Wednesday, June 15, 2016

Universitario

Sebastián no quiere ir a la universidad, pero tampoco quiere llegar temprano a su cuarto porque seguro que estará pensando en Alejandra. Hoy le toca con un anciano de escabrosa voz, recuerda que no hizo la exposición y que ya tiene muchas faltas en esa asignatura; irá a la universidad. Se despide de doña Gracia – la portera: Hasta mañana señito. Hasta mañana profesor, hay que abrigarse, no le vaya a pasar aire. Sí señito, ya el frío se vino con fuerza, no crea aquí tengo mi chompa – enseña la palma despidiéndose.

Camina hasta la Wiesse y toma el primer carro que ve que se ha estacionado porque el semáforo se puso en rojo. Saca la novela que está leyendo, “La tía Julia y el escribidor”… Piensa en como Vargas Llosa se convirtió en un gran escritor y lo admira. Recuerda que al tío Lobo no le gusta Vargas Llosa, para el tío Lobo los literatos son maricones y Vargas - aunque con todos sus amoríos con tía, primas y princesas – seguro que también se entregó a un acceso carnal sodomita y claro definitivamente tuvo que ser pasivo, porque - para el tío - el maricón es el pasivo, el activo es un degenerado que se aprovecha de la necesidad del maricón.

Lee un par de páginas, se ríe con la forma en que la niña le describe al juez cómo Gumercindo la ultrajó. Su acompañante de asiento le mira y Sebastián se hace el interesante concentrándose más en su lectura. Lo ignora porque el acompañante lleva unos audífonos que los ha puesto a todo volumen a tal punto que se puede escuchar la música tropical – “Una cerveza” de Ráfaga - con que distrae su viaje. Seguro que éste es un inculto que lee el “Trome”, qué va gozarse de un genio como Vargas Llosa. Desprecia la escasa sensibilidad literaria que tienen los peruanos.

Baja en Canto Rey, camina hasta la universidad. Antes de entrar se compra una princesa, Sebastián recuerda.

Hola Raúl. Qué tal Sebastián, ¿qué clase te toca? Hoy tengo Obligaciones, pero no voy a entrar porque ese profesor me aburre; más bien qué bueno que te veo, dame una idea, qué le puedo llevar a mi enamorada que me está esperando en la esquina. ¿Qué?, ¿cuál enamorada?, ¿esa es nueva?... – Raúl piensa -, bueno cómprale un chocolate para el frío. Buena idea, gracias; ya nos vemos - Sebastián se despide. Nos vemos colega – Raúl le da la mano. Sebastián entra a la tienda de la esquina y compra dos princesas. Alejandra esta con frío, Sebastián le da un beso y le ofrece el chocolate y ella se emociona por el detalle oportuno. Él la acaricia en juego y ella se deja, se van juntos a tomar el carro.

Sebastián entra a su salón, se sienta y no se da cuenta que sentado a su lado está su profesor. Están haciendo exposición, se sorprende, son los chicos que no expusieron la semana pasada, el profesor les ha dado una oportunidad. Él no expuso pero tampoco se ha preparado así que ni pensarlo, no le gusta salir hacer el ridículo. Trata de aprovechar su tiempo escuchando, quizás algo pueda aprender, se dice; pero no puede, la incógnita de dónde estará Alejandra que no la ha visto en su salón al pasar por el pabellón de Contabilidad.

¡Rivas! – el anciano le pasa la voz de manera abrupta. ¿Sí profesor? Oiga usted, usted no ha expuesto. Disculpe profesor, la semana pasada tuve un inconveniente y por eso no puede llegar a clase para exponer. Pues exponga ahora. Es que no me he preparado. No seas huevón, aprovecha que todavía no se ha cerrado el campus, habla cualquier huevada, es preferible que te ponga cinco a que te ponga cero – Sebastián se choca con la soltura del docente. Pero es que no me gusta salir hablar de lo que no sé. No seas huevón Rivas, mira esa señora, está hablando de su vida, tú sal, a nadie le importará lo que digas.


Sebastián recuerda que estaba leyendo un libro de una catedrática de la PUCP, y que había un tema interesante sobre crítica a la denominación “patria potestad” y su uso en el derecho de familia; así que se fue a la biblioteca y se puso hacer un pequeño esquema para salir a exponer. 



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