Thursday, April 14, 2016

La deuda con Alejandra

Keni mantiene el carro estacionado por un momento, mira cómo Sebastián se marcha. Piensa si jugar o no un par de fichas, se desanima y arranca.


Sebastián está estresado, se quedará en la universidad tres horas sin saber qué hacer. Piensa en ir a la Biblioteca, leer, pensar en Alejandra como cada día lo hace, pensar en sus deudas, intentar leer un poco más, ver la pasta del poemario y recordarse que en vez de “Elizabeth” debería decir “Alejandra”, sufrir porque Alejandra está con Víctor, darse ánimo para hacer las tareas, sufrir mucho más pensando en como Alejandra se aleja cada día más.

Sebastián se encuentra con Jiménez y le devuelve el billete antiguo que éste le dio. El celular de Sebastián timbra.

Aló. ¿Con el Príncipe de Cleves por favor? Dígame señor, soy Sebastián, autor del poemario – Sebastián piensa que puede ser un cliente. ¿Qué no me recuerdas? No, disculpe, ¿quién es usted? Soy un padre de familia que quiere conversar con usted. Disculpe, me puede decir, ¿papá de quién es? Jajajaja, cholito, soy yo, cómo no me reconoces mi voz. La verdad no. Soy Julio. Julio, qué tal cholo, qué ha sido de tu vida, pensé que vendrías el domingo. Nada cholito, ahora te voy a contar, ¿estás en la universidad? Sí, estoy afuera. Yo estoy en el ascensor, qué tal si nos vemos en el cafetín. Perfecto, voy para allá.

Sebastián se despide de Jiménez y va al encuentro de su amigo.

Julio le llama desde una esquina antes que Sebastián entre al cafetín.

Cholo, estás regordo – los amigos se abrazan -, eso sí que es la buena vida y la poca vergüenza. Jajajaja, cholito – Julio mira el rostro de Sebastián y le nota su tristeza -, ¿pero qué te ha pasado cholito? – la misma entonación de characato que admiraba Sebastián. Discutí con alguien. Para variar – Julio le abraza y caminan juntos como saliendo de la universidad. Cholo, me siento muy mal, perdóname, ahora no tengo ganas de comer ni nada, ni siquiera de conversar, quiero ir a leer algo para distraerme, perdóname, mejor voy a la biblioteca. Ya, no te preocupes, igual yo te voy a visitar para colaborarte con un poemario. Muchas gracias. Me tienes que contar quién es esa tal Alejandra. Claro.
Se despiden. Entra en la biblioteca, no pide ningún libro, solo se pone en un cubículo y saca el dinero que le queda. Dos billetes de veinte soles y unas monedas, mira el dinero y se dice para sus adentros: Sebastián, como dice tu amigo, tú con micro nomás. Mira su celular y lee el mensaje de Elena.

Mensaje: Sebastián, Freddy volvió a Lima, estoy muy feliz. Te pido por favor no te olvides de la deuda, que pronto me casaré.

Sebastián responde.

Mensaje: Elena, he perdido cien libros, no ganaré nada con lo del poemario; pero no importa, tendré el dinero para mayo, tomaré de mi sueldo.

Sebastián se da cuenta que también perdió diez soles, él tenía cuarenta cuando salió de casa y solo gastó en el desayuno unos cuantos soles, así que debería tener tres billetes de diez coles, y solo tiene dos. Seguro se le cayó.

Siente una mano en su hombro, voltea y es Julio quien se pone a reír.

No mientas cholito, no que ibas a ponerte a leer. Sí, pero no tengo ganas. Con ese dinero también estaría deprimido, ¿qué pasa? Es que perdí diez soles. No es eso cholito, tú has perdido más que diez soles. Sí, perdí el amor. Jajajaja, ya me imaginaba, ¿quién es Alejandra? Te recuerdas cuando conversábamos de una chica engreída. ¿La de contabilidad? Sí, ella es Alejandra. Pero esa es una orgullosa, soberbia, no vale la  pena cholito. Tienes toda la razón, pero qué se puede hacer cuando la tienes aquí – Sebastián se apunta a la cien -, no se puede hacer nada; por ella hice el poemario, hace mucho quería hacer el poemario, pero no tenía dinero y estaba endeudado, pero por Alejandra me animé más y por ella es que me endeudé más y fue en balde. Yo te voy a ayudar a vender. Gracias, pero ahora ya no quiero vender nada, ahora me siento tan mal, siento que soy un tonto que no aprende con respecto al amor. Ya te va pasar, tú siempre te pones así, seguro por alguna tontería que ha hecho esa loquita, pero luego se te pasará y seguirás trabajando bien. Sí, lo haré, pero ahora no me siento bien. ¿No tienes clases? No, y entro a mi chamba a las dos y media. Entonces te hubieses ido con Keni. No, él se iba con su enamorada. A ya, bueno yo estoy acompañando a mi prima aquí, ella está que hace su cola y pensé que podría encontrarte. Vamos a tomar algo mejor, te invito una gaseosa. Perfecto, como los viejos tiempos cuando estaba en esta universidad.

Caminan, salen de la universidad y entran a un restaurante. Piden una gordita y dos empanadas.

¿Y ahora cómo es tu horario? Full, estudiaré todos los días en la mañana y también en la tarde – Julio saca un papel donde ha escrito su horario. Pero cómo traes esto, no se entiende nada. Solo lo apunté, allá no hay tanta tecnología como aquí. Jajajaja, después de todo algo bueno tiene la UCV.


Terminan y Sebastián decide irse a su casa. Prefiere ir para allá a seguir lamentándose en la universidad. Quizás pueda tomar otra ducha, ya su día se le estropeó. 




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