Keni mantiene el carro
estacionado por un momento, mira cómo Sebastián se marcha. Piensa si jugar o no
un par de fichas, se desanima y arranca.
Sebastián está estresado, se
quedará en la universidad tres horas sin saber qué hacer. Piensa en ir a la
Biblioteca, leer, pensar en Alejandra como cada día lo hace, pensar en sus
deudas, intentar leer un poco más, ver la pasta del poemario y recordarse que
en vez de “Elizabeth” debería decir “Alejandra”, sufrir porque Alejandra está
con Víctor, darse ánimo para hacer las tareas, sufrir mucho más pensando en como
Alejandra se aleja cada día más.
Sebastián se encuentra con Jiménez
y le devuelve el billete antiguo que éste le dio. El celular de Sebastián timbra.
Aló. ¿Con el Príncipe de Cleves
por favor? Dígame señor, soy Sebastián, autor del poemario – Sebastián piensa
que puede ser un cliente. ¿Qué no me recuerdas? No, disculpe,
¿quién es usted? Soy un padre de familia que quiere conversar con usted.
Disculpe, me puede decir, ¿papá de quién es? Jajajaja, cholito, soy yo, cómo no
me reconoces mi voz. La verdad no. Soy Julio. Julio, qué tal cholo, qué ha sido
de tu vida, pensé que vendrías el domingo. Nada cholito, ahora te voy a contar,
¿estás en la universidad? Sí, estoy afuera. Yo estoy en el ascensor, qué tal si
nos vemos en el cafetín. Perfecto, voy para allá.
Sebastián se despide de Jiménez y
va al encuentro de su amigo.
Julio le llama desde una esquina
antes que Sebastián entre al cafetín.
Cholo, estás regordo – los amigos
se abrazan -, eso sí que es la buena vida y la poca vergüenza. Jajajaja,
cholito – Julio mira el rostro de Sebastián y le nota su tristeza -, ¿pero qué
te ha pasado cholito? – la misma entonación de characato que admiraba
Sebastián. Discutí con alguien. Para variar – Julio le abraza y caminan juntos
como saliendo de la universidad. Cholo, me siento muy mal, perdóname, ahora no
tengo ganas de comer ni nada, ni siquiera de conversar, quiero ir a leer algo
para distraerme, perdóname, mejor voy a la biblioteca. Ya, no te preocupes,
igual yo te voy a visitar para colaborarte con un poemario. Muchas gracias. Me
tienes que contar quién es esa tal Alejandra. Claro.
Se despiden. Entra en la
biblioteca, no pide ningún libro, solo se pone en un cubículo y saca el dinero
que le queda. Dos billetes de veinte soles y unas monedas, mira el dinero y se
dice para sus adentros: Sebastián, como dice tu amigo, tú con micro nomás. Mira
su celular y lee el mensaje de Elena.
Mensaje: Sebastián, Freddy volvió
a Lima, estoy muy feliz. Te pido por favor no te olvides de la deuda, que
pronto me casaré.
Sebastián responde.
Mensaje: Elena, he perdido cien
libros, no ganaré nada con lo del poemario; pero no importa, tendré el dinero
para mayo, tomaré de mi sueldo.
Sebastián se da cuenta que
también perdió diez soles, él tenía cuarenta cuando salió de casa y solo gastó
en el desayuno unos cuantos soles, así que debería tener tres billetes de diez
coles, y solo tiene dos. Seguro se le cayó.
Siente una mano en su hombro,
voltea y es Julio quien se pone a reír.
No mientas cholito, no que ibas a
ponerte a leer. Sí, pero no tengo ganas. Con ese dinero también estaría
deprimido, ¿qué pasa? Es que perdí diez soles. No es eso cholito, tú has
perdido más que diez soles. Sí, perdí el amor. Jajajaja, ya me imaginaba,
¿quién es Alejandra? Te recuerdas cuando conversábamos de una chica engreída. ¿La
de contabilidad? Sí, ella es Alejandra. Pero esa es una orgullosa, soberbia,
no vale la pena cholito. Tienes toda la
razón, pero qué se puede hacer cuando la tienes aquí – Sebastián se apunta a la
cien -, no se puede hacer nada; por ella hice el poemario, hace mucho quería
hacer el poemario, pero no tenía dinero y estaba endeudado, pero por Alejandra
me animé más y por ella es que me endeudé más y fue en balde. Yo te voy a
ayudar a vender. Gracias, pero ahora ya no quiero vender nada, ahora me siento
tan mal, siento que soy un tonto que no aprende con respecto al amor. Ya te va
pasar, tú siempre te pones así, seguro por alguna tontería que ha hecho esa
loquita, pero luego se te pasará y seguirás trabajando bien. Sí, lo haré, pero
ahora no me siento bien. ¿No tienes clases? No, y entro a mi chamba a las dos y
media. Entonces te hubieses ido con Keni. No, él se iba con su enamorada. A ya,
bueno yo estoy acompañando a mi prima aquí, ella está que hace su cola y pensé
que podría encontrarte. Vamos a tomar algo mejor, te invito una gaseosa.
Perfecto, como los viejos tiempos cuando estaba en esta universidad.
Caminan, salen de la universidad
y entran a un restaurante. Piden una gordita y dos empanadas.
¿Y ahora cómo es tu horario?
Full, estudiaré todos los días en la mañana y también en la tarde – Julio saca
un papel donde ha escrito su horario. Pero cómo traes esto, no se entiende
nada. Solo lo apunté, allá no hay tanta tecnología como aquí. Jajajaja, después
de todo algo bueno tiene la UCV.
Terminan y Sebastián decide irse
a su casa. Prefiere ir para allá a seguir lamentándose en la universidad. Quizás
pueda tomar otra ducha, ya su día se le estropeó.
No comments:
Post a Comment