He regresado a casa avergonzado
por mi debilidad, con ganas de morirme, maldiciéndome por mi falta de valor.
Quiero pedirte que me bajes los pantalones y me sientes de culo en un brasero,
me lo merezco, te he sido infiel.
No he almorzado, no he utilizado
la palabra “Dios”. A las seis de la tarde me he puesto en la cama a continuar
una lectura.
Lo único que necesito en la vida es alguien que me entienda.
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