Saturday, February 13, 2016

El corazón le ganó a la razón

Está cansado, es su último día de clases en el instituto Riva Agüero, quedó con unos compañeros visitar algunos museos, quería pedirle a Alejandra que le acompañe, pero últimamente ella está más concentrada en sus cosas y además no le gusta caminar.

Prende la computadora, ve que ya cargó el video, lo circula en diferentes páginas y recomienda a sus amigos a que lo vean. Pone música a alto volumen, esa francesa que no sabe el título. Se desnuda y mete a la ducha. Recuerda el cuerpo de Alejandra.

Sale, escribe a Alejandra.

Ale, nos vemos a las seis como quedamos, todo estará preparado.

Revisa las actualizaciones. Se viste. Se estresa pensando que hace mucho esfuerzo para obtener nada.

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Qué les parece si el día viernes nos despedimos con un almuerzo y vamos al museo después de la salida – Rebeca propone. Por mí de acuerdo, qué dicen muchachos – Laura sonríe a Santiago. Yo normal, ¿tú puedes? – Santiago pregunta a Sebastián. No, tengo que volver a casa, estoy trabajando.

Sebastián se pone triste que este año no pudo interactuar con sus compañeros porque tenía que salir rápido para ver a Alejandra.

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Señora Hilda, le llamo para decirle que el viernes no podré dictar clases, voy a tener una reunión en la noche. Está bien profesor, no se preocupe; pero el sábado ¿puede venir? Sería en la mañana. Ya, voy a ver si Marianita no tiene nada que hacer, le llamo luego. Está bien.

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Papá no podré ayudarte, el viernes estoy ocupado, ya bajo el sábado. No te preocupes Sebastián – el Sr. Rivas nunca molesta a Sebastián.

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Sale, toma un jugo de naranja en la esquina. Compra pan con camote en la otra esquina. Toma el carro en Malecón.

Llegó tarde como siempre, escucha a la profesora que habla sobre la participación política de la mujer en la primera mitad del siglo XX, intervine con preguntas incisivas a la profesora, logrando que algunas de sus compañeras le discutan su postura.

La participación de la mujer no representó ningún movimiento para alcanzar sus derechos, estas mujeres a quienes estudiamos son casos aislados; el voto femenino solo se alcanzó porque era parte de aires de modernidad que venían de Europa – participa Sebastián. Pero debemos tener en claro que la lucha para alcanzar ese derecho en Europa y Estados Unidos fue de mujeres – Responde la más hermosa, y probablemente la más inteligente, de las chicas de la clase. Sí, pero yo me estoy refiriendo al Perú, estamos estudiando la participación política del Perú.

Finalizado la ponencia, el director junto con la historiadora Margarita Guerra – Sebastián se emociona al ver a la maestra – clausuran el evento.

Se toman una fotografía. Los colegas conversan en grupo, están preparando su salida; Sebastián quedó en verse en la noche con Alejandra así que podría participar con los profesores, pero quiere ir a su cuarto para acomodarlo, quiere comprar frutas para ofrecérselo a Alejandra, tomar un baño y leer algo sobre el amor, esperándola. Se despide de los colegas con quien más interactuó.

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Llega a su cuarto, no almuerza, no tiene apetito.

Acomoda sus libros, limpia el frigobar, lava las vajillas y trapea el piso. Piensa que puede que algo haga que Alejandra no llegue. Tiene miedo a esa posibilidad, se ha puesto fuerte, está calmado, en todos estos días se ha visto más sobrio para no enloquecer a causa de no tenerla como antes, pero sus fuerzas le van abandonando, su estabilidad se carcome con el paso del tiempo y los poquitos gestos de ella que ya no le alcanzan. Sufre, porque si esto es en vacaciones, será peor cuando comience a trabajar, cuando su tiempo para esperarla y estar pendiente se reduzca por sus quehaceres.

Se sirve yogurt, toma mirándose al espejo. Coge una almohada, se desnuda y acuesta en el suelo – hace calor -, abraza la almohada ligeramente como si fuera su acompañante y le habla.

Te amo – le da un beso suave  a Alejandra. Yo también te amo Sebastián. Tengo miedo que algún día me dejes – Sebastián mira el techo. Eso no va pasar nunca – Alejandra se acuesta en su pecho y Sebastián le coge de la cintura con delicadeza. Te amo, te amo, te amo mucho – Sebastián le da muchos besos y se coloca sobre ella. Viejito – Alejandra sonríe como nadie sabe hacer. Dime que soy tu marido – Sebastián siente las piernas de Alejandra junto con las suyas, las acaricia, busca sus pies para olerlos, se fascina de la perfección de la anatomía de su acompañante. Tú eres mi marido – Alejandra se deja poseer.

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Sebastián se baña, la música francesa le da el aire triste a su habitación.

¿Qué estás haciendo Alejandra? Busco pinzas. ¿Lo encontraste? No. Mira, está en el escritorio, en donde pongo mis lapiceros al costado hay un cesto, ¿lo viste? – A Sebastián le gusta que Alejandra tenga la familiaridad y que use sus cosas como si fueran las de ella. Sí viejito.

Sebastián sale con la toalla, se acerca a Alejandra para ver cómo se depila las cejas, le huele el cuello y se siente feliz porque ella tiene su olor.

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Las horas pasan, Sebastián está desnudo, sentado en su habitación. Tiene en su silla los pantalones azules, las medias oscuras y la camisa blanca; pero pasa el tiempo y Alejandra no ha llamado ni ha escrito. No dice nada, seguro no vendrá. Son las seis y ella no llama. Él quisiera llamar, pero no puede hacerlo porque teme interrumpirla en un momento que debe atender a su madre o padre.

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Son las siete, Sebastián sigue en sentado en su cama, con la pesadez de saber que ella no llegará, que todo lo que descarta ella no lo valorará; que así como hoy no llega, un día se irá y no volverá nunca más.

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Son las nueve, Alejandra se pone al Facebook e invita cam.

Hola Sebastián, me puedes pasar el Excel que estaba trabajando en la casa – a ella no le importó nada su cita. Está bien, ¿por qué no viniste? Sebastián, ¿crees que está bien si llevo los libros a Karol? – Alejandra ya no quiere contarle sus cosas. Bueno, tienes que hacer lo que han convenido, si ella se aprovecha es su asunto. Ay, no sé qué hacer. ¿Por qué no viniste? Ay Sebastián – no le llama como le gusta -, voy a ir a comer, ya luego te escribo. Ok.

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Sebastián quisiera mandar todo a la mierda.




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