Thursday, April 14, 2016

Los libros que te llevaste

Sebastián se levanta sin ganas, son las seis y tendrá que ir a la universidad.

Toma una ducha, se viste, se mira en el espejo reparando en lo antiguo que se ve. Se fija en un ejemplar de su poemario “Poemas para Elizabeth” y recuerda cómo es que le abandonó Alejandra. Suena su celular.

Profesor Arias, tiene que ir temprano hoy porque viene Semáforo, tome en consideración eso. No se preocupe directora, como siempre estaré cinco minutos antes. Muchas gracias. A usted, directora.
Baja las escaleras, camina rápidamente hasta llegar a la Chinchaysuyo. Toma un colectivo, dos chiquillos conversan irreverentes en el carro y él los mira alegremente.

Sebastián timbra a Alejandra, quiere contarle sobre el poemario, quiere decirle tantas cosas.

“Quisiera contarte por que el poemario mantiene el nombre de “Elizabeth” y no tiene tu nombre. Quisiera que sepas que en mis planes estaba cambiar el nombre por el tuyo, “Alejandra”, pero no lo hice porque cuando debía decidir, ese día me abandonaste y me hiciste añicos los sentimientos como hoy lo has hecho al abandonarme.

Quisiera que sepas que releo los poemas pensando que algún día los leerás con los mismos sentimientos que yo tengo.

El poemario tiene una carta, en ella te digo que lucho por dejarte; en verdad es así. Lucho para que no estés en todo momento en mi pensamiento, pero no he dejado de pensar en ti; lucho por que ninguna canción me recuerde tus gestos bonitos, pero toda melodía evoca tus movimientos que me han embriagado tantas veces; lucho para que alguien entre en mi vida y así olvidarte, pero nadie puede ser mejor que tú, nadie tiene lo que tú.

Me abandonaste y no tengo nada. Me abandonaste porque no soy joven, me abandonaste porque no tengo fortuna, me abandonaste porque no me amas. Pero yo te di todo, lo poco de mi tiempo, mis escasos recursos en cada hoja de los libros que te llevaste y no conformándote con eso, te llevaste mi última oportunidad de amar.

Alejandra, qué bonita eras, qué bonita eras cuando me acariciabas tiernamente, cuando me dejabas probar de tu aliento, cuando mi mano podía tocar tu mano, qué bonita eras cuando me tocabas con naturalidad, qué bonita debes ser aún siento tú misma, aunque eres para otro”.


Alejandra no contesta. Sebastián baja del auto, camina hasta llegar a la universidad.




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