Sunday, October 19, 2014

Amor o sexo

Mario fue a visitar a Elizabeth a su trabajo en Pueblo Libre; pero ella le pidió que se marchara porque sus patrones tenían una fiesta y no podía atenderlo.

Mario llama a Martín.

Hola Cholo, ¿y esa novedad? Hola Martín, nada que estoy cerca a tu casa y pensé que podía visitarte. Sí vente normal, pero justo quería salir a bicicletear. ¿No tendrás otra bicicleta? Le pido a mi roommate que me preste su bicla. Bacan.

Mario camina de La Mar hasta La Marina, las calles le parecen tranquilas y limpias y la gente decente. Piensa que Elizabeth se merece estar por aquí, seguro le gustará este lugar antes que Santa Anita o San Juan de Lurigancho; piensa que ella se lo merece.

Llega a la casa de su amigo y le timbra.

Martín, estoy afuera. Yo estoy atrás de ti – Mario voltea y ve a Martín con las dos bicicletas, se abrazan-, Cholo, a los años; no creí volver a verte. Sí amigo, cómo pasa el tiempo y es como si fuera que te vi ayer en la Vallejo – Mario sonríe al recordar que ambos se sentaban en unas carpetas para ocho personas en la academia César Vallejo en Breña.

Montan las bicicletas, Mario le pide a su amigo para que bajen a la playa. Antes van a una tienda y compran bloqueador e hidratantes. El celular de Mario suena:

Hola Alejandra, ¿qué fue? Mario, que hoy es la conferencia que te escribí, dime vienes, para ir juntos. No Ale – se lamenta llamarle por su diminutivo pero no lo puede evitar -, lo que pasa es que estoy en Magdalena y voy a estar aquí hasta más tarde. ¿Magdalena?, yo también estoy en Magdalena; entonces, por qué no me visitas, estoy en el departamento de mi papá y estoy sola. No sé Ale, estoy con mi pata y estamos bicicleteando; si no sale otra cosa yo te llamo; pero tengo que ir al grupo de estudios a las cinco. Si tú no me llamas yo te llamo. Yo te llamo. Entonces esperaré tu llamada – Ale se alegra porque sabe que cuando Mario dice una cosa es porque lo va cumplir así que él llamará.

Martín y Mario bajan a la playa, recorren la parte de la Costa Verde que le pertenece a Magdalena y San Isidro. Se sientan para descansar.

¿Y qué fue de tu vida Cholo?, ¿volviste a la Cantuta? Sí, soy profesor; después de postular a San Marcos y no ingresar me dije, tengo que volver a la Cantuta. Pero era lo justo, además te retiraste al tercer mes nomás; cómo ibas a postular así. Es que no pude pagar la academia. Sí, ya entendía; yo ingresé a Ingeniería Forestal en La Molina y ahora soy gerente de un Consorcio Maderero. Eso suena importante, has de ganar bien. Sí, cuatro o cinco veces lo que gana un profesor de colegio fiscal – Martín se lustra las uñas. Qué bueno que no soy profesor – Mario ironiza.

La conversación estaba tan amena que Martín olvidó de ponerse su casco y lo dejó en la banca donde estaban conversando. Cuando suben el acantilado Martín da cuenta de su pérdida, piensa que estando en Magdalena es improbable que se lleven su casco así que regresa, pero vuelve renegando porque no lo encontró.

Regresan al condominio donde vive Martín y acomodan las bicicletas.

Te invito a comer. No gracias Martín, voy aprovechar que estoy aquí  para visitar a una flaquita, me ha invitado a comer. Yo te voy a molestar otro día, porque me ha gustado pasear por aquí. Bacan, entonces me llamas, mañana salgo para Pucallpa y regreso el uno de noviembre. Perfecto – abraza a su amigo para despedirse. Perfecto cholo, ha sido un gustavo verte.

Mario sale del condominio y llama a Alejandra.

Viejito, ¿te vienes? Sí Ale, dime cómo llego al apartamento. Mira estoy cerca al Hospital Santa Rosa, en Av. Bolívar 718, departamento 301. Oka voy para allá, ¿tienes comida? Obvio – lo dice con una entonación curiosa.

Alejandra llama a un chifa y pide una porción wantán frito y dos platos de chicharón de pollo. Suena su intercomunicador, es Mario, le abre la puerta.

Viejito – le abraza y le da un beso en la boca y Mario le responde porque el sol soberano de Lima tiene efectos afrodisiacos en una tarde de verano en un distrito limpio y agradable como Pueblo Libre. Ale, no pienses mal, pero he venido nada más porque…

Ella lo besa, él la besa y caen en el sofá negro de Marroquín que los nuevos inquilinos del departamento han traído. Hacen el amor, Mario se esmera en hacerlo acrobáticamente y ella le pide un hijo; que después deciden que debe ser niña y que se llamará Elena; porque siendo el padre Mario, él debe elegir el nombre de la mujercita, con la condición de que él segundo hijo sea varón y el nombre lo pondrá Alejandra.

Llaman al intercomunicador, es la comida. Ni Mario ni Alejandra quieren bajar, así que piden al señor que lo suba. Ella recibe la comida y paga con un billete de cien soles y recibe su vuelto.

Qué rico Ale, qué detalle. Para ti todo mi viejito adorado – Alejandra le pone el pollito en la boca y Mario se sonroja.

Terminan, se limpian, ambos pasan al baño y se asean, Alejandra se limpia los dientes con los dedos, Mario la mira admirado y hace lo mismo cuando le toca su turno.

Vuelven a la sala, están en el piso alfombrado sentados escuchando a Tchaikovsky y de pronto Mario tiene nuevamente ganas, coge la mano de Ale y le hace tocar por debajo de su cintura y se van en busca del varoncito. 


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