A Eli no la vi sino el año siguiente, cuando ya me había
retirado del colegio porque repetí por segunda vez. Yo estudié en el
Mariátegui, el que está en la Atarjea. Quizás, ese año hubiese ido a marzo
porque solo tenía tres cursos para jalar: matemática, inglés y computación;
pero el profesor de religión pedía a todos los chicos que compremos unos
dominicales que vendían en su iglesia y cómo no los compré me jaló. Le reclamé
y a secas el muy conchudo me dijo, con Satanás no hablo. Le miré con odio y no
le dije nada; en esa época no sabía si podría quejarme con alguien, creía que
el profesor era el que tenía toda la autoridad y que una vez que te había
agarrado de punto ya no podías hacer nada. Me resigné.
A Eli la encontré en la misma disco que discutí con Walter,
ella estaba con un grupo de compañeras y yo con mis patas del barrio. Las vimos,
nos acercamos y les hicimos el habla. La invité a bailar y ella aceptó.
Ya nos conocimos el año pasado, ¿te recuerdas?, me sonreíste
cuando estabas con Karina. No, no me recuerdo haberte visto antes. No mientas,
tú me sonreíste de una manera especial. No, ni te recuerdo, yo siempre sonrío
así a la gente, a veces pasa una mosca y también se me da por sonreír – eso me
sonó malicioso -, quizás me habrás visto, pero si te sonreí es porque le sonrío
así a todo el mundo, es un tic nervioso. Ah ya, tic nervioso ¿no? Sí, jajajaja.
Salimos de la disco, Mario y yo invitamos a Eli y su amiga a
comer en un chifa; para eso el dinero no era un problema para mí, lo que
trabajaba con Pipo me lo juntaba para mi ropa y mis salidas, por eso mismo
tenía muchos amigos, porque siempre era el que invitaba. Yo no tomaba, pero les
acompañaba y luego cuando sacaban la cuenta yo ponía como si hubiese
participado de la libación.
Eli, ¿de dónde eres? – pregunta Mario -. De Huánuco – ella
le sonríe de igual manera como me había sonreído en la escuela, era verdad,
tenía el tic ese, pero le sonrió más tiempo -. Ah mira, mi familia es de Tingo
María. Ah que bueno, yo conozco Tingo María – le miro con cierta incomodidad a
Mario, pero no le importa-. ¿Y tú de dónde eres? – me pregunta la gordita que
acompaña a Eli -. Yo, de Lima pues. Lemeño es él – se burla Mario -.
Mario era un presumido que se creía la gran cosa porque
sabía hablar inglés, siempre paraba alardeando que se iría a Estado Unidos,
pero hace poco me enteré que está en Venezuela. A Eli le interesó mi "amigo" y en
esa conversación quedaron ambos para verse, además él seguía en el colegio y
yo ya no iba para allá. Pero no iba a permitir que un aniñado me quite a Eli,
conversé con Mario.
Mira Lalo, a mi me interesa y a ti también, en ese caso creo
que ella debe elegir. Sí, pero cómo va elegir si tú estás más tiempo con ella,
tienes más ventaja pues. Ya, pero qué quieres que haga, sí estuvieras en mi
lugar aprovecharías esa ventaja. Oye, pero yo la vi primero. Qué pasa chochera,
acaso Eli es una mercancía o qué. No, no es eso, pero yo la amo, no quiero
pasar el tiempo, yo la quiero de verdad – me dio un poco de vergüenza
declararle a un insensible mis sentimientos -. Yo también la amo – lo decía sin
convencimiento -. Pero no como yo. Tú que sabes.
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