En el Senado, el Cónsul se pone de pie y los romanos lo pifian.
Toma la palabra e inicia discusión con el segundo romano más influyente.
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No saben que los romanos eran los ciudadanos más civilizados
de su contemporaneidad.
¿Y eran traidores?
Jamás, la traición era castigada con el destierro - muerte
política - o la misma muerte física.
Entonces tú no eres merecedor de llamarte romano.
¿En qué medida te he traicionado?
No de forma oral, pero si con tu gesto, al dejar la “Constitutio”
en el suelo, a manera de cualquier cobarde. Por eso el Senado ha decidido
desterrarte.
Soy Primus inter pares, si mi objetivo era dejar Roma;
hubiese destruido todo vestigio de mi permanencia; hubiese destruido la “Constitutio”,
no dejarla en el suelo del Capitolio.
Roma está destinada a ser un imperio, pero no de traidores.
Roma se fundó con sangre del hermano que traicionó. Así
siempre ha sido la historia de Roma y no tiene por qué cambiar en un círculo
que lo remeda. Nuestra Roma se fundó con la traición de un hombre vil, sujeto a
quien le hemos dado la oportunidad para ser parte de nuestra historia. Porque
teníamos ya una ley antes que existiera nuestro círculo. Nuestra ley es la de
la hermandad. Y por eso se le eliminó tras su afrenta de no someterse al Senado.
El Senado desconfía de ti.
Así mismo a Roma siempre se le ha caracterizado porque su
líder ha dejado de serlo tras su muerte. Entiendo que no están conformes
conmigo. Roma tiene un líder y solo lo podrán sacar de su status con su muerte.
Es el Senado quien puede eliminarme, frente a él soy un romano más.
Si dices que no nos has traicionado, ¿por qué dejaste la “Constitutio”?
Porque con ese gesto les digo que es momento que decidamos
qué hacer con Roma. Yo he decidido estar en pie con Roma, ¿qué
decide el Senado?
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El más joven de los senadores propone:
Creo que debemos incendiar Roma y acribillar al cónsul... o imponer
orden en nuestra ciudad.
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