Padeció en su temprana juventud pobreza y necesidad: su
madre murió de una extraña enfermedad, no conoció a su padre, andaba con su
anciana abuela – quien usaba un bastón –, ella murió cuando él apenas tenía 12
años. Un día se levantó muy temprano y subió al cerro, alzó los brazos y
maldijo a Dios. Se revolvió contra su destino.
Con el tiempo llegó a tener riqueza y podría haber heredado
a su descendencia un respetable capital, pero no tuvo hijos. Frente a la forma
de vida del matrimonio, temía un fracaso existencial, porque no creía poder dar
ni recibir la exigida plenitud de la existencia en esta forma comunitaria.
Nadie lo amaba, todos se acercaban a él por su dinero, su
inteligencia, su influencia. Es que la maldición de Dios pesaba fuertemente
sobre él… Se sentía oprimido por una culpa grave, con la condenación que
esperaba para el más allá. Y así fue, su vida tomó una tonalidad sombría que
transmitía a todos.
Su desdicha radicaba en la melancolía que había heredado de
su madre y circunstancia, pero alguien llegó a su vida: una mujer. Una dulce
mujer llegó a su vida… una joven mujer. ¡Qué injusticia espantosa! Llegó cuando
estaba muriendo.
Demasiada tragedia para 20 lineas T__T...
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