Hola Eduardo, ¿qué haces aquí? Te estoy esperando, quería
invitarte a comer algo. Sí, pero yo tengo que ir a mi casa a almorzar, además
debes ahorrar, no tienes por qué invitarme. Pero quiero invitarte a comer
pollo. Gracias, pero no, mejor guárdate tu dinero para algo que necesites. Y si
te invito una ensalada de fruta. Ya, pero… ¿Pero qué? No sé, quizás se moleste
Mario, ¿sabes que estoy saliendo con él?
Vamos a una fuente de soda y le invito una ensalada de
frutas. Ella me cuenta sus cosas, que está en una iglesia y que tiene sus
hermanas, que su madre está mal y que su padre también, no sé cuánto me habrá
contado; pero yo solo la miraba y admiraba sus bonitos ojos, sus cabellos
ensortijados, sus labios perfectos, su rostro angelical, su figura delgada pero
redondeada en donde debe ser.
Gracias, me tengo que ir. Te acompaño. Ya, aquí nomás tomo
mi carro. Te acompaño hasta tu casa. ¿Para qué? Para conocer tu casa. ¿Y para
qué quieres conocer mi casa? Para visitarte otro día. No, creo que te estás
confundiendo, yo estoy saliendo con un chico, que por cierto es tu amigo. ¿Y yo
qué dije? – a veces me sale lo conchudo -. Lo que pasa es que no me parece que
me estés invitando cuando yo tengo enamorado. ¿Qué hay de malo?, no hay nada de
malo, somos amigos ¿no? No, no somos amigos, yo a ti solo te conozco de la
disco, además no vas al colegio, sabes, gracias adiós.
Estaba tan trastornado que un día le esperé a la salida,
estaba con mi bicicleta y me puse un gorro para que no me reconociera. Vi el
carro en que se subió y comencé a seguirlo, hubiese descubierto dónde bajaba
Eli, si no fuera porque un auto me chocó y caí en la pista. Se hizo todo una
congestión vehicular porque estaba en medio de la pista.
Pero para qué frenas así, yo estaba atrás tuyo pero tú te
paraste en seco. Pero no ve que el carro que estaba adelante también paró.
¿Estás bien? Sí – me levanto y siento que mi pierna está húmeda -. Te has hecho
una herida. Ay me está doliendo, ay duele, duele, duele mucho. Pero ¿no decías
que estabas bien? Sí, pero no me había dado cuenta de esta herida – no me
dolía, pero creo que debía gritar para que ese señor me lleve a curar -. Vamos,
te llevo al hospital. Ya, ¿mi bicicleta? En la maletera.
En el hospital me vendaron la pierna, el señor fue muy
atento conmigo. Se preocupó que me atendieran rápido y luego me llevó a
almorzar, y me dio cincuenta soles.
¿No me vayas a demandar? No, ha sido mi culpa, yo estaba
persiguiendo el carro y por eso paraba en seco para que la persona que me
interesa no me vea. ¿Es un pariente? Es una chica. Pero así la vas a asustar,
¿cuál es tu nombre? Eduardo, y ¿el suyo? Soy Mario Rivas - qué pena que lleve
el nombre de ese idiota – me dije -; no seas tonto, a las mujeres no las vas a
conquistar comportándote como un esquizofrénico, tienes que tratar de ser su
amigo, dale su tiempo. Pero ella está interesada en mi amigo. Entonces, pórtate
bien, si tu amigo es bueno y ella también, entonces ambos se merecen y si la
quieres vas a querer que sea feliz. Pero él no es bueno. Entonces, ella se dará
cuenta y como te has portado bien te va corresponder; ahora, no quieras hacerla
tu amiga a la fuerza, es mejor que las cosas fluyan, que todo sea natural si es
que se dan las cosas, a nadie le gusta que le fuercen – me parece que tiene
mucha razón y me doy cuenta que me he portado como un tonto -. Gracias señor
Rivas, yo no debo recibir este dinero, ha sido mi culpa, por favor tome. No te
preocupes Eduardo, yo te los regalo. Señor Rivas – solo le digo por su apellido
porque el nombre de Mario me hace recordar al aniñado que me estaba quitando el
amor de mi vida – ¿usted tiene hijos? Sí
tengo un hijo, y debe ser de tu edad. Usted debe ser un buen padre.
Nos despedimos, me voy con la bicicleta, no me duele, pero
estoy llorando porque me he dado cuenta que Eli no me quiere y que no puedo
hacer mucho para cambiar eso, porque acosándola no voy a lograr nada.
Lalo, ¿dónde has estado? Por ahí. Mierda, así contestas a tu
padre. ¿Qué quieres que te diga? – le alzo la voz -. Mírate, por qué estás
llorando. ¿Te importa? Carajo eres una niña, de todo lloras; tú y tus hermanos
son una sarta de vagos; te has enterado que el Chino ya no va al colegio hace
dos semanas. ¿Y qué querías?, sí hace tiempo que la profesora quiere hablar
contigo y tú no has ido. Para qué voy a ir, para que me diga que ustedes no
sirven para estudiar, para que me diga que he tenido burros en vez de hijos. Pipo…
- hago una pausa y digo bajito para que no me escuche – eres una mierda. ¿Qué
quieres maricón?, déjate de huevadas, desde mañana tú y el Chino se van
conmigo, aquí solo estudia Julio, espero que ese huevas no me salga igual que
ustedes; si quieres tragar tienes que trabajar; no voy a estar manteniendo
pendejos aquí.
Me voy a mi cuarto y encuentro a Chino tirado llorando
diciendo incoherencias, me acerco y trato de calmarlo.
Qué te pasa, por qué estás así. Quiero ver a mi mamá. ¿El
Pipo te ha pegado? Quiero ver a mi mamá Lalo, quiero ver a mi mamá. Mierda, ¿el
Pipo te ha pegado?, si te ha pegado le saco la reconchasumadre, dime. No, no me
ha pegado, he fumado. ¡Qué! He fumado marihuana Lalo – me da ganas de pegarle,
pero tengo miedo de que Pipo se dé cuenta del estado del Chino -. ¿Y es bueno?
No, no es bueno, me siento triste. Eres un huevón, por qué no piensas, qué
quieres que va ser de nosotros ah – lo samaqueo, porque Pipo ha salido -.
¿Ahora me vas a pegar? Sí, - lo sigo samaqueando – cómo puedes pensar en que la
puta de nuestra madre se merece tu llanto, esa mujer nos dejó y lo peor que
hizo, nos dejó con Pipo y la América. Tú te recuerdas de ella, yo no; tú la
puedes odiar porque sabes cómo es ella, yo no; yo no me recuerdo su rostro,
solo recuerdo que tenía un regalo, era un carrito que me dio en una noche
buena; Lalo, yo quiero a mi mamá; estoy cansado de América, estoy cansado del
Pipo, estoy cansado de ti; ustedes me pegan porque no soy bueno, se abusan de
mi; mi mamá no se abusaría de mí. Vete a la mierda Chino.
Me ha herido con sus palabras, me voy al baño y me quedo
allí encerrado meditando todo lo que nos estaba pasando, pienso que mi familia
no tiene solución, pienso en Eli, y pienso en drogarme. Salgo a la calle y
busco a Walter - él y yo nos hicimos amigos después de lo de la Chata - le pido
un troncho y me lo regala porque dice que la primera siempre es de cortesía. Me
invitó que lo fumara allí con sus amigos, pero me fui a una casa abandonada, a
solas, allí probé. No me puso triste, por el contrario me puso alegre. Veía mi
mano y sonreía y recordaba el tic nervioso de Eli.
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