Saturday, November 22, 2014

Patricios y plebeyos

Los chicos quedaron sorprendidos de la teoría freudiana, el más inquieto de sus estudiantes se acercó, le dio la mano y le dijo, ha sido su mejor clase.


Sebastián está cansado, es viernes, termina su semana con el curso de “Penal”; podría no asistir, no esta programado ningún trabajo ni exposición. Al firmar su salida se encuentra con la profesora Yolanda.

Un momentito Sebas. Dígame profesora. ¿Estás apurado? Este – no sabe qué decir, casi nunca tiene tiempo para la profesora -, este… sí, la verdad sí estoy apurado, tengo que ir a comer y luego a la universidad. Entonces aprovechamos y comemos juntos. Es que voy a mi casa a comer – revisa sus bolsillos y no tiene más que un par de monedas. Pero hay que comer aquí en el cafetín. La verdad es que no me alcanza; pero dígame en qué puedo ayudarla. Yo te invito. No, no se moleste. No es una molestia, tú nunca tienes tiempo para mí, andas de aquí para allá, necesito de tu ayuda, vamos. Está bien.

Caminan al cafetín, saludan a la directora que está en una mesa con su hija; a Sebastián le gusta que la directora esté allí y que piense que él está haciendo horas extras. Se sientan y la profesora Yolanda pide un ají de gallina, Sebastián un saltado de pollo.

Quiero que me ayudes con unos videos, quiero terminar el año – baja la voz para que no le escuche la directora -, quiero terminar el año con una exposición de lo trabajado por el área, los videos serían de focus group. Claro, podríamos hacer reflexionar a los chicos sobre los foros que hicimos. École, tú captas rápido la idea; qué te parece si lo hacemos en el auditorio. Creo que podríamos hacer tres videos y deberíamos hacerlo en diferentes lugares, uno en el auditorio, otro en un salón y el tercero puede ser en la biblioteca. Tienes razón, además hay una canción en quechua que los chicos de tercero han preparado y necesitamos grabarlo. Ya, le parece si grabamos el día jueves, después del recreo. Así queda. Ahora me voy, llevo retrasado media hora. Apúrate.

Sebastián se apresura bajando las escaleras – el cafetín está en el segundo piso –, se encuentra con Carlos, queda en que le hará el favor de ver unos documentos.

Tiene solo dos soles, y el almuerzo le ha quedado chico. Recuerda que David le pagará veinte soles por un ensayo, con eso podrá comer algo a la salida.

Toma el carro, un señor - que supuestamente ha estado en el penal de Lurigancho- pide una colaboración para su tan alicaída economía que ha coincidido con su próspera reproducción; no le interesa mirarlo y se hace al dormido.

Recuerda a Diana y se pregunta si será cierto lo que le contó. Ahora ella está en Italia, con la niña que dice que es hija de Sebastián. Y si fuera qué, no tiene ningún sentido decirle a una niña de doce años que tiene otro padre en Perú, para qué, no es que no la quiera, pero piensa que no se merece ser padre.

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Entra al salón, el profesor es muy amable con él y no le dice nada, pasa la voz a los romanos. Quisiera sentarse al lado de Kev – el romano más noble -, pero piensa que hoy tiene que atender a David y a sus amigos.

Recibe los siguientes mensajes de Camila:

Mensaje 1: Sebastián bonito te fuiste :’(
Mensaje 2:  :’(:’(:’(:’(:’(:’(:’(:’(:’(
Mensaje 3: Ya no te quiero maio :’(
Mensaje 4: Te quiero, <3

No entiende el último jeroglífico, pero se contenta porque Camila lo quiera tanto. Quiere mandarle un mensaje, pero no tiene saldo.

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En la hora del break, conversa con David sobre el ensayo y le pide el dinero. Recarga su celular – cinco soles – y llama a Camila.

Hola Camila, perdóname que no pudiera responderte, me quedé sin saldo. No te preocupes Sebas, cómo estás, hoy preparé ají de gallina y quería invitarte. Estoy en clases. ¿Estás con ese gordo? No, a él no lo veo más que los miércoles. Ya, porque quería ir a visitarte para sacarle roncha. No, mejor lo planeamos con anticipación; ahora te dejo porque tengo que entrar. Ya amiguito, nos vemos el domingo verdad. Por supuesto, en mi cama, diré en mi casa. Jajajaja.

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Profesor podría darme el tema “crimen organizado”. Por supuesto Rivas, al mejor de mis alumnos lo que pida – el más destacado de los doctores elogia a Sebastián, para roncha del gordito.
Sebastián camina contento hacia su silla. Ángel se le acerca.

Sebas, hoy será. Si me invitas. Por supuesto, al dios de filosofía. No digas eso.

El profesor Velasco pregunta la hora y da por concluido la clase. Sebastián sale con los romanos Ángel y David. Ángel llama a Keni .

Oe apresúrate, sabes con quién nos vamos al point – Sebastián se admira que esté rumbo al “point”-, sí huevón, apúrate.

Llegan al point – una tienda que tiene un banco de piedra. Sebastián se dice que Roma deba ampliarse y hacer partícipe a sus, aunque plebeyos pero nobles, acompañantes.

De los tres plebeyos, el que más simpático le parecía era Ángel; pero quién primero le demostró amistad fue Keny; aunque David siempre ha sido muy amable, pero su poca preparación le hacía desmerecedor de atención. Ahora lo sopesa mejor, los tres valen y son dignos de tener su amistad y alianza.

Primero tres, luego otras dos, y Keni saca tres. Su calidad de dios de filosofía acabó. Sebastián se cubre los ojos y hace como si estuviera llorando, Ángel se admira al ver al noble romano en ese estado y le pide que cuente su historia:

Ella era muy hermosa, sabes qué la hacía hermosa, sus ojos. Sus ojos, no sé qué color tenían, eran verdes o azules, no sé – hace sonar su nariz sistemáticamente -, era artista plástico y tenía en gran estima a un crítico de cuadros. Una vez fui a ver a ese señor, en una exposición en Miraflores y me le acerqué y me invitó a su departamento para tomar algo. Cuando estaba en su sofá, se me acercó y me agarró la pierna – Sebastián se toca la pierna como supuestamente lo habría hecho aquel hombre – y me pidió que me relajara. En ese momento saqué el revólver y le apunté; por su culpa mi chica se había matato, ella le consideraba tanto que cuando él criticó sus cuadros para mal no lo soportó y acabó con su vida; por eso me fui a vengar.

¿Lo mataste? – Ángel pregunta asustado.

No – Sebastián mueve la cabeza. Sentí como se derramaba el líquido por su sofá – suena su nariz quedito y sonríe -, el maricón se había orinado.

Cualquiera, puta pero qué feo por tu chica, qué era tan importante ese crítico – pregunta David.

Sebastián se tapa los ojos, se le ve tan triste; y su historia ha coincidido con la llegada de las tinieblas.

Saben cómo se llamaba ella, ella… Mario Vargas Llosa, Ojos Lindos – Cuadros feos. Sebastián sonríe, y todos quedan estupefactos por la historia.

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Keny se queda en la universidad, Ángel, David y Sebastián se van hasta el paradero. Antes, Sebastián compra hamburguesas para los tres, se ha quedado con tres soles, se entristece porque no tiene dinero. Ángel piensa que Sebastián está muy embriagado, por eso decide llevarlo hasta su casa. Ambos toman el bus y dejan a David esperando el carro que lo llevará a la “28”.

Sebastián le pide a Ángel para bajar a mitad de camino, quiere orinar; él está de acuerdo porque igual quiere orinar. Bajan en la “Hacienda” y van a una pollería en busca de un urinario.

Suben a otro bus que los lleva a ambos por un sol. En este trayecto, Ángel guía a Sebastián – abrazado – para que camine. Al bajar hace lo mismo, le guía por la Chimú y lo deja en su casa.

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Sebastián sube a su cuarto, Camila le llama y le entera que le han escogido reina; y él la felicita porque le parece que no solo lo merece por su esmerada anatomía sino que también por lo inteligente que es.

Timbra a Elizabeth, se había prometido no hacerlo, no contesta. Prende la computadora y ve una foto de Elizabeth con William, entonces decide postear lo celoso que está.

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El senado es una asamblea de reyes, pero un día han de compartir patricios y plebeyos los mismos honores. Quizás ese día deje de ser el cónsul. Piensa mirando el techo que no tiene estrellas. 

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