El Márquez de la Rivera, le dio todo cuanto tuvo a la joven
caprichosa; le ofreció su casa, sus sirvientes, sus libros, su sabiduría… pero
ella lo despreció todo por pasear por los impuros salones de Versalles, para
ser parte de los festines, exponer su piel rozándola con la de otros tan nobles
– o mal estará decir nobles -, sus flujos y espuria.
Y ahora Alejandra se acuesta con el sifilítico Giovanni. A
kilómetros, el anciano Márquez de la Rivera la piensa, la sueña, suda por el
susto de verla envolvente en tremenda lastimocidad. Ella se cree feliz y
potente. El Márquez la encuentra humillada al lado de una bestia.
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Está bien que te tomes tu tiempo, lo que es yo, también me tomaré mi tiempo para trabajar y estudiar.
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