No entristezcas, ahora tendré el
buen sentido de no esperar una contestación instantánea, pues me basta con que
mis cartas no sean devueltas. Quiero que sepas que mis cartas tienen cierta
continuidad. Cuando comencé a escribirte estaba dispuesto a someter mi
paciencia a una prueba mayor, al menos hasta no tener una evidencia de que
estaba perdiendo tiempo con el único método con que logro que siempre me tengas
en mente.
Te confieso que siempre esperaba,
al comienzo con quebrantos de toda índole que causan las esperas de la
juventud, pero ahora espero con la tozudez de un anciano de cemento sin nada
más que pensar, sin nada más que hacer. Estoy convencido que estaré vivo y en
perfecto dominio de mis facultades el día de mañana, de más tarde o de siempre
en que tú te convencerás al fin y me contestarás.
Seguiré escribiéndote.
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