Se
vuelve a la cama, coge el principito y lee. Se mira en el espejo, está panzón,
como no quiere. Pero se anima, mira que tiene más cabello que antes, quizás la
loción esa sirvió, Manuel le aconsejó que compre una loción para el cabello.
Lee
la parte en que el Principito se siente miserable por sufrir por una rosa, una
rosa que creía que era única en el universo, a la cual había dado su tiempo
para regarla todas las mañanas, y resulta que era una rosa común y corriente
como las otras que encontró en la Tierra, piensa que es así lo que le pasó con
Azul. Seguro ella pensará que es única, que es la más bella entre todas las
mujeres, que es especial, pero así como ella, muchas mujeres hay, en verdad lo
único de peculiar y extraordinadio que ella tiene es que precisamente él se
fijó en ella. Porque el valor lo da uno, o como diría el zorro, el hecho es que
alguien te domestica, y ya está, ahora tienes que llorar cuando ese alguien se
va.
Se
pone la ropa, decide por unos shorts y se abrica, es una locura, va con
zapatillas, shorts y chompa, seguro que la gente le mirará como diciendo, y
este loco. Pero espera eso, quisiera que la gente se dé cuenta de su
existencia. Desayuna en el mercado, conversa con su amiga del desayuno, ella le
hace el habla y él le responde amablemente con una ingenuidad. Estaba olvidando
el Principito en el mesa, su amiga le recuerda.
En
el parque se sienta y decide terminar la obra, es pequeña y es buena, en un
momento crucial, como cuando el Principito se despide del narrador, le salen
lágrimas, recuerda a su amigo que murió, recuerda a los amigos que perdió,
recuerda a Nella en su cama con los dolores de la enfermedad, se recuerda de sus
propios dolores caprichosos.
Unos
jóvenes sucios, parecen ser venezolanos, le saludan como queriéndole pedir
algo, pero no se atreven. Él les hace el habla:
(-)
Hola, ¿te podría regalar algo sin que pienses mal ni te enojes?
(-)
Lo que sea papi, bienvenido sea.
(-)
Esperame aquí.
Sebastián
va a la esquina y compra medias, tres pares por cinco. Se acerca al muchacho y
se los da. Él está andando con sandalias y unas medias que están muy sucias.
Sebastián quería colaborarle con algo a la señora que vende en la esquina, y al
ver al joven tuvo la oportunidad de ayudar a dos personas, cree que su compra
valió doblemente la pena.
(-)
Gracias pana, pero nosotros tenemos hambre.
(-)
Ok, ¿les invito tequeños?
(-)
Muchas gracias.
(-)
Tomen – Sebastián les da tres soles -, con esto podrán comprar, serían muy
gentiles de comprarle al señor de la esquina, él es mi amigo.
(-)
Gracias pana, que dios te lo bendiga.
(-)
De nada.
Sebastián
camina regreso a casa leyendo las últimas páginas del libro. Se siente bien, el
sol ha salido. Sonríe.