Mario está desconsolado, ayer se encerró en su habitación.
Su padre le llamó en la tarde para invitarle el almuerzo, pero le dijo que iría
a comer a la calle; en la noche su madre también le llamó para invitarle la
cena, lo rechazó.
Limpió su habitación por si es que llegara Elizabeth, además
que le gusta que esté ordenado, piensa que es más lúgubre sufrir en un cuarto
limpio y ordenado. Abrió el facebook y se quedó nuevamente mirando la foto de
niña de Elizabeth; miraba a sus amigos y pensaba quién tiene la suerte de ser
más atendida por ella. Elena le estuvo llamando, pero no le respondió sino
hasta la noche.
Mario imagina verla con su bebé en brazos, y se dice que no
podría ni siquiera despreciar a la niña – él piensa será niña –, recuerda
aquella provinciana de San Lázaro que muy malintencionada le dijo quién era aquella
Elizabeth, la vedette del pueblo.
Su madre está como está por culpa de ella, ¿para qué cree
que ha venido a San Lázaro ah?, esa mujercita quiere vender la casa del juez
Nájera. Ay joven, ahora ella está por allí con un hombre de mal vivir, pregunte
con quién anda esa puta, en la plaza de armas le van a dar razón, entre a cualquier
bar y pregunte por la mujer de Pablo o por la vedette del pueblo. No la va
encontrar no pierda su tiempo, ella vendrá todavía el lunes.
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¿Por qué no contestabas? Porque estaba escribiendo y no
quería distraerme. No me mientas Mario, sigues pensando en Elizabeth ¿verdad?
Sí, no puedo creer todo lo que me han contado de ella. Es una mentirosa, ya te
lo había dicho, mejor déjala en paz, ha sido bueno que la conozcas antes de que
confíes más en ella. Lo sé, pero la amo, al menos si estuvieras aquí me
ayudarías mucho. La agencia está de un lugar para otro, parece que me llevan a
Moquegua. ¿Y para cuándo estarás en Lima? Para julio. Te quiero. Sabes que yo
te amo. Te prometo que si vienes te voy amar.
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