Elena voltea, tiembla. Es el caballero blanco. Él la mira
pero no la saluda, hace como que no le interesa el restaurante, se retira.
Elena aprovecha para verle, se sonríe porque le ve vestido con ropa de futbol. Piensa en lo gordito que se ha puesto, admira su piel de blanco
alabastro, sus grandes e ingenuos ojos, sus piernas salpicados con puntos de
barro, su barba de cinco días, su indiferencia o quizás su enojo para con ella.
Elena es feliz por esa coincidencia, no le importa la malcriadez del jovencito.
Hace el pedido, un pollo y un cuarto. Se acerca a Camucha y
ésta le pregunta por Rafael Sandoval.
(-) ¿Lo viste?
(-) Claro que lo vi, su sola presencia fue como que iluminó
lo gris de este barrio. Pero qué chico para más bello.
(-) Sí, es lindo. Aunque no tanto.
(-) Ay por dios Elenita, aquí en estos lares la belleza
escasea; y un hombre así, qué no diera por uno así, y lo mejor, que sea
peruano.
(-) ¿Por qué lo dices? – Elena no cae en indirecta a los
venezolanos.
(-) Es que si es bello, es venezolano, y si es venezolano,
no tiene plata.
(-) Pero qué dices… Aunque estoy preocupada, porque mi
sobrina está saliendo con un venezolano. No tengo ningún prejuicio ya, pero
creo que este joven se está aprovechando de mi sobrina.
(-) A mí no me importaría invertir en un hombre. El único
requisito es belleza.
(-) ¿Siempre tienes que ser tan superficial?
(-) Para ti es muy fácil decirlo, eres linda, pero yo, mira
la desgracia que me ha tocado en suerte – Camucha recorre su cuerpo con sus
manos.
(-) Eres linda, solo que estás un poco panzona, ¿por qué no
vamos al gimnasio juntas?
(-) Lo he estado pensando seriamente, pero creo que no dará
resultado, además me preocupa cómo iría a un lugar así; creo que primero
debería bajar un poco de peso.
Camaucha recibe la bolsa que contiene las papas y
disimulando coge algunas papas para ir picando. Elena mira nuevamente la entrada,
para recordar la imagen del Caballero blanco.
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Rafael Sandoval busca otra pollería, ver a Elena le molestó
mucho. No le gusta su presencia.
¿Pero quién se ha creído esa mujer?, ¿por qué me mira así
esa señora?, ¿acaso pretende que me voy a interesar en una vieja? La detesto,
cuánto la detesto.
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(-) Estos estados no corresponden, pídele al contador que
los corrija, no ha considerado las últimas ventas del mes de octubre. Qué le
está pasando al contador, esto ya está sucediendo dos veces, no puedo
permitirme que las cosas estén así, por qué tiene que hacer dos balances,
fácilmente me podría pasar el registro contable, yo lo puedo leer – reniega Elena.
(-) ¿Conoces al contador? – Elena pregunta a Arturo.
(-) Es el mismo de siempre, el error no es del contador,
sino de su auxiliar.
(-) Pues creo que debería cambiar de auxiliar.
(-) Ya le dije al señor Rimachi, ese muchacho se quiere meter
en la administración de la empresa, no sé qué le sucede; parece que es pariente
de uno de los dueños. Arturo está celoso del nuevo del área contable.
(-) Bueno, le haré un documento, voy hacer una observación a
esos estados, porque es mi deber y no me importa si el señor Rimachi se moleste
y le tenga que llamar la atención a su auxiliar, quiero que me entreguen los
estados como antes, no quiero otro balance.
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Rafael se levantó tarde, igual no le preocupa; está en la
empresa del tío, y es el chico lindo a quien todos sonríen. Se pone a la ducha,
se baña pensando en su anatomía, en la perfección de su piel, en lo atractivo
de su sonrisa. Sale de la ducha y desnudo se pone delante del espejo, mira al
vacío y se enamora de sí mismo.
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Tienes la juventud, pero estás en crisis. |