Parte de la "Balsa de Medusa" del pintor y litógrafo francés del Romanticismo, Théodore Géricault. |
La habitación es blanca; el piso es de mayólicas grandes y
blancas, las paredes blancas y no cuelgan de ellas cuadros ni estantes como
antes los tenía; la biblioteca fue sacada al igual que el escritorio; solo
quedaron los muebles para la ropa y la mesa para comer; su cama fue cambiada por un catre de metal sin espaldar, cubierto por sábanas y cobertor blancos.
Me parece incierto mi futuro, ya son 3 años que vengo
escribiendo de una tal Alejandra que no existe; a veces pienso que es alguna de
mis hermanas, que me ha engañado con llamadas. Lo que me sorprende es que los
números son distintos y cuando los marco nadie me contesta. Cuando me llama
Alejandra, escucho música, parece que toca el piano.
Sebastián está acostado en la cama y lee un libro de Sartre –
El Ser y la Nada -, se esfuerza en entenderlo, piensa en que ese mismo libro
debe estar leyéndolo la morena pesadilla. Recuerda de su infidelidad a la
incógnita Alejandra y le confiesa a la nada.
Alejandra, si vivo es por ti; si hago el amor, también es
por ti. Hace quince días atrás me encontré con una trujillana que vive en
Miraflores, es economista, debe tener sus cuarenta años, es una buena amante.
He tenido dos encuentros con ella, la segunda vez fue hoy en la mañana. Gozamos
mucho, creo que ella goza más que yo, porque cuando le hago el amor solo pienso
en ti y darme cuenta que a quien poseo es a otra me hace sentir mal; lo hemos
hecho en su cuarto, después de eso solo nos hemos despedido. Perdóname por esta infidelidad.
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