¿Qué fue papi? ¿Ya te has levantado? – responde Sebastián
con otra pregunta. Sí, nos vemos a las nueve como dijiste. Estoy allá en 40
minutos.
Keni se levanta, no tiene ánimo, su dolor es tan pesado y constante
que a pesar que su naturaleza es ser feliz, ya ha comenzado a notársele triste
los ojos. Busca ropa, igual quiere verse bien, elige algo interesante, va a la
ducha.
Sebastián timbra, ya ha llegado; Keni camina tranquilo hacia
el parque, justo ve caminando a su amigo rumbo al lugar de encuentro. Se
saludan, Keni se alegra, pero Sebastián se fija en los ojos de éste y le nota
triste.
Se acercan a la cochera, la señora ha salido al mercado,
tienen que esperar. Sebastián no ha desayunado, se van a la esquina que está
junto al colegio donde estudió Keni, allí Sebastián pide a un emolientero un
pan con palta y un vaso con leche de soya. Keni le bromea, le hace comentarios
de doble sentido; lo hace para olvidarse del dolor que tiene, ha comenzado a
somatizar, tiene dolor en la espalda, en la cabeza, le arde los ojos, se le
hace un nudo en la garganta.
Se sientan en un banco del parque, frente a la cochera; Keni
sigue molestando a Sebastián, le hace toques con el dedo en su abdomen porque
éste se incomoda rápidamente. Así se distrae, molestando a su nuevo amigo.
La señora llega, Keni va por el auto, siente el aire fresco,
se cuestiona que sea infeliz siendo un día tan bonito; se sube al auto, va en
retroceso. Siente el aire y se sigue cuestionando porqué el mundo está tan
indiferente con su estado de ánimo; ¿por qué si él está triste, el mundo está
feliz?
En el auto, Keni sigue molestando a Sebastián; él normal, le
aguanta al jovenzuelo, pero nota que le pasa algo.
¿Estás triste? Sí papi, muy triste. ¿Por lo de Yovana? Es
una tontería, pero el tiempo pasará y seré feliz.
Sebastián piensa que deberá pasar mucho tiempo para que pueda
tan solo estar tranquilo; él admiraba la bonita relación que tenía Keni con Yovana. Ella era tan inocente, tan niña y
los dos eran juntos una parejita perfecta, una adolescente parejita que
declaraba cursimente su amor a todos, que
no les faltaba nada, que nada feo podía estropearlos; es claro que esto
no puede pasar pronto, hay un luto largo que deberá llorar su amigo.
Termino rápido, a ver si te apresuras que tengo que llegar
temprano al colegio. No te preocupes papi, a mí no me importa este examen – a
Keni le importa menos todo con el ánimo de perro que tiene.
Ingresan a la universidad, entran al salón, el profesor les
da sus pruebas, Sabastián como siempre se apresura con su examen, pero un sujeto
se adelanta en ser el primero en entregar la hoja, por lo que Keni quiere
molestar al sabelotodo, pero su amigo le ignora, no quiere darle el gusto de
que le vea desesperado por no ser el primero. Sebastián termina, se levanta,
coloca su mochila y mira a su amigo, ve sus ojos, y nuevamente son los ojos
tristes, brillosos, que quieren llorar.
En cinco minutos, Keni sale. Suben al auto, Sebastián le
ofrece comer un cebiche.
Se van hasta la avenida Gran Chimú y buscan un restaurante
que le pueda alcanzar al poco presupuesto que tiene Sebastián, igual
encontraron un buen lugar. Keni critica la cumbia que tiene en frente – video –
y Sebastián pide a la dependiente si puede poner a “Clavito y su Chela”, cosa
que a Keni le sorprende.
En verdad me duele Sebastián, esto me duele mucho como
cuando murió Ángel; y me estoy aguantando, no me puedo desahogar porque no
quiero que lo sepan mis padres. Debe ser como dices Keni, seguro te pasa que
quieres llorar fuerte, quieres un lugar para llorar con fuerza, pero cuando lo encuentres
de seguro que no te saldrán lágrimas. No lo soporto papi. Te juro si podría
ayudarte, si pudiera cargar un pedazo de tu pesar en mí, te juro que lo haría.
Tú eres un buen amigo, gracias por estar conmigo ahora.
La dependiente se acerca a los compañeros, les pregunta por
lo que se van a servir. Tarda poco en servirles. Sebastián siente un buen sabor
a lo que come, y se pregunta si Keni disfrutará la comida.
Se ha matado una ilusión, y Sebastián se siente como ave de
mal agüero que una vez le vaticinó que se acabaría pronto. Recuerda a Elena
cuando niña, la imagen que le enamoró; en Yovana también vio esa imagen, una
imagen que enloqueció a Keni y por lo que ahora el “justiciero” sufre tanto.
Definitivamente no se puede mantener insensible a lo que le pasa.
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