Qué bonito reloj. Gracias, me lo compré ayer, para hacer
juego con mi vestido, ¿te gusta? No te digo que está bonito, pensé que era
algún regalo de tu enamorado – Alexandra piensa que Mario nunca le regaló nada.
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Señor, ¿cuánto me cobra hasta la seis de Horizonte? – el
taxista reconoce a la señorita que le ha parado, fue su estudiante hace cinco
años atrás. Ocho soles – Alexandra acepta, porque normalmente le cobran diez
soles.
¿Y usted siempre trabaja de noche? Sí, en las mañanas
trabajo como profesor y por las tardes preparo mis cosas para el día siguiente,
ya de noche me pongo a taxear. Wow, ¿usted es profesor?, ¿de qué colegio? Ahora
enseño en un colegio nacional, aquí por las Flores. ¿Es soltero? No, soy casado,
tengo una hija. ¿Y está enamorado de su esposa? Es usted muy curiosa señorita,
pero sí, la amo, aunque creo las cosas están cambiando a raíz que compré este
auto, ahora me dedico más al trabajo para poder pagar un crédito que sacamos
hace poco para el techado de nuestra casa.
Suena el celular del taxista.
No va contestar. Es mi madre, yo
vivo cerca de aquí, ya me voy a mi casa porque hoy es el cumpleaños de mi
señora. Entonces está de fiesta, ¿y qué le va regalar? No podré regalarle nada,
estamos juntando para nuestra letra, ella comprende. Por favor, tome este reloj
– Alexandra le da el reloj al taxista -, me lo compré ayer, solo hoy lo he
usado, es usted un buen hombre y seguro que su esposa es una buena mujer. No
puedo aceptarlo. Acéptelo – el taxista coge el reloj.
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Elizabeth corta la comunicación, era su madre que le pedía
que le envíe sus medicamentos. No se puedo matricular en el instituto porque no
le alcanzó el dinero.
Al salir de su trabajo, camina por Sucre y encuentra un niño
llorando, lleva los mocos colgados, está sentado en una esquina y tiene en la
mano derecha una cajita de frunas. Pero llama su atención que frente a él hay
un billete de cincuenta nuevos soles, entonces se sorprende por la situación,
se puede estar en tan mala circunstancia que ni siquiera se ve lo bueno que se
tiene delante. Ella pudiera llevarse el dinero, pero no lo piensa y se lo da al
niño.
*****
Elizabeth se encuentra con Flor y le cuenta de su
desprendimiento. Su amiga le increpa lo tonta que ha sido.
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