Vamos a mi cuarto – propone Mario.
Está bien – aprueba Elena. Estoy ebrio y no sabré controlarme. No importa, solo
dormiremos – Elena sonríe y le da un beso.
Entran a la habitación, él está
muy cansado así que se echa en la cama y duerme. Elena le quita los zapatos,
los pantalones y le deja en polo y trusa, le abriga con una frazada que saca de
su ropero; ella se acuesta a su lado. La cama es de una plaza y media, están
pegados, pero ella desea que él la abrace.
¿Estás dormido? ¿Qué pasa Elena? –
Mario balbucea. ¿Me puedes abrazar?
Mario se voltea y abraza a Elena.
Ella siente un abrazo de niño. Él siente frío, mucho frío. Elena mira el rostro
de su amado y llora.
Elena, tengo mucho frío. Lo sé,
este frío no se irá. Elena, ¿por qué ya no quieres dormir conmigo? No se puede,
ya no estoy a tu lado. Elena si yo viviera mil años, mil años te quisiera –
recuerda la canción que hoy escuchaba con su amigo. Como los tiempos que paso en
la eternidad y yo aún te amo – responde una imagen borrosa de la hermosa mujer.
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