Estimada Azul,
No sé cómo
hacer, no sé cómo lidiar con tu ausencia. Pero ya me lo has dicho, no me
quieres a tu lado como antes. Clarito me has recriminado sobre mi intensidad al
buscarte. Sí, no lo puedo negar, hasta podrías haberme acusado de acoso. Perdón
por eso, me lo merecería y confesaría que culpable soy. Pero ya está, ya está
la distancia.
Me estoy
haciendo el fuerte. Como te confesé, estoy saliendo con alguien, me ayuda a
pasar el tiempo que quisiera estar contigo, no la estoy mintiendo, ella sabe que
existes, sabe quién eres. Y por lo que le he contado de ti, simpática le eres.
Esta última
conversación que sostuvimos fue un bonito momento, aunque era para hacer
cuentas de otros, cualquier pretexto me vale como la cita que no me has
aceptado. Y en la intensidad de la conversación, cuando tus ojitos se pusieron
tristes, en ese momento quería abrazarte, no sabes cuánta fuerza desplegué para
no hacerlo. Cuando tus hermosos ojos me miraron, sentí muy adentro, sentí la
necesidad de mostrarte afecto, pero no sabía cómo reaccionarías, quizás me
rechazarías violentamente y se confundirían más las cosas. Y por eso estoy aquí
escribiendo con el dolor de mi corazón.
En nuestro
secreto no concertado, tú sabes lo que te amo y yo sé que lo sabes. En este
nuestro secreto, tú sabes que me tienes en tus manos, que me puedes pedir lo
que quieras. Recuerdas mi llanto, ¿por quién lloraba?, lloraba por ti.
Atentamente,
Sebastián
Rivas.
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