Sale del colegio, toma una combi hasta la esquina de su
casa. Es un día templado, no se asomó el sol; este clima le pone pensativo.
Piensa en lo que ha de estar haciendo Elena, quizás en su trabajo, quizás en su
casa con los niños.
Llegó a su casa, se quita la ropa y la coloca encima de la
silla que tiene cerca. Se pone en frente
del espejo, se siente gordo – en verdad se siente gordo -, quisiera ser más
delgado y alto; no le gustan sus cachetes y tampoco su abdomen que contabiliza
unidades de grasa de hamburguesas.
Prende la música para escuchar música, algo suave para este
ambiente tan pesado. Se pone en la ducha, hace frío pero tiene que aguantar;
sería bueno tener una terma, pero cuánto costará una. Se echa un champú para la
caída de cabello que su hermana le recomendó, se jabona prolijamente y deja que
el agua le caiga por largo tiempo, pensando en que se debería detener el mundo
justo cuando está así.
Toma la toalla, se seca y con más cuidado el cabello que se
irá a la cama. Son las cuatro; apaga la computadora, cierra las cortinas y apaga las luces.
Se mete desnudo en su lecho, le gusta sentir la colcha – de presumibles
plumas arrancadas a infelices gansos – en su cuerpo desnudo recién bañado.
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