Son las cinco, el sol sigue brillando, de pronto suena la
ventada por el golpe de la piedrita que Elizabeth ha lanzado. Sebastián corre
la cortina y la ve sonriente, dándole un beso. Ese beso le dolió, porque es un
beso a la distancia y no se lo va dar cuando suba, solo está bromeando.
¿Por qué eres mala? ¿Por qué? No me has contestado las
llamadas. Es que he estado muy ocupada; ábreme, tengo que irme pronto.
Sebastián le tira las llaves. Mientras ella sube, él se pone
un short porque estaba sin ropa. Se saludan con un beso, Elizabeth se pone un
poco tímida porque él está con el dorso desnudo.
Estaba por bañarme, ¿me esperas un rato? No, ya me tengo que
ir, solo vine a despedirme, quiero agradecerte por todo lo que has hecho por
mí; has sido el mejor amigo que he tenido y quería agradecértelo con este
pequeño presente. Gracias, pero no tenías por qué hacerlo. No, claro que tenía
que hacerlo, tú me has dado mucho y lo has hecho sin ningún interés – Sebastián
se dijo así mimos que su interés era ella -, espero que te guste, ábrelo.
Es el libro “La Historia de la Corrupción”, Sebastián quería
comprarlo aquella vez que ambos fueron juntos a la feria, pero como no le
alcanzaba no lo pudo llevar. Dicho libro costaba por lo menos cuarenta soles y
se preocupó porque Elizabeth haya hecho ese gasto.
¿Pero por qué?, a ti te falta dinero ahora y compras esto.
Tú lo querías y era lo único que pensé que podría regalarte, eres muy
quisquilloso con las cosas y no podía arriesgarme, ¿te gusta verdad? Claro que
me gusta –le hizo sentir mal porque pensó que era demasiado sacrificio -.
Entonces léelo porque seguro que nos volveremos a ver cuando lo hayas
terminado.
Sebastián la miró de frente por última vez y se prometió que
terminaría de leer el libro antes de la quincena, después de sus evaluaciones.
Ella le alzó los brazos y él le respondió. Sintió el cuerpo rollizo de
Elizabeth y lo sintió tierno.
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