¿Hace mucho frío verdad? Sí, mucho frío – Antonio suspira -.
¿Y qué hacemos? Conversar, ¿no quieres conversar?, siéntate, por favor siéntate
– Adelaida se sienta y se pone nerviosa -. ¿Cuántos años tienes? Treinta, ¿tú? Veinticuatro.
Antonio la admira: el cabello lacio que parece de seda, su
rostro trigueño claro le recuerda la piel de Elizabeth, su rostro ingenuo le
asusta porque parece verla en su esencia. Adelaida, tiembla y esta esperando
que Antonio empiece, ella solo ha ido por eso aunque después se va arrepentir.
Eres más bonita en persona que por foto. Gracias, tú también
te vez mejor en vivo. Ya… - piensa y sonríe maliciosamente -, ¿qué quieres
hacer? Dime tú. ¿Te puedo tocar? Sí claro – Antonio le toca las piernas y le
besa el cuello -. ¿Te puedo quitar esto? – le quita la chompa -. Quítate tú
también – Antonio se quita la chompa y el polo -. Ya, ahora tú. No yo no. ¿Por
qué?, vamos quítate el polo. Primero quítate los pantalones – él se quita los
pantalones y se queda en calzoncillos -. Ahora tú. Puedes apagar la luz por
favor. Ya – Antonio se apresura.
Adelaida se pega hacia la pared, le coge de las manos y le
pide que la acaricie. Antonio le acaricia las piernas, sube por sus glúteos y
se acerca al vientre, hasta que ella le pide que se detenga.
Allí no por favor. ¿Por qué? Es que tengo una cicatriz. ¿Y
cuál es el problema? Que se ve feo. Tú eres hermosa, no hay problema.
Él le quita lentamente el polo, ella oculta la cicatriz con
sus brazos, él trata de despreocuparla, no mira la cicatriz, la abraza y comienza
acariciar para que así baje los brazos. Ella se voltea para evitar que vea la
cicatriz. Se acercan a la cama, ella se echa
boca abajo, Antonio la besa por la espalda y le toca las piernas, luego intenta
ponerla frente a frente, pero ella se niega y le pide que lo hagan por atrás.
Pero yo no lo hago por allí. Puedes intentar – voltea la
cabeza y acomoda bien su cabello -. Supéralo, no puede ser tan feo. Es muy
grande y no me gusta que nadie lo mire. Te prometo que no lo voy a mirar, solo
relájate. Está bien.
Antonio la besa el cuello nuevamente y la acomoda, baja a
sus senos y se encuentra con la horrorosa cicatriz, le parece repugnante y ya
no tiene ganas.
No puedo. Ya, - Adelaida se cubre los pechos - no te
preocupes, te dije que no deberías mirarlo. Perdóname, pero… No, no lo malogres
más, entiendo, se ve horrible; es mi culpa, debería habértelo dicho antes que
vinieras a Tarma.
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