Antonio no se dio cuenta del mensaje, estaba muy entretenido
con la conferencia del profesor Pease. Salió con ganas de dormir en el carro,
ya que en la mañana había ido a notificar hasta Lurín y estuvo todo el día en
la calle. Solo cuando despertó, por el Puente Nuevo, tomó interés por su
celular. Pensó que no debería responder, quería dormir porque el día
siguiente tendría el examen para profesores. Estuvo muy preocupado porque su
trabajo y unos problemas en casa no le dieron el tiempo suficiente para
estudiar, quería leer un poco el DCN y echarse a dormir para estar fresco para
el examen, pero el deseo le dominó el pensamiento.
Mensaje de Antonio: ¿Dónde estás? En cinco minutos llego al
Puente Nuevo.
Mensaje de Elena: Estoy en la fuente de soda, ¿me recoges?
Tanto Elena como Antonio tienen la costumbre de escribir con
cierta corrección, siempre usan ambos signos de interrogación, no les importa
si es el celular o el facebook.
Antonio vio a Elena en la fuente de soda, se alegró de verla
después de mucho, estaba linda. La saludó con un beso y se sentó a su lado.
¿Demoré mucho? No, me acabo de comer una empana y un
refresco. Ah qué bueno, entonces me acompañarás con algo. No, ya no quiero
comer, estoy satisfecha. Yo no he comido nada desde mi almuerzo, ¿te molesta si
pido algo? Claro que no, ¿quieres comer aquí? No, quiero ir a comer un caldo al frente. Ya, vamos.
Antonio paga la cuenta y cruzan para el restaurante.
Mientras él come, ella lo mira y se da cuenta que Antonio no ha cambiado nada,
ella siente que está envejeciendo y se preocupa que no vea eso en Antonio.
¿Por qué me miras tanto? Porque te veo igual, pasa el tiempo
y sigues igual. No creas, cuando veo a mis compañeros en la U me doy cuenta
que estoy envejeciendo. Además ahora que estoy en
el estudio me paltea mucho ser el mayor de los practicantes. Pero nadie notará
que tienes treinta y cinco años. Quizás tú no lo notes, pero Elizabeth sí. ¿Por
qué lo dices? Porque cuando le pregunté si me quería, me dijo que me quería
como su hermano mayor. Jajajaja.
Llega la mesera y comienza a limpiar la mesa – como diciéndoles
ya terminaron, ya se pueden ir -. Antonio paga y le pide una bolsita de cancha
y la mesera sin gracia se va y trae una bolsita.
Cruzan la pista juntos, ella le coge de la mano y él la
rechaza recordándole que puede que alguien conocido los vea. Elena no entiende
que sea por eso, piensa que el problema es Elizabeth.
¿Qué vas hacer mañana? Voy a dictar clases de lógica a
Pamela – no le cuenta lo de la evaluación. Quería ir a la montaña – Antonio quería
sacarle en cara las tantas veces que le pidió y esperó para que se animara ir a
la montaña con él. Me hubiese gustado ir contigo, pero no puedo, he quedado con
Pamela, ella tiene examen el lunes en su universidad. No te preocupes Toñito –
Elena quería proponerle ir el próximo domingo, pero temía que también le
rechace así que ya no insistió.
Era ya las diez, llegan a la habitación de Antonio, hacen el
amor, conversan echados desnudos.
Ya me tengo que ir. Sí lo sé, cuánto me gustaría que algún
día duermas conmigo. Puede ser alguna vez, cuando Henry se vaya de viaje,
podría ser. ¿Sí no?, ¿y cuándo se irá de viaje? No sé. Nunca, Henry no viaja
más que una tortuga en una maseta. Pero una vez salió de viaje por su trabajo.
Y esa vez fue el año que me abandonaste. Perdóname, tienes que entenderme. Claro,
yo entiendo.
Ella se incorpora, Antonio la mira y es cierto, Elena se ve
mucho mayor, es una mujer de cuarenta años. Ella se viste y le pide las llaves.
No te molestes Toñito – esto lo dice con un tono juguetón -,
quédate así nomás, yo abro las puertas y subo con tus llaves.
Antonio está preocupado, no leyó el DCN y sabe que de allí vendrán
muchas preguntas. Tiene miedo de fallarle a Elizabeth, puesto que le aseguró
que esa evaluación es sencilla y que saque una nota deficiente le pondrá en una
situación incómoda cuando le pregunte.
Está cansado, además, que como la teoría lo dice, se ha
puesto melancólico porque ha hecho el amor, decide dormir y no desesperar.