Es tu prima – le entera su padre
-, ¿la recuerdas? No – no la recuerda pero su rostro le parece familiar-, un
gusto prima. Qué te vas a recordar de mí, eras un bebé cuando te dejé – Gladys le
mira con la calidez necesaria para hacer bonito el clima gris de Lima.
Sebastián se sirve, olluquito con
queso, está tan bueno que concluye, Nella cocinó.
¿Y tienes hijos? Sí, cinco.
¿Cinco?, ¿en verdad tienes cinco hijos? Así es – Gladys sonríe, en verdad no
pareciera que haya tenido tantos hijos, aunque mayor, su rostro y ademanes parecieran
indicar que no es madre -, la mayor tiene veinticinco años. Wow, tienes un hijo
de veinticinco años, ¿pero a qué edad lo tuviste? Tengo cuarenta y cinco años.
Sebastián la mira, su rostro es
armonioso, limpio, simpático; le recuerda la calma de Elena.
Estrellita les sirve infusión.
¿Ella es hija de Chana? –
pregunta Gladys.
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Hay cosas que no existen, como el
amor o el tiempo, son solo fantasías que el hombre las cree para no sentirse
desvalido de su condición material que cambia y que no tiene sentido. Elena,
Elena, eres una creación de esa necesidad humana de engañarse ante la realidad
de desvalido en que se encuentra. Preferiría que nunca hubiese llegado a mi
mente, no haber jugado con tu existencia, fue lo peor que hice, haber
mencionado tu nombre y mentirme hasta tenerte presente en mi conciencia como si
en verdad hubieras sido. Lo preferible sería que un meteorito caiga y destruya
todo, porque nada tiene sentido.
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