En un hotel cerca al centro, la primera propuesta que tuvo fue ciento
veinte soles por noche; eso haría muy costoso el viaje; siguió caminando y
encontró otro de sesenta, pensó que podría encontrar algo más cómodo, su primo
le dijo que podría conseguir uno de treinta, que los hay alejándote del centro,
sube las escaleras para llegar a la recepción de los hospedajes. En este
último, tuvo que subir hasta el tercer piso, simulando que no le afectó el
ascenso alza la voz pidiendo que alguien le atienda, pero no hay nadie, este
lugar está vacío, insiste:
(-) ¡Hay alguien aquí! – alza la voz.
(-) Sí señor, estoy a su orden – una joven venezolana baja del cuarto piso.
(-) Buenas tardes señorita, ¿cuánto están las habitaciones?
(-) Ahora solo me quedan dos, una simple y otra doble, pero usan baño
compartido.
(-) ¿Y a cuánto cuestan?
(-) El simple, treinta soles; y el doble cuarenta.
(-) Excelente, es lo que estoy buscando. Ahora vuelvo.
(-) A su orden señor.
Sebastián baja, les dice la oferta a sus acompañantes y ellos agradecen a
dios – aunque pensándolo bien, Keni seguro no agradeció a Dios. Suben las
escaleras, se cansan, los 2750 msnm exigen mucho a sus citadinos pulmones. La
señorita es muy amable, les da una almohada más a cada uno y le arregla el
televisor a Sebastián.
(-) Sebastián – la señorita le llama por su nombre al huésped -, aquí dejé
unos soles en la repisa, no los habrá cogido.
(-) Sí, disculpa, pensé que los habría dejado el anterior huésped y me los
guardé.
(-) No se preocupe, es que yo estaba durmiendo aquí – la señorita no se da
cuenta que confiesa que utilizó esa cama para dormir.
(-) Aquí lo tienes, qué pena.
(-) No se preocupe – Veruzca le sonríe -, ya se me acaba mi turno, la dueña
llega a las 10 pm, pero si usted sale puede pedirle la llave a la señorita de
la conopizza, ella le presta las llaves, aquí es bien seguro.
(-) No te preocupes, solo compraremos unas cositas y volveremos temprano.
Sebastián sale a comprar crema dental y shampoo, al volver no molesta a la
chica de la conopizza, llama a Daniel para que le abra la puerta. Los chicos ya
estaban listos para ir a cenar. Es un día especial así que él les invita en un
restaurante. Daniel se pidió conejo; Keni, lomo fino y; él, tallarines a la
parmesana.
Sebastián come recordando a Azul: a ella le gustaría mucho estos
tallarines, están buenazos. Coge su celular para agregar como contacto a Veruzca,
es una chica sencilla, simpatiza con su trabajo porque le recuerda a Azul. Mira
el estado de WhatsApp de Veruzca y ve que ella está sonriendo en un balcón
conversando con un joven de buen parecer. Se lo merece, las personas lindas se
merecen ser felices.
Daniel ofrece un vino, Sebastián y Keni aceptan y comparten, este vino es
trepador. Sebastián rechaza un segundo vino y les pide a los jóvenes ir a
descansar para no tener problemas ya que tienen que salir temprano. Son las
diez y media, toman una motocar que les lleva al hospedaje que para su disgusto
su cartelito dice HOSTAL.
Llegaron al edificio, nadie les abre, pasan los minutos, la hora y nadie
abre la puerta. Sebastián se molesta, llama a la policía y exige que alguien le
atienda, el policía que contesta le dice que no es su problema, que ellos no
tienen que ver con eso, pero él argumenta sobre el servicio policial y su
interlocutor policial no resiste más y le dice que enviará una patrulla.
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