Sunday, July 15, 2012

Le dijo no a Mario


Ella se acostumbró a mirarlo todos los sábados, estando aún en la plenitud de su vida, Mario se dejaba ver en diversas ocasiones, y con tanta más frecuencia. Pero ella aprendió a verlo con tanta naturalidad que más de una vez se olvidó de saludarlo. Oía hablar de él a menudo, porque en su mundo religioso Mario era un tema que aún persistía en la memoria de algunos cuantos. Lo veía mejorar en modales, más seguro de sí mismo, más simpático que nunca, con nuevos lentes porque los primeros ella los había estropeado.

Lo único que siguió desafiando hasta siempre el tiempo y a la moda fueron sus atuendos sencillos, la corbata pequeña y oscura, la chompa de un solo color y delgada bien tallada, los pantalones oscuros y el cabello bien recortado. Así ella se fue acostumbrando a verlo de otro modo, y terminó por no relacionarlo con el adolescente lánguido que se sentaba a suspirar en la avenida en frente de su casa. En todo caso, nunca lo vio con indiferencia, y siempre se alegró con las buenas noticias que le daban sobre él, porque poco a poco la iban aliviando de su culpa por haberlo abandonado.

Sin embargo, cuando ya lo creía borrado por completo de la memoria, reapareció por donde menos lo esperaba convertido en un fantasma de sus nostalgias. Ella lo amaba, pero había aceptado el convencionalismo de un matrimonio y rechazado la aventura que significaba Mario. Solo en la vejez, cuando empezó a sentir que algo irreparable había ocurrido en su vida se dio cuenta que había cometido un gran error. Se arrepintió de haberle dicho NO a Mario.

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