Saca el vino, no tiene saca corcho, así que resuelve por
hundirlo. Sirve en los dos vasos, en los cuales solo se han servido Alejandra y
él. Habla solo como cuando era adolescente, se asusta, luego sonríe y se
contenta, está hablando solo y no con Elena.
Felicidades Mario. Felicidades Sebastián. Beautitul – Mario toma
de un tirón.
Sebastián se desnuda, y se envuelve con la sábana. Sirve en
los dos vasos nuevamente. Busca los poemas para Elizabeth y escucha los videos
que hizo para Alejandra. Los repite y mueve los brazos como si estuviera
recitándolos.
¿Te gustan? – Sebastián alza su vaso mirando al espejo. Sí,
me parecen muy emotivos – Mario mira fijamente a quien le origina su imagen -;
pero pon música, busca esas de la colección de Alejandra. No las recuerdo –
Sebastián agacha la mirada y llora -, no las recuerdo amigo, son temas muy
complicados, porque son temas que no eran para mí – termina su vaso y se vuelve
a servir.
Mario le queda mirando molesto.
Busca la de Moderatto – Mario le pide -, es la que más te
dolió.
Sebastián escribe, y elige la última canción que Alejandra
le hizo escuchar. Sube el volumen lo más alto, muere de celos porque es obvio
que ella se lo dedicó a Víctor.
Se pone un polo blanco y el short amarillo - que según Keni
facilita cierta práctica solitaria -; sale a comprar otro vino, aún no se le
acabó el que tenía, pero quiere embriagarse y va necesitar otro; si tuviera más
dinero compraría dos, pero solo tiene veinticinco soles.
¿Cuánto está el vino? – Tuvo que salir hasta la
Chinchaysuyo. Dieciocho. Deme uno por favor.
En el camino se queja de su falta de dinero.
Llega a su cuarto, se desnuda y envuelve nuevamente con la sábana
verde. Pone el vino que compró en la refrigeradora y saca hielos para servirse
con la otra que quizás y se ha calentado. Revisa el Facebook para ver la
respuesta de Alejandra.
Respuesta de Alejandra: Está bien Sebastián, gracias por
todo.
Se para y sirve lleno – ya no sirve el otro vaso -, coge un
cubito de hielo y bebe mirando la respuesta, releyéndola.
No me importa, no me importas, a quién le importas Sebastián.
Lee clarito.
Jódete Sebastián, solo pasé el tiempo contigo, no me
interesaste nada.
Apaga las luces, pone el vino, los hielos y vasos en el
suelo y se sienta recostándose en la pared donde está la pizarra. Le sirve a su
imagen que salió del espejo.
Es lo mejor, es mejor temprano que tarde – Mario le habla
serio -, no puedes hacerte el tonto siempre – toma de un tirón. Tienes razón -
se levanta y pone “La Chata” de Amén, activa la reproducción automática de youtube
y regresa a su sitio. Lloras bonito – Mario le mira fijamente a Sebastián.
Sebastián saca la otra botella para seguir envenenándose. Mira
su herida – se la hizo en el camino.
Terminará todo, era mi última oportunidad. Si así lo has
decidido. Sí, tienes toda la razón Mario – Sebastián sirve para los dos -, hice
todo por ella, estaba dispuesto a más; cuando la conocí solo vi alguien
frívola, desinteresada y tonta; y aun así se me acercó y la utilicé, pero poco
a poco ella me ganó, con su graciosa conversación, sus gestos de niña poco a
poco sin darme cuenta me comenzó a dominar la situación; sus problemas
terminaron por enamorarme; y ahora qué tengo, nada – Sebastián bebe del tirón y
se sirve más -, ¿vale todo eso para querer a alguien? Es imposible no
enamorarse de alguien así, recuerdo cuando nos miraba cuando estábamos en la
biblioteca, su rostro dulce e ingenuo, parecía que lo hacía adrede – Mario está
embriagado y ya no es lúcido -; y cuando molestaba, deseábamos que nos moleste
más. Sí, me gustaba eso; me gustaba tocar sus manos, cuando charlábamos por las
noches, cuando le confesaba mis debilidades para que sepa quién soy en
realidad. A mí me gustaba cuando era honesta y nos confesaba lo suyo. Me
enamoré de su piel y hermosos cabellos. Yo de sus grandes ojos y labios
carnosos. No hay nada mejor que su mirada perdida cuando sus ojos brillan. Tan
comparable como su gesto bonito de abrazarte para decirte cosas bonitas.
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