Thursday, April 28, 2016

Pesar

Sebastián sigue en la cama mirando el techo. Tiene frío, pero sobre todo está triste. Piensa en Alejandra y su desprecio. Juega con sus pies desnudos colocando la planta de uno sobre el empeine del otro para calentar las plantas.

Tiene que ir a la universidad, tiene una práctica y no ha estudiado. Además tiene que ver el trabajo de su grupo, y apoyar a Sonia con su trabajo de investigación. Quisiera quedarse en la cama, pensando en Alejandra, quisiera poder tener tiempo para llorar por lo solo que está.

Coge el poemario que tiene en su mesita de noche, lee el poema “El cuadradito de Alejandra”, y recuerda cuando ella le prometió que jamás le abandonaría. Alejandra ha sido la persona más complicada y sutil que él ha conocido y por eso mismo le embarga el miedo de no saber qué es más conveniente: si luchar por volver con ella, o dejarla ir, esperando que el tiempo la saque de la cabeza. Igual sufre, abraza su almohada. Suena el celular.

Hola Sebastián, soy Sonia, por favor no te olvides que hoy hemos quedado para que me ayudes, te espero al medio día en el comedor. No te preocupes, allí estaré.

Sebastián se levanta de la cama, pisa frío porque las sandalias las tenía lejos, se las pone y va directo a la ducha.

Deja caer agua en su nuca, no importa el frío. Se enjabona, echa champú, recuerda cuando tuvo en esa misma ducha a Alejandra y contempló su tierna anatomía, recuerda el olor de jabón de su nuca y lo bonito que fue pasar su nariz por sus oídos. No volverá hacerlo, ya no podrá olerla más, se desespera y le caen lágrimas que se combinan con el agua que le limpia la espuma.

Se viste. Sale rumbo a la universidad.

Entra al salón, una señorita le llama por su nombre y le pide para que haga el trabajo, él acepta. Mientras está haciendo la práctica, se le acerca David y le pide que le ayude con algunas preguntas, Sebastián no se hace problemas y le pide el celular a su amigo para fotografiar lo que ha trabajado hasta el momento. De lejos escucha a Keni riendo y molestando a David, no voltea, sabe que es Keni.
Termina la práctica, agradece a su compañera y sale rumbo al comedor para ver a Sonia, queda con que él hará el trabajo.

Fuera de la universidad toma un jugo, ya es la una y recién está con el desayuno. Estando sentado en ese restaurante mira que Alejandra llega en un auto, está con un joven apuesto, éste le acomoda el asiento y Sebastián se pone celoso, les sigue con la mirada hasta que entran a la universidad. Recién se levanta, paga su cuenta y camina rumbo a la Wisse para ir a su trabajo.

En el camino solo piensa en Alejandra y que  no tiene ganas de hacer nada. No almuerza, no tiene hambre. Llega al colegio, firma su entrada y la directora nota su pesar.

¿Por qué esa cara coleguita? Tengo un problema personal directora. Qué te puedo decir coleguita, problemas hay muchos y todos los tenemos, pero hay que saber sobrellevarlos. Lo sé – Sebastián quisiera llorar para que esa buena mujer le consuele -, por eso mismo estoy luchando, ahora mismo no quisiera ni siquiera trabajar ni hacer nada, pero estoy aquí para cumplir mi trabajo, voy a la universidad para salir adelante, estoy haciendo mis tareas aunque no tengo ganas de nada; siento que la vida no vale  pena. Yo sé que no crees en Dios, yo creo en Dios y cuando estoy así pienso en que Dios me ha traído aquí para una misión y eso me consuela porque cumplo mi misión; tú también debes pensar así, tendrás muchos problemas, pero tú tienes una misión, tú eres un buen maestro y cada vez serás mejor, tus alumnos llegarán a admirarte y eso te hará feliz porque estarás cumpliendo una misión, los problemas pasan por algo, para que seas mejor persona. Muchas gracias, quisiera poder tener fuerzas y ganas para seguir adelante, ahora solo me quedan pocas fuerzas, me siento muy solo, estoy muy solo – Sebastián llora -, no sabe cuánto me duele todo esto, quisiera no estar aquí, quisiera poder salir y correr, perderme – se le entrecortan las palabras -, no sabe cuán mal me siento, no tengo ganas de nada, ya no tengo ganas de nada. Hoy solo tienes un par de horas con el Cuarto “B”, yo entraré a tu salón, tómate el día libre – la directora le soba comprensiva en la espalda.


Sebastián se seca las lágrimas, se retira del colegio, toma el carro y va rumbo a su casa. Llega a su habitación, se quita la ropa y se echa a dormir. No puede dormir, escribe un mensaje a Alejandra, piensa que luego se arrepentirá, pero no se arrepiente. Él la ama, y no importa si ella le increpa algo, ya no importa nada, quizás se estará burlando de él; quizás Alejandra se dirá, podre Sebastián, sigue insistiendo; quizás ni tomará en cuenta el mensaje. 



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