenta, en
ese tiempo conoció a Maritza, con quien tuvo dos hijos (niña y niño). El señor
Rivas descubrió una infidelidad de Maritza para el tiempo que ella tenía a su
hija mayor, por ello no la reconoció y manteniendo siempre la duda de otra
posible infidelidad, decidió separase de ella y llevarse a Sebastián. Pasado un
tiempo su esposa le perdonó y aceptó al niño como si fuera suyo.
Maritza trabajó como empleada para un matrimonio que no
tenían hijos, por lo que ellos adoptaron a la niña, aunque la niña reconocía a
Maritza como su madre, ella vivía como la hija de los señores y, al morir
ellos, le dejaron la casa y otras pertenencias.
Maritza vivía con un hombre borracho y tuvo otros hijos.
Quiero saber quién es mi padre. Para qué, a él nunca le
interesaste. A ti tampoco te interesé mucho. Te sorprenderás cuando te diga
quién es tu padre. ¿Quién es? Es el padre del amigo de Eduardo. ¡Qué! Así es, y
probablemente ese chico o sea tu hermano. ¡Y no te importa!, ¡ni
siquiera le has dicho nada! No me importa, tú tampoco me importas.
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Sebastián llama a casa de Elena.
Elena, ¿cómo estás? Bien – no suena bien -. ¿Has almorzado?
Sí. Dime la verdad, ¿has almorzado? No, no tengo hambre. ¿Por qué Elena?, ¿por
qué no almuerzas?, te estás haciendo daño. Sebastián no quiero hablar contigo,
he discutido con mi madre y estoy muy triste – Sebastián tiene la necesidad de
estar con Elena para consolarla -. ¿Puedo ir a verte? Pero es la una de la
mañana, Maritza se puede molestar, mejor ya mañana nos vemos. Te quiero Elena,
y no quiero que sufras, lo que te haya dicho tu mamá no tiene importancia;
quizás ella no se da cuenta el daño que te hace, sé fuerte, y cualquier cosa,
por favor cualquier cosa llámame, el fijo está en mi cuarto, no tienes por qué
hacerte problemas, si es de madrugada, de muy mañana o de muy noche, llama. No
te preocupes, descansa, yo también dormiré.
Elena se echa a su cama, llora, llora porque recuerda a su
padre llorando en su cama cuando su madre le traicionó – en realidad no lo
recuerda, solo lo imagina –; piensa en todo el dolor que le habrá representado
esa mala mujer – Maritza – al Sr. Rivas, a tal punto de alejarse de ella
llevándose a Sebastián.
Sí, ahora lo recuerdo, mi papá me abrazaba, me daba beso… -
piensa en voz alta -, me recuerdo que era serio y que llegaba tarde de su
trabajo, pero era buen padre porque trabajaba por su familia. Sí, a veces
tomaba, pero no era malo, me quería. ¡Por qué mamita!, ¡por qué! – golpea la
cama - ¡por qué me hiciste esto!, ¡por qué nos hiciste esto! ¡qué mal hicimos
para que seas así con nosotros! Yo te quería Maritza, pero mira lo que nos has
hecho, no te das cuenta lo que le has hecho al Señor Rivas, lo que le hiciste a
Sebastián y a mí.
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Elena se acerca a la casa de Sebastián, toca el timbre y le
abre el Sr. Rivas.
¡Feliz día del padre Sr. Rivas! Gracias Elena, Sebastián ha
salido hace ratito nomás, se fue a comprar a la ferretería. No viene por él,
solo quería saludarle por el día del padre; ya me voy.
Estimado excelente sentimientos .
ReplyDeleteQué huevada, o sea Sebastián está con su hermana!
ReplyDeleteCarlos:
ReplyDeleteCholo, estás jodido...