Elena mira el celular, es
Sebastián. No contestará.
Sebastián entra al supermercado,
se sirve una causa, paga y se ubica en el comedor, mirando el parque, come.
¿Por qué no contestas?, ¿es tu trabajo?, ¿o ya no me quieres?
(-) ¿Dónde estás?
(-) Zárate
(-) Eso es el culo del mundo.
(-) Cuando se quiere uno puede ir
hasta el infierno.
(-) Es que no sabes, me dormí
recién a las seis de la mañana; estuve viendo una serie de Netflix. ¿Tú qué
haces?
(-) Comiendo una causa.
(-) ¡Qué rico!
(-) ¿Y si te invito el almuerzo?
(-) No gracias, mejor nos vemos
en la noche, pero en algún lugar más céntrico. ¿Qué te parece Risso?
(-) ¿En la Arequipa? No me parece
cerca, pero puedo ir. ¿Está bien a las 7 pm?
(-) Ya, pero te llamo antes para
confirmar.
(-) ¡Qué! ¿No está confirmado?
(-) Puede que me salga algo.
(-) Está bien, no te preocupes.
(-) Nos vemos viejito.
Sebastián busca el wasap, le pasa
un video de AbogandoTV, donde explica las diferencias entre la moral y el derecho
y se lo pasa a la chica con quien estuvo conversando, con un mensaje: “éste soy
yo”.
*****
Sebastián llega a su habitación,
se quita los zapatos y los deja en la puerta. Aprendió de tantas películas, le
parece que es un hábito noble. Escucha una cumbia, y baila pensando en Elena.
Revisa la comunicación, su socio
le pasó un ensayo, lo revisa y le gusta el tema, pero la redacción tiene mil
defectos; se molesta, pero se dice que no le llamará para recriminar nada.
Busca su Código Penal para revisar el tipo que se comenta. Serán dos horas para
rehacer el ensayo.
Tiene el Facebook en una solapa y
se da cuenta que unos muchachos le han escrito, no quiere responder. Evita
responder a los estudiantes por las redes sociales, piensa que todo puede
prestarse para un mal entendido, está lleno de prejuicios de ser amistoso o
tener contacto con los estudiantes que no sean de la distancia propia del año
académico y el face to face del salón de clases. Pero quien le escribe es un
muchacho que hizo promoción el 17, Sorel.
“Profesor Rivas, buena noche, día
o tarde, ¿qué tal le va?, espero que se siga superando y sea ese buen profesor
que necesitamos en las escuelas, lo que quise decir ese día que me despedí fue
que gracias a usted hizo que me interesara por el curso de historia, nunca lo
había tomado enserio, quizá como dice no es el mejor, y pues cómo lo sabríamos
sin compararlo con otros pero no desmerezca su enseñanza porque muchas veces
hizo que mis enfoques se vuelvan más críticos y claros, enserio agradezco que
me tocase un buen profesor. Le deseo muchos éxitos, siga escribiendo poesía en
esta sociedad de los poetas muertos. Y me preguntaba si me podría recomendar
libros sobre Historia Universal y del Perú, me gustaría tomarlos en cuenta y
los que usted crea que me convendrían, siendo eso lo expresado, buenos deseos”.
El mensaje le alienta, después de
todo no es tan mal profesor. Sebastián se sirve un vaso de gelatina. Relee el
mensaje y piensa: este muchacho se parece en algo a mí, a parte de la ansiedad,
tiene algo que me recuerda a mí cuando salí del colegio, quería ser diferente
pero no para otros, sobre todo para mí.
Le responderá.
Mientras escribe, Elena posa su
mano en su hombro desnudo. Él voltea para verla, pero ella desaparece.
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