Monday, March 28, 2016

El discípulo y su maestro

Cedric está emocionado porque el maestro Miqueas aceptó que él sea su discípulo. Aunque ha escuchado muchas cosas negativas del maestro, Cedric cree en que trabajar con Miqueas le servirá bastante y si algo negativo tiene es porque al maestro aún le falta mucho que recorrer, es un maestro joven.

Cedric aprende con rapidez, y aunque no le gusta el convencionalismo de la enseñanza, se somete a las disposiciones de Miqueas. Ambos se tratan sin jerarquía.

Cedric parece tan elocuente como Miqueas y pronto está dominando el lenguaje del maestro, aumentó su léxico y su raciocinio es cada vez más propio.

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Cedric es feliz, pero Miqueas no lo es. El joven discípulo se sorprende por el pesar de su maestro y conversando con un sabio éste le responde:

“Tu maestro es feliz, ¿cómo no podría serlo si es un hombre que produce, que crea constantemente?, entiende que la felicidad es acción y no unas expresiones faciales”.

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Cedric tiene una gran oportunidad que su hermano mayor le ha ofrecido.

Irás a la mejor universidad del reino, allí aprenderás la ciencia del debate, estarás con los mejores oradores, los más conspicuos políticos, solo te pido que lo aproveches para que nuestras relaciones públicas se amplíen y favorezcan el negocio de nuestro padre. No me interesa ir con ellos, yo me quedaré aquí con Miqueas, con él aprendo más. ¿Serás ingenuo Cedric?, no pierdas tu tiempo con ése hombre que éxito no ha alcanzado, solo escribe para un grupo menor y nada sobresaliente tiene. Pues te equivocas, me tiene a mí, de él aprenderé, pero mejor que él seré y mi gloria contribuirá a su gloria. No seas cabeza dura, lo que te ofrezco es algo que nadie rechazaría. Estoy bien en esta universidad y quiero mantenerme como discípulo de Miqueas.

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El tiempo está caluroso, Miqueas recibe a Tristán.

Señor Miqueas, es con usted con quien quiero hablar. Dígame Tristán. ¿Cómo conoce mi nombre? – Tristán se sorprende. Sé quién es usted y la influencia que tiene en la ciudad, un hombre de negocios. Pues que bueno que me reconoce, y sabrá de mis aciertos para la vida, le vengo a pedir que me ayude con mi hermano Cedric, es un discípulo suyo. Claro, Cedric, ¿qué hay con él? Señor, quiero que mi hermano vaya a la Concordia, es una mejor universidad. ¿Crees que el nombre de una universidad hará mejor a tu hermano? Claro que no señor, en la Concordia conocerá a verdaderos sabios – Tristán lo dice despectivamente. Si es así, Cedric aceptará, aunque no es de guiarse por los títulos y honores, él siempre estará con los mejores. Se lo he propuesto ya, y se ha negado. Entonces nada puedo hacer. Señor, usted puede hacer mucho, eche a Miqueas, no lo acepte más a su lado, si usted es un sabio como pretende que lo es, sabrá que si su discípulo llega a ser alguien importante, contribuirá en su prestigio y le vendrán más discípulos. Tristán, ¡cómo te atreves a pedirme tal cosa!, ¿tus maestros en la Concordia te han enseñado tales argucias? No, yo he aprendido que todo tiene un valor, así que le ofrezco una generosa compensación por apoyar al crecimiento profesional de mi hermano. Guárdate tu dinero, no tengo nada que ofrecerte para que me pagues nada, y aun así si aceptara echar a Cedric, él no iría a la Concordia, le conozco, él solo quiero aprender de la verdad. La verdad que no es usted, déjelo, usted solo es un mediocre maestro de este pueblo mediocre. Así es – Miqueas es orgulloso -, tiene toda la razón, soy un maestro mediocre de este pueblo mediocre, pero soy el maestro y soy a quien Cedric sigue.

Tristán se da la vuelta, monta su caballo y retira del lugar.

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Cedric y Miqueas van a la ciudad.

Ves aquella universidad, es la Concordia; es la mejor universidad, allí conocerás los más sabios filósofos, Paulo y Narsez, quiero que vayas con ellos. No quiero ir allá, quiero quedarme en el pueblo y aprender de ti por ahora, después que me sienta suficiente bueno aprenderé de otros, pero no quiero entrar a la Concordia porque sé que es un lugar donde hay mucha corrupción y que lo bueno que tienen esos Paulo y Narsez es su capacidad para engañar.

Miqueas no puede mantener más a sus discípulos, así que ha decidido despedir a Cedric.

Cedric, no soy tan bueno como tú crees, tampoco soy un sabio apenas tengo un título y el más insignificante, es mejor que vayas a la Concordia allí encontrarás otros maestros mejores que yo. No Miqueas, quiero estar contigo. Basta Cedric, además no podría darte lo que otros maestros, yo mismo necesito de uno; así que he decidido dejarte, en la entrada del mercado encontrarás a Tristán y con él irás a la Concordia o la universidad que tú quieras, no regreses al pueblo que no me encontrarás. No me dejes Miqueas, he apostado por ti. Basta Cedric, no seas terco vete.

Muy triste Cedric va al encuentro de Tristan.

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Miqueas se encuentra con Elena, tienen que comprar los enseres para el mes y seguir bregando contra la pobreza que en el pueblo gobierna.

¿Y por qué no recibiste la ayuda del hermano de Cedric? Porque no sería justo. Tampoco ha sido justo que eches a Cedric de esa manera. Sí lo ha sido, él merece una preparación formal con verdaderos maestros, en nuestra escuela se estaría echando a perder. Miqueas, no digas eso, tú siempre dices que eres el mejor y ahora sales con que un discípulo tuyo se echa a perder por estar contigo. Elena, te digo que nada bueno tengo para ofrecer a Cedric, no sé nada más que el conocimiento de los libros y la experiencia de la pobreza, qué podría darle a un hijo de ricos. Justamente eso, tu sed por el conocimiento y tu experiencia de vida.

Elena pide dos sacos de arroz y uno de azúcar, éstos los llevarán en la carreta.

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Cedric encuentra a Tristán junto al maestro Owen.

Y hablando del muchacho, aquí lo tenemos – Tristán presenta a Cedric. Encantado, conocerte Cedric, soy el maestro Owen, conmigo aprenderán la historia sobre política. Dice que usted me enseñará sobre la corrupción que impera en este reino. Jovencito, estudiaremos el arte de administrar el poder, de cómo nuestros reyes han logrado que nuestro reino sea uno de los más ricos. ¿Y uno de los más injustos con respecto a la distribución de las riquezas? – Cedric le pregunta rápidamente. Modera tus comentarios Cedric – Tristán le resondra. Parece que el muchacho ha sido influenciado de una corriente pesimista. Discúlpelo maestro, estuvo tratando con el profesor del pueblo Marcondio. Ah, el pueblo más pequeño del reino. Sí, el pueblo de donde vengo – Cedric es agresivo. Sí maestro Owen, nosotros somos de allá, pero tenemos negocios en todas partes y yo vivo aquí en la capital, en Escandilao, como así lo hará Cedric. Pues no he quedado en nada con respecto de pasar a vivir aquí, sabes muy bien que no comulgo con tus formas de administrar la fortuna de nuestro padre y tampoco quiero estudiar en la Concordia, entonces te darás cuenta que no estaré aquí. ¿Qué otra universidad es la que te interesa? – pregunta Owen. No se equivoque señor, no he dicho que me interese ninguna, volveré a mi pueblo al lado de mi maestro. ¿De qué maestro hablas Cedric? – Tristán piensa que su hermano no se atreverá a decir que admira a un maestro como Miqueas. Qué pasa Tristán, crees que no diré quién es mi mentor, pues reconozco a Miqueas como mi maestro. No hables tonterías, Miqueas te ha echado de su lado porque acordé con él un beneficio si conseguía que tú vinieras conmigo a la Concordia. Mientes. Jajaja – Owen ríe -, no seas ingenuo muchacho, ese Miqueas no es nadie, muchas necesidades pasa, su talento no le sirve ni siquiera para procurarse un hogar decente; tu hermano le ha dado una fortuna que él jamás juntaría en años. Así es Cedric, pagué cincuenta “astros”.

Cedric corre, no cree en que su maestro le haya echado por dinero.

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¿Y de dónde has sacado ese dinero? – Elena se sorprende del monto con que cuenta Miqueas. Lo he tomado de lo que estaba ahorrando para construir la sala de simulación. ¿Y por qué lo gastas entonces? Porque quiero pagar tus deudas, además no me alcanza para la construcción, más adelante lo haré. Miqueas, muchos favores te debo, no lo puedo aceptar. Claro que lo harás, sino condenarías a tus hijos, algún día podrás tu pagarme, o serán tus hijos quienes lo harán al menos cuidando un anciano solitario. No digas eso Miqueas, eres joven aún y tienes mucho que recorrer. Vamos al usurero, que será mejor hacer el pago ahora.

Van con la carreta, llegan ante el prestamista.

Cedric ve cuando Elena y Miqueas salen del lugar, había ido a empeñar sus joyas para procurarse dinero.

Buenas tardes señor. Buenas tardes jovencito. ¿Y los señores que acaban de salir? ¿Qué te interesa de ellos? ¿Quisiera saber si se han hecho un préstamo o han venido a pagar? Esa información te constará dos “astros” – moneda del reino. Con lo que me dé por este anillo de allí descontaremos. Está bien, esos señores vinieron a pagarme una cuantiosa deuda que tenía la mujer conmigo. ¿Cuánto? Eso te costará dos astros más. No hay problema. Me debía una fortuna, estamos hablando de cincuenta astros. ¿Y es ella la que pagó o fue el señor? Fue Miqueas, el maestro del pueblo más pequeño del reino. ¿Le sorprendió que pagara el maestro? Claro, Miqueas es conocido por un espíritu iracundo, pero sobre todo porque tiene bien fundados sus principios por los cuales se ha quedado en la miseria.
Cedric consiguió seis astros de los dos anillos, lamentando que su maestro le haya vendido, decide ir ante su hermano.

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Pasó un año. Miqueas en la granja les habla a los animales.

Ustedes no serán mejor tratados que los hombres, pero son dignos de vivir en mejores condiciones. Yo procuraré eso para ustedes, y nadie los matará para que sean alimento. Su tarea es que nos acompañen en esta vida y que contribuyan al bienestar del hombre con el calor y canto.

Kenneth se le acerca a Miqueas y conversan.

Maestro Kenneth, cómo así me honra con su visita. Miqueas, en la ciudad hablan sobre su sapiencia y elocuencia, te vengo a invitar a que dictes clases en mi centro de enseñanza, en la capital. Maestro Kenneth, sabe cuánto lo admiro y cómo he anhelado este pedido por años, pero ahora no podría pagarme una vida en la ciudad, he usado todos mis ahorros y he decidido seguir aquí por lo menos un par de años más. Miqueas, eres joven y en la ciudad podrías desarrollarte más, te ofrecemos lo suficiente como para que vivas cómodamente en nuestro claustro. No puedo, mi vida la he consagrado al pueblo y mis discípulos esperan. Con nosotros está su más reconocido discípulo, Cedric; él ahora enseña y cuenta con buenos seguidores, él será quien le dará al bienvenida.

Miqueas se aparta y piensa en Cedric.

Llegaste a caer en un buen lugar Cedric, bien por ti porque conociste a Kenneth; después de todo tu hermano tenía razón.

Kenneth le da palmadas al hombro a Miqueas.

Miqueas, te repito la propuesta, ven con nosotros a “El Tiempo” – nombre de la universidad. Kenneth muchas gracias, iré siempre que Cedric sea quien me dé la invitación. Entonces ahora mismo te lo pedirá, él está aquí.

Miqueas se pone nervioso, sabía que Cedric pensaba mal de él, ya que le echó y además Tristán le contó posteriormente sobre cómo había hecho que Cedric no volviera con él.

Cedric entra.

Maestro – Cedric hace una inclinación -, he esperado tanto este día para agradecerle que parte de mi éxito es suyo. Cedric perdóname, te eché de mi lado y además me aproveché de la propuesta de tu hermano. Sé cómo fueron las cosas, usted no tomó el dinero de mi familia, usted pudo pagar la deuda su servidora con el dinero que había ahorrado, y además le pidió al usurero que me contara tal cosa para alejarme irremediablemente. Y sabiendo todo eso, ¿por qué no estás enojado conmigo? Cómo podría maestro, si me guie de los libros y documentos que envió a nuestra universidad, todos terminando con su seudónimo, “el agnóstico que ora”; aprendí de sus escritos y de su sacrificio más. Estoy agradecido, mucho me enseñó de joven, y al final me dio la mayor experiencia de fidelidad, quería volver con usted, pero no podía contradecirlo. Eres tú quien me da una lección Cedric, todo este tiempo he pensado que estabas enojado conmigo porque no te ayudé como así lo habíamos acordado, mi miedo a no poder darte mayor conocimiento y experiencia hizo que decidiera alejarte de mí, sin embargo tú me has sido fiel, no me negaste y hoy vienes a mí con una nueva oportunidad. Como le dije maestro, mi gloria contribuirá a su gloria y viceversa, por usted más grande seré.




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