Sebastián intenta tocarla en el
rostro, pero ella le rechaza. Él está jadeante de tanto correr para darle el
encuentro, ella le mira y piensa en lo apuesto que está, pero no puede decírselo.
Aquí tienes Sebastián, ¿bajamos a
la Chimú? Quería que me acompañes a Santa Anita, tengo que hacer unos trámites,
luego podemos almorzar juntos, yo invito; hoy tengo tiempo hasta las dos y
media. Estoy muy cansada, te puedo acompañar a la Chimú para lo de la Sunat,
pero de allí ir a Santa Anita, no. Pero solo es un momento. No Sebastián.
Entonces ya para qué ir contigo. Sebastián, no te pongas así. Alejandra, vete,
yo sabré que hacer – Sebastián se voltea y trata de irse cuando Alejandra le
coge del brazo. No te vayas cholito. Déjame. No, no te vayas cholito –
Alejandra sabe que se ha portado mal. Ya no quiero Alejandra, me quedaré aquí,
me meteré en la biblioteca, leeré y luego iré a mi trabajo. Está bien, pero no te resientas cholito. Olvídalo
Alejandra. Adiós.
Sebastián camina hacia la
universidad, tiene el característico nudo en la garganta. Necesita agua, compra
agua mineral y se va a la biblioteca, antes de entrar llama a Elena.
Sebastián, qué bueno que llamas,
estoy muy preocupada por ti. ¿Cómo estás Elena? Feliz, Freddy está aquí y
estamos ya haciendo los preparativos. Elena, estoy fatal, Alejandra me dejó
otra vez. Pero ella no te ama Sebastián, qué más puedes esperar. No sé qué
esperar. Déjala, olvídate de ella. Estaba tan animado con mis proyectos, ya
publiqué el poemario, estaba pensando en pagar pronto mis deudas y luego sacar
un préstamo para comprar un auto y llevarla a su trabajo, recogerla; me
imaginaba tantas cosas. Sebastián, preocúpate en tus deudas, un auto no está a
tu alcance, ya deja de endeudarte que me estás preocupando. Elena, la amo
mucho. Lo sé, pero tienes que olvidarla. No puedo. Igual, tendrás que hacerlo
porque ella se alejará de ti. Tienes razón, al final se irá como tú te fuiste.
No digas eso Sebastián, yo siempre voy a estar a tu lado.
Sebastián entra a la biblioteca,
pide un libro sobre ecología y se pone a leer. Está molesto, le envía un
mensaje a Alejandra.
Quería estar contigo hoy, hace
mucho que no tenemos tiempo juntos; siempre es tu trabajo, la universidad,
Víctor, tu familia y hoy que teníamos un tiempo que coincidíamos, hoy estás
cansada y me dejas solo.
Alejandra no contesta. Sebastián
timbra al celular de Alejandra, pero ella no contesta.
Después de dos horas, Alejandra
llama.
¿Qué pasó cholito? Quiero decirte
que ya no te quiero ver. ¿Por qué? – Alejandra suena sorprendida. Porque tú no
tienes tiempo para mí, solo tienes tiempo para tus trabajos, para tus ensayos,
para lo tuyo. Estás molesto porque te dejé hoy, ¿es eso verdad? Sí, pero ya
fue; no quiero saber más de ti.
Se cortó la comunicación porque
se acabó el saldo de Alejandra. Sebastián no la llama y se va a su casa.
*******
Elena mira a su pequeño.
¿Qué pasa mi amor? Verlo así tan
tierno, me ha hecho recordar a Sebastián. ¿Qué pasa con él? – Freddy se pone
celoso. Nada, solo que está mal y me ha puesto nostálgica. Sebastián es muy
complicado, déjalo que él está acostumbrado a sus problemas; a veces pienso que
nunca dejará de estar en problemas, quizás el día que no tenga problemas ese
día dejará de ser Sebastián o será que habrá muerto. No digas eso, Sebastián es
muy creativo, hizo su poemario, ¿lo leíste?, allí tengo uno. No, pero ya vi que
le estás ayudando con sus ventas. Sí, en mi trabajo logré vender treinta.
*****
Sebastián entra al baño, se lava
la cara y sale rumbo a la casa de Alejandra.
Le regalaré estos libros, ella
podrá venderlos y así sacar algo para que se compre lo que guste – son 101
ejemplares del poemario, uno de ellos está autografiado -, de esta manera se
despedirá de ella.
Llega a la casa de Alejandra,
ella no está porque salió con Víctor. Sebastián deja los ejemplares a la madre
de Alejandra, ella con gesto poco amistoso los recibe.
Sebastián escribe un mensaje de
texto: Tienes cien ejemplares del poemario, son tuyos; tú te los mereces,
véndelos y cómprate lo que más te guste.
******
¡Sebastián!
Sebastián escucha su nombre, pero
es la voz de un varón que él desconoce. Sale a ver por la ventana, es muy
tarde para que alguien le visite.
No hay nadie, solo ve que afuera han
dejado un bulto. Asustado baja.
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