Tuesday, May 23, 2017

Alejandra en Versalles

Cuando una noble llegaba a Versalles se convertía en un objeto decorativo más del barroco francés, en una criatura graciosa que hace eco de la conversación de los monarcas. Cuando se llegaba al palacio, se despersonalizaba al punto de placerse con limpiar el recto a los Luises. Es así como Alejandra llegó a la vida de Versalles, solo para gozarse de la trivialidad de decirse, estoy en Versalles, estoy con un príncipe – el más sucio de todos, pero en fin, es príncipe y eso es lo que vale.

El Márquez de la Rivera, le dio todo cuanto tuvo a la joven caprichosa; le ofreció su casa, sus sirvientes, sus libros, su sabiduría… pero ella lo despreció todo por pasear por los impuros salones de Versalles, para ser parte de los festines, exponer su piel rozándola con la de otros tan nobles – o mal estará decir nobles -, sus flujos y espuria.

Y ahora Alejandra se acuesta con el sifilítico Giovanni. A kilómetros, el anciano Márquez de la Rivera la piensa, la sueña, suda por el susto de verla envolvente en tremenda lastimocidad. Ella se cree feliz y potente. El Márquez la encuentra humillada al lado de una bestia. 

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Está bien que te tomes tu tiempo, lo que es yo, también me tomaré mi tiempo para trabajar y estudiar. 



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