En una sala brillantemente iluminada y oliendo a pino.
Seguro Mañana vería a la dama que insistía con las llamadas
y por fin sabría cómo es.
Cómo será, qué aspecto tendrá. Tiene un bonito timbre de
voz, y las ocurrencias que dice me han enamorado. Después de tantas
conversaciones me la imagino de una manera fantástica. Qué contraste el de su
persona con esta gran sala, fría y deprimente.
Escuchó su nombre, se levantó, relajó los brazos y se dirigió
a la habitación del doctor. Antonio posó en él su mirada melancólica y serena,
y guardó silencio.
Tienes sida.
Sobre la barba, mentón varonilmente pronunciado y aguileña
nariz, brillaba el orgullo indómito de sus ojos grandes y negros y un tanto hundidos
bajo la albura de la ceja selvosa.
Sí, lo comprendo.
Se retiró de la consulta sin hacer caso a lo que el doctor
le decía, se sentó nuevamente en la sala. Antonio tendió la mirada a toda la
sala. Buscaba a una mujer. La sala estaba solitaria, abajo se veía masa popular
abigarrada, por momentos más numerosas, llevando sus abrigos, sus chullos y
guantes.
Elena estará tan sólo con un polito, en Lima está haciendo
calor y aquí nosotros muriéndonos de frío.
Escuchó nuevamente su nombre, entró a la misma habitación.
Sr. Matencio, usted tiene Cáncer.
Antonio, se retiró de la habitación sin decir nada, sólo
sonrió. Nuevamente no hizo caso a lo que el médico pronunciaba.
En la sala, no hay nadie. Está sólo en aquella sala. Se
esforzó por reaccionar pero no podía. Vio que sus zapatos estaban con barro,
alzó su pantalón para ver el color de sus medias.
Son blancas como a Elena le gustan. Y pensó que debería usar
algún producto para sus pies.
Desde la habitación contigua nuevamente le ordenaron que
pase, Antonio pasó y encontró al doctor Arias, con su uniforme blanco. El
doctor le dio la mano y el por inercia le respondió.
Sr. Matencio, usted va ser padre. Es muy importante que sepa
esto, y espero que lo tome a bien, Elena está delicada y lo que le ha
acontecido es un riesgo de aborto. Ella necesita de un cuidado especial. ¿Usted
la ha golpeado verdad?
El robusto Antonio rió, se dijo para sus adentros “a ti que
chuca te importa”. Y se retiró nuevamente a la sala a seguir esperando.
Mañana veré a Elena, será bella. Qué ropa llevará, cómo
estará ahora. Y se dio cuenta que llevaba el uniforme de la Mina.
De pronto despertó, estaba sudando tirado en unos cartones.
Su jefe le estaba llamando. El flujómetro se había desconfigurado.
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