Sebastián no quiere ir a la universidad, pero tampoco quiere
llegar temprano a su cuarto porque seguro que estará pensando en Alejandra. Hoy
le toca con un anciano de escabrosa voz, recuerda que no hizo la exposición y
que ya tiene muchas faltas en esa asignatura; irá a la universidad. Se despide
de doña Gracia – la portera: Hasta mañana señito. Hasta mañana profesor, hay
que abrigarse, no le vaya a pasar aire. Sí señito, ya el frío se vino con
fuerza, no crea aquí tengo mi chompa – enseña la palma despidiéndose.
Camina hasta la Wiesse y toma el primer carro que ve que se ha estacionado porque el semáforo se puso en rojo. Saca la novela que está leyendo, “La tía Julia y el escribidor”… Piensa en como Vargas Llosa se convirtió en un gran escritor y lo admira. Recuerda que al tío Lobo no le gusta Vargas Llosa, para el tío Lobo los literatos son maricones y Vargas - aunque con todos sus amoríos con tía, primas y princesas – seguro que también se entregó a un acceso carnal sodomita y claro definitivamente tuvo que ser pasivo, porque - para el tío - el maricón es el pasivo, el activo es un degenerado que se aprovecha de la necesidad del maricón.
Lee un par de páginas, se ríe con la forma en que la niña le
describe al juez cómo Gumercindo la ultrajó. Su acompañante de asiento le mira
y Sebastián se hace el interesante concentrándose más en su lectura. Lo ignora
porque el acompañante lleva unos audífonos que los ha puesto a todo volumen a
tal punto que se puede escuchar la música tropical – “Una cerveza” de Ráfaga -
con que distrae su viaje. Seguro que éste es un inculto que lee el “Trome”, qué
va gozarse de un genio como Vargas Llosa. Desprecia la escasa sensibilidad
literaria que tienen los peruanos.
Baja en Canto Rey, camina hasta la universidad. Antes de
entrar se compra una princesa, Sebastián recuerda.
Hola Raúl. Qué tal Sebastián, ¿qué clase te toca? Hoy tengo
Obligaciones, pero no voy a entrar porque ese profesor me aburre; más bien qué
bueno que te veo, dame una idea, qué le puedo llevar a mi enamorada que me está
esperando en la esquina. ¿Qué?, ¿cuál enamorada?, ¿esa es nueva?... – Raúl piensa
-, bueno cómprale un chocolate para el frío. Buena idea, gracias; ya nos vemos
- Sebastián se despide. Nos vemos colega – Raúl le da la mano. Sebastián entra a la tienda de la esquina y compra dos princesas. Alejandra esta con frío, Sebastián le da un beso y le ofrece el
chocolate y ella se emociona por el detalle oportuno. Él la acaricia en juego y
ella se deja, se van juntos a tomar el carro.
Sebastián entra a su salón, se sienta y no se da cuenta que
sentado a su lado está su profesor. Están haciendo exposición, se sorprende,
son los chicos que no expusieron la semana pasada, el profesor les ha dado una
oportunidad. Él no expuso pero tampoco se ha preparado así que ni pensarlo, no
le gusta salir hacer el ridículo. Trata de aprovechar su tiempo escuchando,
quizás algo pueda aprender, se dice; pero no puede, la incógnita de dónde estará Alejandra que no la ha visto en su
salón al pasar por el pabellón de Contabilidad.
¡Rivas! – el anciano le pasa la voz de manera abrupta. ¿Sí
profesor? Oiga usted, usted no ha expuesto. Disculpe profesor, la semana pasada
tuve un inconveniente y por eso no puede llegar a clase para exponer. Pues
exponga ahora. Es que no me he preparado. No seas huevón, aprovecha que todavía
no se ha cerrado el campus, habla cualquier huevada, es preferible que te ponga
cinco a que te ponga cero – Sebastián se choca con la soltura del docente. Pero
es que no me gusta salir hablar de lo que no sé. No seas huevón Rivas, mira esa
señora, está hablando de su vida, tú sal, a nadie le importará lo que digas.
Sebastián recuerda que estaba leyendo un libro de una
catedrática de la PUCP, y que había un tema interesante sobre crítica a la
denominación “patria potestad” y su uso en el derecho de familia; así que se
fue a la biblioteca y se puso hacer un pequeño esquema para salir a exponer.
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