Saturday, March 19, 2016

No confío en ti

Sebastián se levanta temprano, va a la casa de Nella para hacer gelatinas y agua de piña.

Hola Nellita. Hijito, ¿cómo estás papito? Bien Nellita, voy hacer agua de piña para los chicos. Qué bueno, con este calor tu papá está que compra gaseosa a cada rato. Ya Nellita, traje piña y azúcar, tú me dirás cómo hago.

Sebastián mira unos papeles que están en la mesa, es una relación de las propiedades de la familia y un esquema de cómo se repartirá la herencia de sus padres. Su nombre no aparece, recuerda que él no es hijo de los señores de la casa. Nellita, ¿y estos papeles? Son de tu papá – Sebastián se pregunta de quién papá está hablando. Creo que el viejo ya quiere hacer la herencia, como me ve que me estoy por morir. Ay Nellita, déjate de cosas.

Sebastián se pone triste, pero luego lo piensa, igual ellos le están apoyando bastante con lo del cuarto y la comida, así que como recogido tampoco podría exigir más, y menos cuando la propiedad del Sr. Rivas solo es una casa de cuatro pisos que debe repartir entre sus cuatro hijas primero.

Nellita me voy, me llevo esta jarra de agua. Ya papito, ¿te vienes a comer? No, no te preocupes Nellita voy a comer en la calle, voy a salir con mi amiga. Ya, llévate estas rosquitas de anís que están buenas, me vendió la abuelita. Entonces vino mi abuelita, yo también quería comprarle ahora, la otra vez no puede colaborarle. No te preocupes, yo le colaboré a tu nombre. Gracias Nellita, ahora sí me voy porque mi amiga ya va llegar.

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Alejandra le espera abajo. Él baja, le da un beso y ella responde secamente.

¿Qué pasó Ale? Aquí te traigo los informes. ¿Y por qué no subes? Es que ya me tengo que ir. ¿Has comido? No, pero voy a comer a mi casa. Ya es tarde, vamos a comer juntos, yo recién estoy saliendo a comer. No, gracias, a mí me gusta comer en casa – a Alejandra no le gusta comer con Sebastián. Ya – a Sebastián se le hace un nudo en la garganta -, ¿vienes mañana? No, es día de familia, me lo mandas por correo por favor. ¿Pero ya no quieres revisarlo conmigo? Tú lo haces bien Sebastián, no habrá problema. Está bien, te lo mando mañana en la noche. Muy bien – Alejandra está aburrida de Sebastián -, entonces nos vemos Sebastián. Déjame acompañarte a tomar el carro. No hace falta Víctor me espera en la avenida.

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Sebastián tomó otro camino para no incomodar a Alejandra, caminó hasta la Iglesia San Juan Bautista y entró a un chifa de mediano costo.

Se sienta, ya es muy tarde y tiene dolor de estómago, piensa que debe ser gastritis. Se le acerca el mesero, pide un arroz chaufa con sopa. Escucha la música y se siente muy solo.

Deberías hacerle caso a todos, ¿y si aceptas el trabajo de César y así tienes motivo de decirle adiós? – Elena le habla. Elena, ya me estoy acostumbrando; poco a poco y ya no me dolerá – Sebastián tiene los ojos vidriosos. Sebastián, perdóname Sebastián, perdóname por no dejarte. No Elena, muchas gracias por no abandonarme, eres la única persona que ahora tengo, si tú no estuvieras ya no tendría sentido nada para mí.

El mesero le alcanza la sopa y mira al cliente hecho un zombi.

Señor sírvase. Gracias – Sebastián despierta.

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Si yo ingresara en política, y te ofrecería ser mi asistente de campaña, lo harías. No sé cholo, tendría que pensarlo; creo que diría que voy a votar por ti, pero no haría campaña, yo no metería las manos al fuego por nadie – Keni responde. Eso está bien Keni, yo no creo que podría postular a algo ahora, no sé cómo pensaré más adelante pero ahora no me interesa hacer política; pero sabes, esperaba que me respondieras de otra manera. No sé pues cholo, lo que pasa es que en la política todo es sucio y ya no puedo confiar en nadie, qué tal y te metes en el partido de Keiko o Alan. Sí cholo, no debes confiar en nadie; yo he confiado en algunas personas y esas me han defraudado, pero aun así seguiré confiando en mis amigos, claro siempre que no me den idea alguna de que están rompiendo los principios con los que comulgo; tu respuesta si confiaras en mí, hubiese sido que sí, pero como no confías en mí has respondido como lo has hecho. No es eso Sebastián, no te vas a poner mal ahora por eso. Keni, lo malograste cholo, ya fue. No Sebastián, no es así, es que yo no voy a confiar a ciegas. Pero no te estoy pidiendo eso, estoy pidiendo que confíes en mí, yo soy tu amigo y socio. Pues no, no confío en ti. Ya – Sebastián sonríe.

Keni no confía en nadie porque ha entrado en un escepticismo total, y no confía en Sebastián porque piensa que él puede ser tan corruptible como cualquier político; ve en el profesor Rivas a un tipo extraño de quien puede aprender algo, pero no confiar del todo. Aunque estuvo en un momento de su tristeza – piensa que debe ser por la edad – Sebastián debe ser como el resto, alguien que solo ve por sus intereses personales, que debe estar maquinando cómo ganar dinero o sacar provecho de los demás.

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Sebastián saca de su bolsillo diez soles, los únicos diez soles que tenía. Si Alejandra le hubiese dicho que sí estaría en aprietos porque él pensaba que tenía veinte soles, felizmente que Keni le devolvió los cinco soles que le debía. El chaufa le costó once soles.

Elena le sonríe, Sebastián le devuelve la sonrisa.

Si yo tuviera dinero, si tuviera mucho dinero compraría un auto para pasear con Alejandra, la llevaría a donde ella quiera, le serviría como si fuera su chofer y le llevaría a comer donde su capricho. Si tuviera dinero, invitaría a comer a ese niño que vende frunas, le compraría las pastillas a la mamá de Arturo y los muebles para Susana. Si tuviera dinero comería bien y a mi hora, si tuviera mucho dinero compraría un departamento para que Alejandra venga y esté cómoda conmigo, llenaría mi refrigeradora con lo que ella pudiera desear.

Elena se admira y le da pena que Keni piense mal de Sebastián, no conoce a éste ingenuo profesor que solo quiere dinero para satisfacer las expectativas de alguien a quien ama y si le alcanza dárselo a quien lo necesita. 



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