Wednesday, November 4, 2015

Aún te puede sentir

Timbra la música de siempre, es Sebastián quien llama.

¿Qué fue papi? ¿Ya te has levantado? – responde Sebastián con otra pregunta. Sí, nos vemos a las nueve como dijiste. Estoy allá en 40 minutos.

Keni se levanta, no tiene ánimo, su dolor es tan pesado y constante que a pesar que su naturaleza es ser feliz, ya ha comenzado a notársele triste los ojos. Busca ropa, igual quiere verse bien, elige algo interesante, va a la ducha.

Sebastián timbra, ya ha llegado; Keni camina tranquilo hacia el parque, justo ve caminando a su amigo rumbo al lugar de encuentro. Se saludan, Keni se alegra, pero Sebastián se fija en los ojos de éste y le nota triste.

Se acercan a la cochera, la señora ha salido al mercado, tienen que esperar. Sebastián no ha desayunado, se van a la esquina que está junto al colegio donde estudió Keni, allí Sebastián pide a un emolientero un pan con palta y un vaso con leche de soya. Keni le bromea, le hace comentarios de doble sentido; lo hace para olvidarse del dolor que tiene, ha comenzado a somatizar, tiene dolor en la espalda, en la cabeza, le arde los ojos, se le hace un nudo en la garganta.

Se sientan en un banco del parque, frente a la cochera; Keni sigue molestando a Sebastián, le hace toques con el dedo en su abdomen porque éste se incomoda rápidamente. Así se distrae, molestando a su nuevo amigo.

La señora llega, Keni va por el auto, siente el aire fresco, se cuestiona que sea infeliz siendo un día tan bonito; se sube al auto, va en retroceso. Siente el aire y se sigue cuestionando porqué el mundo está tan indiferente con su estado de ánimo; ¿por qué si él está triste, el mundo está feliz?

En el auto, Keni sigue molestando a Sebastián; él normal, le aguanta al jovenzuelo, pero nota que le pasa algo.

¿Estás triste? Sí papi, muy triste. ¿Por lo de Yovana? Es una tontería, pero el tiempo pasará y seré feliz.

Sebastián piensa que deberá pasar mucho tiempo para que pueda tan solo estar tranquilo; él admiraba la bonita relación que tenía Keni  con Yovana. Ella era tan inocente, tan niña y los dos eran juntos una parejita perfecta, una adolescente parejita que declaraba cursimente su amor a todos, que  no les faltaba nada, que nada feo podía estropearlos; es claro que esto no puede pasar pronto, hay un luto largo que deberá llorar su amigo.

Termino rápido, a ver si te apresuras que tengo que llegar temprano al colegio. No te preocupes papi, a mí no me importa este examen – a Keni le importa menos todo con el ánimo de perro que tiene.

Ingresan a la universidad, entran al salón, el profesor les da sus pruebas, Sabastián como siempre se apresura con su examen, pero un sujeto se adelanta en ser el primero en entregar la hoja, por lo que Keni quiere molestar al sabelotodo, pero su amigo le ignora, no quiere darle el gusto de que le vea desesperado por no ser el primero. Sebastián termina, se levanta, coloca su mochila y mira a su amigo, ve sus ojos, y nuevamente son los ojos tristes, brillosos, que quieren llorar.

En cinco minutos, Keni sale. Suben al auto, Sebastián le ofrece comer un cebiche.

Se van hasta la avenida Gran Chimú y buscan un restaurante que le pueda alcanzar al poco presupuesto que tiene Sebastián, igual encontraron un buen lugar. Keni critica la cumbia que tiene en frente – video – y Sebastián pide a la dependiente si puede poner a “Clavito y su Chela”, cosa que a Keni le sorprende.

En verdad me duele Sebastián, esto me duele mucho como cuando murió Ángel; y me estoy aguantando, no me puedo desahogar porque no quiero que lo sepan mis padres. Debe ser como dices Keni, seguro te pasa que quieres llorar fuerte, quieres un lugar para llorar con fuerza, pero cuando lo encuentres de seguro que no te saldrán lágrimas. No lo soporto papi. Te juro si podría ayudarte, si pudiera cargar un pedazo de tu pesar en mí, te juro que lo haría. Tú eres un buen amigo, gracias por estar conmigo ahora.

La dependiente se acerca a los compañeros, les pregunta por lo que se van a servir. Tarda poco en servirles. Sebastián siente un buen sabor a lo que come, y se pregunta si Keni disfrutará la comida.

Se ha matado una ilusión, y Sebastián se siente como ave de mal agüero que una vez le vaticinó que se acabaría pronto. Recuerda a Elena cuando niña, la imagen que le enamoró; en Yovana también vio esa imagen, una imagen que enloqueció a Keni y por lo que ahora el “justiciero” sufre tanto. Definitivamente no se puede mantener insensible a lo que le pasa.

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