Friday, November 14, 2014

Bonitos gestos

Qué bonito reloj. Gracias, me lo compré ayer, para hacer juego con mi vestido, ¿te gusta? No te digo que está bonito, pensé que era algún regalo de tu enamorado – Alexandra piensa que Mario nunca le regaló nada.

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Señor, ¿cuánto me cobra hasta la seis de Horizonte? – el taxista reconoce a la señorita que le ha parado, fue su estudiante hace cinco años atrás. Ocho soles – Alexandra acepta, porque normalmente le cobran diez soles.  

¿Y usted siempre trabaja de noche? Sí, en las mañanas trabajo como profesor y por las tardes preparo mis cosas para el día siguiente, ya de noche me pongo a taxear. Wow, ¿usted es profesor?, ¿de qué colegio? Ahora enseño en un colegio nacional, aquí por las Flores. ¿Es soltero? No, soy casado, tengo una hija. ¿Y está enamorado de su esposa? Es usted muy curiosa señorita, pero sí, la amo, aunque creo las cosas están cambiando a raíz que compré este auto, ahora me dedico más al trabajo para poder pagar un crédito que sacamos hace poco para el techado de nuestra casa.

Suena el celular del taxista.

No va contestar. Es mi madre, yo vivo cerca de aquí, ya me voy a mi casa porque hoy es el cumpleaños de mi señora. Entonces está de fiesta, ¿y qué le va regalar? No podré regalarle nada, estamos juntando para nuestra letra, ella comprende. Por favor, tome este reloj – Alexandra le da el reloj al taxista -, me lo compré ayer, solo hoy lo he usado, es usted un buen hombre y seguro que su esposa es una buena mujer. No puedo aceptarlo. Acéptelo – el taxista coge el reloj.

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Elizabeth corta la comunicación, era su madre que le pedía que le envíe sus medicamentos. No se puedo matricular en el instituto porque no le alcanzó el dinero.  

Al salir de su trabajo, camina por Sucre y encuentra un niño llorando, lleva los mocos colgados, está sentado en una esquina y tiene en la mano derecha una cajita de frunas. Pero llama su atención que frente a él hay un billete de cincuenta nuevos soles, entonces se sorprende por la situación, se puede estar en tan mala circunstancia que ni siquiera se ve lo bueno que se tiene delante. Ella pudiera llevarse el dinero, pero no lo piensa y se lo da al niño.

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Elizabeth se encuentra con Flor y le cuenta de su desprendimiento. Su amiga le increpa lo tonta que ha sido.

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