Elizabeth está en la Av. Abancay, está distraída viendo las
tiendas, los carros pasar – ahora los carros pasan más rápido –, camina porque
no tiene qué hacer. Su celular suena y piensa que debe ser William y no le toma
importancia.
Piensa en Mario, cosa que no siempre lo hace – cuánto le
gustaría saber a Mario que Elizabeth está pensando en él, eso le animaría
mucho.
¿Qué será de Mario? Seguro estará en su universidad, seguro
estará molestando a los profesores – Mario le contaba que le gustaba incomodar
a sus profesores con sus preguntas.
****
Son las seis, Sebastián ha tenido una reunión de padres de su
tutoría. Felizmente que los papás le escucharon y reflexionaron sobre el escaso
apoyo que le están dando a sus hijos y se comprometieron en tener más cuidado
con los niños.
Sebastián recuerda a Elizabeth y decide timbrarle, se ha
prometido no molestarla y menos con una llamada, pero la necesidad apremia,
quiere escucharla, quiere sentir su respiración, quiere llorar de miedo porque
sabe que no le va contestar. Timbra una, timbra dos, timbra tres, timbra cuatro
y la grabación le pide dejar mensaje.
****
Elizabeth mira su celular para saber la hora y da cuenta que
quien le ha llamado ha sido Mario.
Pobre cholito.
Elizabeth quisiera llamarle, piensa en que debe darle una
explicación de por qué no le pudo contestar, pero cómo referirse a él. Duda
porque no sabe ni siquiera cómo referirse a él, la familiaridad se perdió, ya
no le dirá cholito; ahora le dirá, a secas, Mario.
****
El Negro llama.
Loco. ¿Con quién hablo? No te hagas al loco, soy yo Henry. Negro,
¿qué ha sido de tu vida? Tranquilo, ya a punto de pagar mis deudas y por eso
mismo estoy celebrando, vente al ovalo. Me gustaría Negro, pero mañana salgo
temprano al trabajo y tengo que preparar mis exámenes. Asu, pero a ti ni resaca
te da. Sí, pero igual, me voy a sentir cansado, para el viernes puede ser. Está
bien, yo te llamo mañana entonces.
Sebastián, está tan cansado - eso no es óbice para que siga
pensando en Elizabeth – que se quita la ropa y la deja caer al suelo, se
acuesta poniendo el celular al lado de la almohada, porque siempre hay una
esperanza que Elizabeth llame. Sueña.
*****
Elizabeth recuerda que últimamente Mario le llamaba cuando
estaba ebrio. Recuerda que una noche le dijo unas cosas que la ilusionó,
sentirse amada por ese chico medio intelectual.
Eli, te amo y sé que tú a mi no me amas. Está bien, yo
entiendo que no me ames, pero no me dejes. Perdóname por haberte molestado, te
prometo que no voy a volver a insistir. Yo siempre seré tu amigo, así lo
dejaremos, seré tu amigo y te voy ayudar en todo lo que esté a mi alcance.
Ya cholito, ten cuidado ya es tarde, deja de tomar y ve a tu
casa.
*****
Ellos están en la cama, ella lo abraza y él se encoje como
si fuera un niño. Ella acaricia su cabello y su rostro, sus manos son
delicadas. Él siente un calorcito, es un calorcito excitante, pero que le
invita a ser tierno, como no pareciera serlo; se encoge más y abraza el vientre
de Elizabeth.
Piensa:
Debe ser que la amo tanto, que este amor se confunde al amor
que se tiene por una madre, no pienso en poseerla, solo pienso en acariciarla,
en sentir su calorcito, en abrazar su vientre.
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