Sebastián está muy cansado, ha sido un día “bárbaro” – como dice
la tía Olga – o “Maldito” – como dice el tío Juan. Se levantó tarde, pero igual
se bañó y se fue al colegio sin tomar desayuno. Tuvo una discusión con su
coordinadora, quién le ha dado más tareas y responsabilidades. Llegó a las tres
a casa de su madre para comer, pero ella había hecho lentejas – comida que no
le gusta – y por eso solo frió un huevo para servírselo con arroz.
Estuvo en su habitación hasta las nueve y cincuenta
elaborando un trabajo de su curso de “Metodología”, mientras lo hacía, Willy le
estuvo llamando preocupado por si llegaba o no – el trabajo es grupal. Terminó
los cuadros y salió corriendo, ya no le quedó tiempo para tomar su segundo
baño, ni para lavarse la cara. Salió hasta Chinchaysuyo y paró un colectivo,
tuvo suerte, en éste iba una hermosa mujer que estaba coqueteándole al taxista
y le pidió que “porfavorcito, vaya más rápido que le urgía llegar pronto”, así
que fácilmente se hizo la carrera en quince minutos hasta Canto Rey.
Bajó apresurado, corrió la avenida El Bosque, llegó a la
universidad, subió los seis pisos y encontró sola a la profesora. Está muy
cansado, sudando, se siente muy mal pero también con cierto alivio de ver a la
profesora y que al menos le podrá dar su trabajo. Quizás sus compañeros ya se
fueron y él le toca – como casi siempre le ha tocado – estar solo, se alucina estando
como en una película, un salón tan grande, frío, monocromo con sillas azules y
solo frente a una juez implacable que seguro le criticará de por qué no llegó
para el examen, y que encima llega a las justas con ese trabajo.
Profesora, discúlpeme; mis compañeros me enviaron su parte
el fin de semana pero no pude hacerlo porque tenía muchas tareas y hoy recién
terminé con unos detalles, sobre todo lo de la matriz. No has dado tu examen.
Eso no importa ahora, me era más importante tener el trabajo, no quiero que
piense que soy un irresponsable. A ver, enséñame qué has trabajado. Aquí tiene,
mire, la matriz lo hice en cuatro hojas y lo pegué porque no salía en una hoja.
Bien hecho, eso está bien; pero aquí has redundado con el tipo de diseño. Es
que tenía dos autores, y uno decía diseño y otro decía nivel, y como usted puso
las dos categorías yo pensé en usar a estos autores para que no me faltara
nada. Cuando hablo del nivel, me estoy refiriendo si es básico o aplicativo; no
hace falta este otro autor, trabaja solo con Carrasco. Está bien, aquí está el
trabajo, hicimos treinta páginas – le va mostrando las partes del trabajo -, no
sabía qué número ponerle al Marco Conceptual porque en la guía de productos no
está enumerado. Es que tiene que ser seguido de la introducción, pero está
bien, has hecho algo bueno, voy a revisarlo con más calma y ya les califico
después. Gracias profesora, y disculpe nuevamente que llegue a estas horas. ¿Tú
eres profesor verdad? Sí. La próxima semana veremos lo de tu práctica. Gracias
profesora – Sebastián sale contento.
Tiene hambre, está sudando, llega a las escaleras y
encuentra a su grupo de estudio. Ellos le habían esperado y no se dio cuenta
cuando subió, estuvieron allí. Quizás pensó que ellos lo habían abandonado,
pero no estuvieron allí, claro que era que ellos necesitaban estar allí, pero
tampoco estaban en la obligación de esperarle tanto tiempo, eso le confortó a
Sebastián. Bajaron, conversaron sobre los temas. Willy le dio cinco soles en
retribución por lo que habría gastado en el colectivo; Adelaida le preguntó
sobre el trabajo y si podía enviar la
copia al grupo para que todos tuvieran.
No, no lo voy a pasar, porque es un trabajo que fácilmente
podría venderse. Yo lo tendré –. ¿Pero cómo vamos a estudiar? Yo les explicaré.
Pero al menos pásanos la matriz. Está bien, les pondré la matriz, además falta
que la profesora nos califique.
Adelaida se molestó, se notó su incomodidad al igual que a
Laura, la señora Rebeca no le tomó importancia – a ella le parece justo ya que
Sebastián hizo la mayor parte del trabajo.
Sebastián llega a la esquina entre Pirámide del Sol y Chimú,
se acerca al emolientero y lo ve dormitando.
Don. Sí – se despierta asustado -, joven, ¿cómo está? Don,
se me está durmiendo, es mejor que ya se vaya a casa. No, aún me falta media
horita más para terminar. Bueno, sírvame un emoliente para llevar. ¿Tibio o
caliente? Tibio, don; ¿usted dónde vive? Vivo en Santa Clara. Wow, y hasta allá
se va ir. Hay carro hasta tarde. Seguro – recibe la bolsita con el emoliente y
paga -, muchas gracias. A usted joven.
En el trayecto, recuerda a Chavito – su perro – que ha sido
golpeado por unos salvajes y se indigna que exista gente así; y que por otro
lado existe gente como el señor emolientero que se gana la vida a costa de
mucho sacrificio. Piensa también en sus compañeros, todos ellos son trabajadores,
y a pesar que cuentan con menos tiempo que lo que él tiene – su trabajo de
profesor le da tiempo para hacer sus lecturas y estar más pendiente en la universidad;
trabaja medio turno -, enviaron lo que les pidió y por ellos también pudo
terminar el trabajo. El trabajo no es solo tuyo, ellos también hicieron su
parte; reflexiona que es injusto privarles del documento, que lo mejor será
que se los pase.
Tiene hambre, dormirá sin comer nada; prende su pc; mira
facebook y les envía a sus compañeros el siguiente mensaje con los archivos
adjuntos:
“Estimados socios,
Es muy egoísta de mi parte privarles del trabajo que hemos
hecho, puesto que éste contiene el aporte de los 5 (la señora Rebeca, también
mandó su información). Discúlpenme por haberlos puesto en esa situación
incómoda de negárselos. Aquí les entrego los documentos, confío en que no lo
harán circular – como corresponde.
Atentamente, YO”.
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