Tuesday, December 10, 2013

El mendigo cruza la pista


El mendigo cruza la pista a prisa, quiere alcanzar a la joven que le ha echado una limosna. Es la tercera vez que ella le da caridad, pero ahora no quiere recibirlo. Porque no quiere su caridad, se ha enamorado de ella.

Ella tampoco quisiera darle caridad, quisiera hablarle y ayudarle para que mejore su condición, pero no concibe que deba tratar con un mendigo. Ha visto las facciones del indigente y le parece hermoso; no debe tener más de 40 años, piensa.

Es un cuento de hadas, son las siete de la noche y el mendigo ha cruzado la Abancay y le ha cogido la mano. Ella no se ha puesto nerviosa y le ha dicho su nombre, Mario. En ese momento se bifurcó el camino de los sucesos hacia la izquierda y hacia la derecha.

Hacia la derecha, el mendigo era un príncipe que, como en los cuentos de hadas, había perdido riqueza a manos de gente sin principios y esta mujer le elevó a su primigenia condición.


Hacia la izquierda, el mendigo era un ciego sin globos oculares… una deformación del ser humano que la mujer recién tiene conocimiento cuando le quita los lentes oscuros. 

  • ¿Cómo sabes mi nombre?
  • Todos te conocen en el edificio. ¿Cómo has podido alcanzarme?
  • Por tu olor. ¿Te asusto?
  • Sí – y al verse observada, dejó al mendigo.

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