Sebastián timbra
a Henry, no contesta, vuelve a timbrar y no contesta. Seguro que dejó su
celular en su cuarto y está (me gusta utilizar la tilde) trabajando, piensa.
Fue una semana
muy buena en el colegio, los estudiantes se están acomodando a su sistema y él
a sus nuevos estudiantes. Decide revisar las evaluaciones de diagnóstico, pero
suena su celular, es Luiz.
¿Qué fue Luiz?
Hola Cholo, quería proponerte algo para semana santa. ¿Qué cosa es?, no tengo
planes, pero estoy misio. ¿Qué estás haciendo ahora? Nada, recién levantándome.
Acompáñame al centro, tengo que comprar un proyector para el Call. Ya, puede
ser, ¿a qué hora? Ahora mismo. Llego a Hiraoka en media hora. Perfecto, yo
estoy saliendo para allá, te espero.
*****
¿Y qué fue? Aquí
Cholo, se nos malogró el proyector que teníamos en la sala de juntas y me han
pedido que compre uno. ¿Cuánto es el presupuesto? Mil trescientos. Muy poco, un
proyector está como dos mil. Sí, pero voy a comprar uno barato, hay un ViewSony
que es guerrero y no cuesta mucho.
Suben al cuarto
piso de Hiraoka, miran los proyectores, todos los ejemplares de vitrina son
Epson y Sony.
Buscamos un
proyector – Luiz pregunta a un vendedor. Buenas tardes señor, aquí tiene los
proyectores, más o menos para qué lo necesita. Es un pequeño auditorio –
Sebastián recuerda la sala de juntas -, donde más o menos entran cuarenta
personas. Entonces sería bueno esta Epson, de tres mil lumens y cinco mil
horas de vida. ¿Y cuánto es el precio? – Luiz pregunta con gesto que no le importa. Mil novecientos. ¿No tendrá
algo más cómodo? Sí, aquí tiene una ViewSony – el vendedor señala los
proyectores que están debajo de la vitrina. ¿Qué valen? – Luiz se emociona
porque es lo que estaba buscando. Mil cuatrocientos cincuenta.
*****
Salen de
Hiraoka, caminan por Emancipación y escuchan las ofertas de algunos jaladores,
pero no les inspiran confianza así que deciden ir a Compu Plaza.
Oye – Luiz está
preocupado -, tú crees que me alcanzará, espero que en Wilson esté más cómodo.
Lo que pasa es que esta subiendo el dólar, y esas ViewSony que estaban en
Hiraoka son las que no le han salido, seguro ahora están más caras. Asu, no
cuento con mucho, además le dije a la jefa que fácil lo conseguía con mil
doscientos y ella me dio cien más por si acaso.
*****
Mil trescientos
cincuenta. ¿Nada menos? Te lo puedo dejar… – el dependiente utiliza su sistema
-, te lo puedo dejar en mil trescientos veinte.
No me alcanza – Luiz está cansado -, ¿y no tendrá un proyector más
cómodo? Es el más cómodo. ¿Y es bueno? Claro, la gente no le hace mucho caso,
pero este proyector es tecnología americana, es guerrera. Sí, lo sé, yo tengo
una y el año pasado lo compré a mil doscientos, pero me sorprende que haya
subido, pensé que debería haber bajado de precio. Es que el dólar ha subido.
¿Sí no?, eso quiere decir que Ollanta está cagando la economía; me lo llevo,
pero regálate un mouse. Nada amigo, te estoy dando a un buen precio.
******
Cholo, quería
invitarte a comer algo, pero me quedé aguja. No te preocupes, ya otro día, más
bien dime qué me querías proponer. Ah sí, quería proponerte ir a Tarma para la
Semana Santa, ya sabes que soy de la hermandad. Sí, pero estoy en un período de
austeridad. Siempre has estado en ese período, mira vamos en las mismas
condiciones de la otra vez. No sé cholo, primero tengo que pagar algunas
deudas, voy a ver eso esta semana, no he tenido ningún trabajo, solo estoy
esperando que me paguen en el colegio. Ya pues, pero piénsalo.
Luiz para un
taxi, lo aborda y se despide estrechando la mano con su amigo.
*****
Sebastián camina
por jirón de la Unión, llega al chifa – donde invitó a comer a Elizabeth- que está
cerca a la Plaza San Martín, recuerda que ella se sorprendió cuando le hizo la
explicación de la llamita que lleva el monumento al libertador. Quisiera
comprar un aeropuerto, pero solo cuenta con pocos soles.
Llega a Chabuca
Granda y recuerda que el actual alcalde no pintará de amarillo el mural de la cantautora,
así que decide buscarla. Camina unas cuadras de regreso y encuentra el mural,
decide comprar una cerveza de lata, son tres cincuenta – le sobra un sol para
su pasaje -. Se sienta enfrente de la gran cabeza y le reprocha su existencia:
No eres el mural
más bello, ¿por qué estás en pie?; si no eres la única cantante de música
criolla, ¿por qué aún la pared que ocupas no está de amarillo? Prefiero la
música de la Morena de Oro.
Se aleja y luego
le vienen algunos versos de “La flor de la canela” y piensa que ha sido injusto
con Chabuca.
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