Echado en mi cama, pensando en ti. |
El rey como mendigo le ruega por su amor, a ella no le
interesa.
El rey se enfurece, no soporta la negativa de la princesa y
decide expulsarla de la corte para olvidar su rechazo; pero su amor por ella le
reprime tal ignominioso trato.
La princesa ama al conde Alberto, y se entrega a él. Ella no
quería verse deshonrada por tal desliz y por eso le pide al conde que se case
con ella, a lo que él lo rechaza.
En palacio se corre el rumor que la princesa está
embarazada, y que el hijo será del rey. El rey se entrevista con ella.
****
Su majestad, mi presencia le ha de ser aborrecible.
Jamás princesa Elizabeth, me ha dolido vuestras mentiras, vuestro
desprecio, pero jamás me has sido aborrecible.
Su majestad, he sido deshonrada por un infame conde,
estoy embarazada, usted puede decidir mi suerte.
Me has enseñado que no puedo decidir por ti, eres fuerte
princesa, y defenderás tu libertad; tu suerte depende única y exclusivamente de
ti; yo te amo, pero eres tú quien debe elegir: Ser la reina de este castillo o
regresar a tu provincia y disfrutar de las atenciones de lo que te procure la
riqueza de tus nobles padres.
Su majestad, es usted verdaderamente el hombre más generoso;
me ofrece la corona a pesar de lo mal que me he comportado. Este castillo es mi
destino y será el de mis hijos, yo decido ser la reina.
****
El rey proclamó que la princesa había sido su mujer y que en
su vientre se desarrollaba el Delfín del reino.
Así contrajeron nupcias, el castillo se cubrió de cristales
para la ocasión; la princesa vestía seda traída de los reinos del Oriente,
llevaba piedras preciosas de las posesiones del Caribe, su belleza y simpatía
de niña era lo que más la realzaba. Los adictos a ella decían, la princesa se
lo merece, quién puede negársele a tan dulce criatura.
****
El rey embriagado, después de las celebraciones, lleva a la
reina a su lecho; quiere hacer el amor, pero ella no lo acepta, él la fuerza,
arranca el vestido y la posee.
****
Su majestad – se dirige el conde Julián -, es mi deber decir
lo que se dice acerca del vástago a quien usted ha declarado como nuestro
Delfín; se dice que es hijo del conde Alberto.
He escuchado tales cosas, y ante la duda del pueblo no puedo
más que actuar. El conde Alberto ha de viajar a los Alpes y allí tendrá que
contraer matrimonio; te delego tal tarea.
¿Y en cuanto a la criatura que lleva la reina, Majestad?
Siendo que ha sido declarado Delfín, solo se le podrá quitar
tal título con su muerte. Yo me encargaré.
****
De noche, el rey se acerca a la reina que está descansando
en su cama, saca un cuchillo y le abre el vientre; los gritos atroces de la
reina no se escuchan. El rey saca al feto, lo levanta vivo y aplasta su cabeza.
Dos comadronas entran y le reclaman a la reina por lo que
presuntamente ha hecho. La atienden y se acercan al rey para darle la noticia
que el Delfín a muerto. El rey llora.
****
La reina aún convaleciente, debe atender al rey. El rey se
le hecha y la posee.
¿Es este cuento realidad?
Real mi reina.
¿Acaso este castillo no está en el aire?
No pienses que estás soñando.
Afuera todos sonríen, el reino es uno de los más pacíficos y
prósperos, qué hace que en el núcleo de este castillo se cometa tal atrocidad
contra la reina.
Eres la reina, tú elegiste. Pudiste elegir al mendigo, pero
elegiste al conde y el conde te deshonró. Pudiste volver a tu castillo
provincial, pero elegiste el castillo central, y en ese catillo está el rey.
El rey era un monstruo.
Moraleja: Elige al rey mendigo y no al rey generoso.
Este cuento está dedicado a Elizabeth. (16/11/2014).
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