Elizabeth se despide de Mario.
Te juro que si te vas, no me volverás a ver. Pero yo te
quiero volver a ver. Te juro que si te vas no te voy a recibir más. ¿Eso es lo
que quieres? Te juro que si te vas, me olvidaré de ti.
Elizabeth piensa que Mario no habla en serio.
Yo voy a volver – sonríe – y si no me abres voy a llamar
varias veces y me abrirás. No voy abrir, me dejaste una vez y no lo soporté, así
que si te vas, no quiero volver a verte más.
Mario se acerca a Elizabeth, la besa, intenta hacerle el
amor pero ella lo rechaza.
No. Está bien, tranquila – la trata de animar, y ella va
aceptando -, gracias, gracias – la besa, y le comienza a quitar la blusa. No,
por favor no. ¡Por qué no! – Mario llora y la sujeta, pero ella se suelta -.
No, he dicho no.
Elizabeth no puede ver a Mario de otra manera que no sea como
el maestro, el hermano mayor, no puede amarlo.
Es el efecto Pigmalión, el escultor se enamora de su obra.
¿Por qué eres tan cruel conmigo? No lo soy. Es que no es
suficiente que te amo tanto y que a nadie podré amar como te amo, dime ¿me
amas? No me preguntes eso, sabes cuál es la respuesta. Te estoy preguntando,
dime ¿me amas? Sabes que te aprecio mucho, y que no te puedo amar.
Me voy. Está bien. Y voy a volver…
No comments:
Post a Comment